SOCIEDAD
La transición del Día de Reyes en Cuba
LA HABANA, enero (www.cubanet.org)
- A mi generación le tocó vivir
la niñez en la década del sesenta.
A diferencia de los niños de estos tiempos,
nosotros alcanzamos a disfrutar la inocente ilusión
de los tres Reyes Magos que en el amanecer de
cada seis de enero nos obsequiaban con sus juguetes,
a pesar de que transcurrieran los años
más difíciles de la naciente era
socialista en Cuba. El comercio con Estados Unidos
se había interrumpido, nación con
la cual Cuba había establecido sus principales
tratados comerciales.
Básicamente del continente asiático
llegaban a la Isla los juguetes que cada año
se distribuían a través de la libreta
de racionamiento de productos industriales. Siempre
me pregunté si en la Unión Soviética
los niños tenían día de los
Reyes Magos, pues de esta potencia del campo socialista
sólo se recibían las bicicletas
y patines. No recuerdo otro producto manufacturado
de ese país destinado a esos fines.
El nuevo orden político impuesto en Cuba
implicaba barrer con las costumbres y tradiciones.
Esto incluía la descristianización
de la sociedad. Se pretendía así
forjar las nuevas generaciones con una nueva mentalidad.
Como este proceso necesitaba de un cambio gradual,
las festividades del Día de Reyes fueron
trasladadas para el mes de julio y ahora se les
llamaría Día de los Niños.
Lo cierto es que los infantes cubanos seguimos
recibiendo los juguetes, que en pequeñas
cantidades distribuía el Gobierno a cada
niño. Años más tarde esta
forma de distribución normada desaparecería.
El seis de enero nos levantábamos con
las primeras luces del día. Las calles
y parques se convertían en un hervidero
de muchachos, cada uno con sus juguetes. Bicicletas,
patines, pistolas, carritos y muñecas eran
exhibidos a los amigos. Era un día de alegría,
propio para lo más importante que tiene
un niño: la ilusión y los juegos.
Éramos casi felices. Pero esta felicidad,
tan necesaria en el desarrollo psicológico
de un menor, fue desapareciendo con la nueva ideología
y durante los años ochenta ya nada quedaba
de esta hermosa tradición infantil. Ya
todos los niños en Cuba se habían
convertido en pioneros que proclamaban el lema
por el cual aspiraban a ser comunistas como el
Che. Es la frase que se repite a diario desde
hace décadas en cada matutino escolar,
donde las voces infantiles se alzan a coro, pronosticando
un futuro de fusil para combatir en cualquier
parte del mundo.
Los niños en Cuba comenzaron a ser parte
del Estado, quien garantizando los estudios primero,
exigiría después la incondicionalidad
plena al sistema imperante. No importa que después
la intencionalidad del fusil sea sustituida por
la bata blanca del médico, el cual se convertirá
en embajador de la propaganda oficial en cualquier
región del planeta. La realidad es que
no sabemos en qué momento fue que dejamos
de ser niños para convertirnos en hombrecitos,
que a la medida de los mayores, éramos
meros repetidores de aplausos y consignas, llenando
plazas y aprobando sin entender lo que asentíamos,
llegando como los adultos a fingir la aprobación
del sistema político imperante.
Desde hace años los padres que desean
regalarle un juguete a su hijo, deben adquirirlo
con dólares a precios que pueden, cuando
son los más módicos, ser el equivalente
al salario de quince días de trabajo. El
bajo valor del peso y la difícil situación
de la mayoría de los padres cubanos hace
que las posibilidades de que un niño en
Cuba posea algunos juguetes sean escasas. Lo que
se ha logrado en estos años es que los
niños posean una conciencia de adultez
que en muchos casos les hace parecer pequeñas
clonaciones de personas mayores, con un lenguaje
y falta de imaginación que les es impropia.
cnet/21
|