De
la zanahoria al garrote
Armando Añel. Libertad
Digital, España, 2 de Enero de 2004.
Este 1 de enero, el régimen cubano arriba
a su 45 aniversario a remolque de dos eventos
relacionados: la certeza de que sólo puede
sobrevivirse recurriendo a la fuerza, y su cada
vez más clamoroso fracaso en la puja por
el levantamiento del embargo. De lo primero da
fe el aumento exponencial de la represión
en el año que recién finaliza, articulada
en torno al crecimiento de la sociedad civil.
De lo segundo, que el castrismo apueste a saltarse
las sanciones norteamericanas recurriendo a la
carnada de las compras al contado.''
A los teóricos del Intercambio Persuasivo,
que achacan al embargo la permanencia del totalitarismo
en Cuba y/o aseguran que su levantamiento es lo
último que desea La Habana, deben traerlos
desorientados las recientes movidas del régimen.
Deben haber sufrido la desautorización
de Fidel Castro al viceministro de Relaciones
Exteriores, Ángel Dalmau -por sus declaraciones
sobre el contenido político de las compras
de alimentos a Estados Unidos-, como un golpe
de agua en plena duermevela. El imprudente funcionario
aseguraba hace pocas semanas que cada compra cubana
a los productores estadounidenses tiene como objetivo
"derrotar el bloqueo", mientras la dirigencia
castrista se apresuraba a desmentirlo, temerosa
de que lo evidente cediera demasiado terreno a
lo desfachatado.
Aunque no hay que ir tan lejos en los corredores
de la estrategia antiembargo para certificar su
coherencia. Uno de los tantos documentos firmados
por La Habana y entidades exportadoras norteamericanas
en 2003, específicamente el Memorando de
Entendimiento suscrito con el Buró de Agricultura
de Indiana (IFB), demuestra que el susodicho viceministro
no se andaba por las ramas: "En respuesta
a la iniciativa del IFB de explorar los negocios
en el mercado cubano, y su compromiso expresado
de liberalizar el comercio y los viajes a Cuba,
Alimport ha acordado comprar hasta 15 millones
de dólares en bienes agrícolas a
los negociantes radicados en Indiana (...) El
IFB expresó su compromiso de presionar
en el Congreso para abordar el problema de Cuba
y derrotar las restricciones existentes para el
comercio y los viajes con la isla". A partir
de diciembre de 2001, cuando Washington autorizó
esta clase de transacciones a los empresarios
norteños, el Gobierno de Fidel Castro ha
pagado, al contado, centenares de millones de
dólares por productos agroalimentarios
y ganaderos a Estados Unidos, al tiempo que sus
principales socios comerciales continúan
esperando -merecidamente- que pague lo que les
debe.
Según Deng Xiaoping, "no importa
de qué color sea el gato con tal de que
cace ratones". El ejemplo chino clarifica
lo que a primera vista parece un contrasentido:
se trata de enraizar a la clase gobernante controlando
la transición desde arriba, instaurando
un capitalismo a la pequinesa en el que el turismo,
las inversiones y los créditos norteamericanos
relancen el remake incesantemente proyectado de
la tragicomedia revolucionaria. Para implementar
el sistema Deng del cambio sin cambio -adecuándolo
al entorno insular, como no podía ser de
otra manera- La Habana necesita estabilizar las
relaciones con Washington sobre la base de un
comercio fluido, redituable, en el que el accidente
de los derechos humanos no obstruya la doble vía
del intercambio bilateral. El éxito del
modelo implantado por Pekín reside, precisamente,
en el carácter incondicional de su comercio
con Occidente y, especialmente, con Estados Unidos.
Es lo que desde hace más de una década,
de mil aviesas maneras, pretende la dirigencia
cubana: incondicionalidad.
Desde su estrategia antiembargo, Fidel Castro
aspira a perpetuar el castrismo asegurando la
continuidad de sus herederos. Muerto el perro,
la rabia lo sustituiría al frente de las
principales empresas y negocios, controlando la
inversión y reinvirtiendo en propaganda,
en represión, en manipulación; previniendo
eventuales estallidos sociales o el crecimiento
de la sociedad civil a través del suministro
a los incondicionales y a los pusilánimes,
por medio del soborno institucionalizado y la
modernización del aparato policial. Es
aquí donde la apuesta por el levantamiento
del embargo alcanza su significado último
-el referente chino no deja de confirmarlo-: más
zanahoria para los de arriba, más garrote
para los de abajo.
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