REPRESION
Juego político
LA HABANA, enero (www.cubanet.org)
- Marcos González Hernández, presidente
de la Asociación Pro Justicia Social, de
Derechos Humanos, con domicilio en calle Alfredo
Alfonso 76 entre Reinaldo Cruz y Leonardo Valdés,
en el municipio de Regla, fue visitado por dos
inspectores de Salud Pública el pasado
28 de diciembre. Le dijeron -cuenta González-
que debía retirar los puercos que estaba
criando en su patio porque según ellos,
no cumplía las condiciones de higiene que
están establecidas para su cuidado.
"¿De que hablan estos señores?",
dijo González, quien tomó con naturalidad
el consejo, aunque pensando que no había
ninguna violación de la higiene y la salud
en el corral que afectase a su familia y al mismo
vecindario donde también se crían
estos animales como medio de vida.
Al día siguiente, él, su ex esposa
e hijos (Marcos y Juan Carlos) recibieron una
citación del oficial de Seguridad del Estado
capitán Eduardo, para que se presenten
en la Unidad de la Policía reglana.
Dijo Hernández que allí le advirtieron
separarse de las actividades políticas
que realizaba en contra del gobierno. Que dejara
de asistir a vigilias, misas y ayuno porque lo
iban a perjudicar. No faltó, por supuesto,
el proverbial chantaje, cuando le recordaron que
ellos (la Seguridad) tienen todas las posibilidades
de no dejarlo salir del país.
Como un misterio, la vivienda de Marcos comenzó
a ser visitada. Y tras esto los hechos parecían
concatenarse uno con otros.
En los primeros días de enero, inspectores
de todo tipo allanaron su morada: primero, dos
de vivienda, buscaban alguna supuesta ilegalidad
que no encontraron. Luego se marcharon.
El día 9 de enero regresaron a las diez
de la mañana otros dos inspectores, pero
de Salud Pública. Para sorpresa, uno de
ellos era el director de la entidad. Penetraron
a la casa, fueron al patio, y como unos magos
que sacan de la manga, le mostraron en un frasco
una muestra extraída de larvas de mosquitos
transmisores de dengue capturados en los supuestos
tanques de agua del patio que circula a diario.
Con cálida ironía, le dieron a
Marcos 24 horas para sacar sus puercos o sería
multado con 1,500 pesos. Lo obligaron a botar
el agua de los tanques y mantenerlos boca a bajo.
Ni siquiera le permitieron un debate ante tanta
sospecha de la misteriosa larva y la supuesta
mala higiene.
Horas más tarde, cuando el reloj marcaba
las tres de la tarde, un camión de la compañía
de electricidad, con otro inspector, lo amenazó
con suspenderle el consumo eléctrico por
no tener tapa de la caja de electricidad de su
vivienda. Marcos, acababa de enterarse de algo
que para él estaba correcto.
"¡A qué viene todo este juego
político!", se pregunta Marcos.
Además de sus actividades pacificas por
los derechos y la justicia del pueblo, Marcos
González Hernández, a quien el gobierno
le niega trabajar, es uno estos ciudadanos que
busca en el trabajo, como todo cubano, un medio
de existencia. Merece, además, el respecto.
"Nadie tiene el derecho en este país
de negarle a una persona las oportunidades de
labrarse la vida honradamente", afirmó
Gumersindo Gutiérrez Melero, un octogenario
que creció durante la dictadura de Machado,
cuando escuchó la historia que relato.
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