PRENSA INTERNACIONAL
Enero 2, 2004

Payá: estrategia inteligente

José J. Basulto. El Nuevo Herald, 30 de diciembre de 2003.

Decía un profesor mío que, para vencer el miedo ante un lienzo vacío y poder comenzar una obra de arte, lo más difícil era el primer paso y que había que darlo con un brochazo cualquiera, al cual lo demás le seguiría. El primer brochazo para iniciar un proceso de activismo y reflexión nacional lo acaba de dar Oswaldo Payá, dejándonos a nosotros el trabajo de realizar nuestra propia obra de arte.

La estrategia planteada por este nuevo instrumento de trabajo de la lucha cívica no violenta, diseñado por Payá y sus colaboradores en la isla, pone en nuestras manos una propuesta, con un primer enfoque, a una larga lista de problemas nacionales que necesitan atención y para los cuales solamente un consenso nacional podría ofrecer respuestas válidas. Payá no pretende hacerlo él solo en el documento. Este según entiendo, es sólo para comenzar el diálogo entre los cubanos.

Nuevamente algunos en el exilio caen en el error de confundir forma con sustancia y le atribuyen al trabajo presentado por Payá la falsa identidad de ser éste el objeto buscado y no la del instrumento útil para conseguirlo.

El Plan Varela tuvo por resultado que miles de cubanos en la isla, poniendo el miedo a un lado, dieran también el primer difícil paso de identificarse como opositores, así como el de generar la formación de los primeros cuadros de trabajo. Dichos cuadros están ahora disponibles para recoger los resultados de esta consulta popular, previa al diálogo nacional. Percibo el propósito de esta nueva iniciativa como una forma de estimular la participación cívica de una ciudadanía que hasta ahora se ha mantenido políticamente inerte, y a la vez conducirla a la toma de conciencia necesaria para poder forjar, entre cubanos, un nuevo proyecto nacional. Dicho proyecto tendría el peso de un reclamo, iniciado dentro de Cuba, que resonaría en el mundo entero.

Este tipo de mensaje tendría resultados devastadores para el régimen y para sus relaciones con países que hasta ahora le han suplido lo que EEUU le ha negado. Para lograr este objetivo la oposición interna se ha visto necesitada de tomar distancia con la percepción de asociación que existe entre el exilio y EEUU. Se reafirma así que: ''Esta lucha es nuestra'', de los cubanos.

Este plan que Payá propone tiene el potencial de convertirse en el instrumento de lucha propio que hasta ahora nos ha faltado. Nos pondría, como nación, en el mapa de los que saben lo que quieren y tienen el valor de expresarlo. Este nuevo instrumento de lucha propio, a diferencia del embargo (el cual tratamos como si fuera un instrumento político nuestro, sin serlo) nadie nos lo podrá quitar.

La estrategia que se plantea en la lucha cívica no requiere de la existencia de un líder máximo para funcionar o de una estructura formal de mando, como aquélla de un ejército o un gobierno: sólo requiere de un entendimiento básico por parte de la ciudadanía sobre el propósito de la misma y de una participación individual numerosa.

Noté la ausencia de convocatoria a las organizaciones. El plan está hecho, aparentemente, con el propósito de movilizar al hombre de la calle, a que libremente y sin presiones de grupo, piense y actúe por sí mismo. Esto es posible y funciona bien; así se hizo posible la obra realizada por nuestra comunidad en favor de los balseros donde Hermanos al Rescate, la organización, actuó sólo de instrumento. El rol de las organizaciones debe ser aquí el de promover la participación de sus miembros en el plan y nunca crear una situación de rivalidad o de competencia.

Aquí se nos propone un plan de trabajo inteligente de implementación realizable, que puede poner al régimen contra la pared. No depende de un solo hombre o de un grupo audaz, sino de todos nosotros y es capaz de instrumentar lo que conceptualmente hemos dicho muchas veces: que ''el cambio soy yo''. Que el poder radica en el ciudadano y en su dignidad humana, actuando individualmente, sin orientadores o intermediarios cuando expresa claramente su propio pensamiento en la forma de un mandato nacional.

En los puntos cubiertos en la propuesta aparecen las preocupaciones (obstáculos al cambio) que el régimen utiliza para intimidar al pueblo y mantenerlo bajo control. La devolución de la que fue nuestra vivienda y la participación política e inmediata del exilio a su eventual regreso a Cuba son los temas favoritos para la discordia. La respuesta para ambas cosas la tendrá el sentido de justicia de doce millones de cubanos, de dentro y de fuera, que decidirán qué hacer (si logramos tener una democracia) cuando el momento llegue.

Mientras tanto, la opinión de Payá vale tanto como la mía, aclarando que estoy dispuesto a renunciar a lo que fue mi casa, si esto facilita el final de la dictadura, así como a someterme a la debida espera para participar, en lo político, en un proceso del cual personalmente, no espero nada.


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