La decadencia de Fidel Castro
El régimen cubano sigue dando continuas
muestras de agotamiento y sólo el incremento
de las restricciones a las libertades básicas
y la profundización del terrorismo de Estado
lo mantienen en pie
La
Nación Line,
Argentina, 17 de enero de 2004.
Aún cuando no resulten claros los motivos,
la suspensión del viaje del presidente
Néstor Kirchner a Cuba, previsto para el
mes próximo, debería llevar tranquilidad
a los argentinos que defienden la democracia y
el respeto a los derechos humanos.
Tras más de cuatro décadas de autoritarismo,
el régimen de Fidel Castro sigue dando
continuas muestras de agotamiento y sólo
el incremento de las restricciones a las libertades
básicas y la profundización del
terrorismo de Estado pueden mantenerlo en pie.
La más reciente medida de este tipo del
gobierno cubano fue prohibir el acceso a Internet
a través del sistema telefónico
oficial, de costo reducido, que la mayoría
de los ciudadanos tiene en sus hogares. Navegar
en la Red no ha sido nunca fácil para los
cubanos, pero esta disposición es un nuevo
impedimento a los numerosos que existían
previamente.
Son muchos los cubanos que ingresan en Internet
en forma ilegal desde sus casas, empleando computadoras
y cuentas prestadas o adquiridas en el mercado
negro por sumas que rondan los 50 dólares
mensuales, lo que constituye una fortuna para
la mayoría de los habitantes de la isla.
Las restricciones dispuestas determinan que solamente
algunos pocos funcionarios y administradores gubernamentales
tengan la posibilidad de conectarse al correo
electrónico y a Intranet, versión
limitada de Internet que se encuentra bajo el
control del gobierno de Castro. Algunos profesionales
(médicos, por ejemplo) podrán usar
Internet de aquí en adelante, pero necesitarán
de un permiso especial para hacerlo, que acredite
cuáles son los fines que persiguen al conectarse.
Como es corriente en los procedimientos del dictador
caribeño, Internet podrá estar disponible
si se paga un costo especialmente alto, que sólo
pueden pagar empresarios o turistas extranjeros.
La gente común, la que no está en
condiciones de alcanzar esos niveles, deberá
resignarse.
Las justificaciones del gobierno cubano se parecen,
previsiblemente, a las que suelen emplear otros
regímenes que tampoco se caracterizan por
las libertades que otorgan a sus ciudadanos. Se
trata, como es fácil de imaginar, "de
adoptar medidas para regular el servicio, impidiendo
el robo de claves, actos maliciosos y el uso fraudulento
y no autorizado del servicio". Por supuesto
que en los países del mundo en los cuales
las libertades públicas no están
restringidas nada de eso sucede y si ocurre las
leyes se encargan de sancionar cualquier empleo
doloso.
No es Internet la única víctima
de la pasión tutelar del veterano caudillo.
También la televisión sufre, obviamente,
de todo tipo de limitaciones y censura y solamente
está disponible libremente en los hoteles
de lujo a los que no concurren los cubanos comunes
y corrientes. Con este recurso y otros similares
el decadente régimen del dictador cubano
trata de impedir que muchas noticias esclarecedoras
lleguen al alcance de la gente.
Castro, gracias a una suma de factores que han
concurrido de una manera notable para que eso
sucediera, sigue al frente de Cuba. A pesar de
su mucha edad y una salud que empeora día
tras día -por lo que todo el mundo piensa
ya en su sucesión y en lo que pasará
cuando muera-, Fidel no deja de ejercer su poder
con actos cuya finalidad es acrecentar el grado
de encierro al que somete a sus compatriotas.
Como todo dictador que se precie, Castro es incorregible.
Y lo que más detesta, a pesar de que proclame
en voz alta lo contrario, es que el libre flujo
de las ideas y la circulación de las noticias
se genere en suelo cubano. Debe seguramente pensar
que la información es uno de los elementos
letales para los sistemas como el suyo y debería
también saber que llega un momento en que
no hay manera de impedir que fluya, barriendo
con muchas fantasías y poniendo a la vista
una realidad que sigue pertinazmente fiel a sí
misma, a pesar de los muchos años transcurridos.
El desarrollo de las comunicaciones (radio, TV,
internet, etc.) de procedencia extranjera fue
uno de los principales motores de la caída
del antiguo régimen soviético y
el avance de Internet puede producir resultados
parecidos en la isla. En estas cuestiones el paso
del tiempo es un factor contra el cual es imposible
luchar, porque todo termina por saberse, tarde
o temprano. Fidel ha podido, todavía, salvarse
de ese transcurrir que no tiene misericordia.
Queda por saber cuánto tiempo más
habrá de pasar antes de que lo obvio se
vuelva absolutamente imposible de ocultar.
Entretanto, mientras permanece fresco el recuerdo
sobre los últimos fusilamientos de cubanos
por delitos que en ningún país serio
merecerían semejante pena y sobre las condenas
a prisión prácticamente perpetua
a quienes piensan distinto del régimen,
cabe insistir en la necesidad de que el gobierno
argentino exprese en todo foro internacional su
más enérgica condena a las violaciones
a los derechos humanos que, día tras día,
tienen lugar en Cuba.
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