RELIGION
"Todo lo he ofrecido
ya": Monseñor Salvador Riverón Cisneros
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org)
- El pasado domingo en horas de la mañana
dejaba de existir Salvador Riverón Cisneros,
obispo auxiliar de La Habana. Monseñor
Riverón había recibido la ordenación
episcopal en el año 1999. El día
de su deceso cumplía una semana de calvario
en la sala de terapia intensiva del hospital habanero
"Manuel Fajardo". Allí fue intervenido
de urgencia el domingo anterior ante la acción
sorpresiva de dos tumores en el colon. Pareciera
que hay determinadas personas marcadas en su vida
por un rico valor simbólico en sus hechos.
Siete días de sufrimiento y el tránsito
a la vida eterna justo en el día del Señor,
en momentos en que la mayoría de las iglesias
del país celebraba la Santa Misa.
De andar parsimonioso, algo encorvada su alta
figura, transmitía una calma y serenidad
que sus palabras acentuaban. Sus homilías
eran así de tranquilas, con un hondo contenido
pleno de enseñanza del magisterio eclesial.
Sus cabellos completamente blancos desmentían
la edad de Monseñor Salvador, quien contaba
con 55 años de existencia. Todos los que
le conocieron de manera poco íntima, le
recuerdan como una persona amable, sencilla y
afable, de pronto saludo. Los que le conocieron
de manera más cercana le reconocen un profundo
sentimiento de caridad. Graduado en Biología,
se desempeñó por corto tiempo en
el CENIT. Renunció a su vida civil y recomenzó
sus estudios para graduarse nuevamente, esta vez
en la difícil carrera de pastorear hombres
para conducirlos a Dios. Su nombre se correspondía
plenamente con esa bella tarea de salvar almas.
En la revista diocesana "Palabra Nueva"
aparecieron al menos tres trabajos que reflejan
su pensamiento, profundas reflexiones llenas de
sentido teólogo-eclesiológico. Estos
escritos proclaman además su amplio conocimiento
en esa materia. El último de ellos, aparecido
en diciembre del 2003, es una disquisición
sobre la verdad, recogida bajo el título
"La cuestión de la Verdad", que
fuera su última conferencia, pronunciada
durante el encuentro Nacional de Comunicadores
Católicos celebrado en noviembre del mismo
año en Camagüey.
Recuerdo haber emitido mi criterio sobre la inclusión
de ese apartado en las páginas de la revista,
por lo complejo que resultaba el tema para aquellas
personas que iban a leer la revista. Los caminos
de Dios son inescrutables. Ahora doy gracias por
la inserción de aquel segmento. En uno
de los párrafos decía: "Sin
la verdad no hay la libertad, si no hay una verdad
a la que todos, absolutamente todos, tenemos que
respetar, entonces la libertad se transforma en
libertinaje. Si la libertad se transforma en un
absoluto, si no está referida y subordinada
a la verdad, desaparece como libertad y se convierte
en arbitrariedad absoluta, desaparece todo valor
que fundamente una ley y es el imperio de la fuerza,
la anarquía y la imposibilidad de una convivencia
digna de los seres humanos".
Las honras fúnebres fueron impresionantes.
Los habaneros no recuerdan ceremoniales como éste.
El cuerpo del obispo Riverón estuvo expuesto
sobre un túmulo funerario y revestido con
los ornamentos que proclaman su dignidad de Pastor.
Las innumerables misas ofrecidas cada una hora,
se realizaron de manera ininterrumpida desde que
su cadáver fue llevado a la Catedral de
La Habana, donde ejerció como párroco.
Miles de fieles desfilaron por el recinto religioso,
destacándose sus hermanos en el episcopado,
sacerdotes, religiosos y religiosas presentes
en esta parte del país. El dolor compartido
solidariamente por hermanos de otras denominaciones
cristianas y la presencia de los representantes
de la Iglesia Ortodoxa Griega fue un gesto de
impresionante valor ecuménico.
El redoble de campanas quedó enmarcado
por un ambiente de silencio al que contribuyó
la suspensión de todos los ajetreos tan
comunes en esta zona turística de la ciudad,
y una actitud a destacar de respeto por parte
de la Oficina del Historiador. Finalmente la Misa
presidida por Jaime Ortega, donde se personó
gran parte del cuerpo diplomático, personalidades
de la vida sociocultural de diferentes estratos
de la sociedad capitalina y el pueblo humilde
que desde diferentes regiones del occidente vino
a despedir a su obispo.
Una enorme caravana acompañó al
cuerpo sin vida hasta su última morada
en el panteón de los obispos del Cementerio
de Colón. El tránsito se vio afectado
y en algunos tramos de la Avenida del Puerto se
llegó a paralizar.
Contrasta todo esto con el silencio habitual
mantenido por los medios de comunicación
del país que ni siquiera una reseña
se molestaron en publicar. Dicen que en la versión
internacional de Granma apareció una breve
esquela, la cara externa que se contrapone a la
interna que mira a nuestro acontecer cotidiano.
Pero una vez más, con sólo la convocatoria
de su Iglesia, el pueblo agradecido superó
con su magnánimo gesto las pequeñeces
de esta índole.
Mucho quedaba por dar a Salvador Riverón
en esta Cuba tan necesitada de de hombres con
su erudición y fe. Pero si creemos que
en verdad la muerte no existe; si afirmamos la
verdad de la resurrección en la vida que
continúa ante la presencia de la Verdad
eterna, entonces tenemos que saber que Monseñor
Salvador no ha muerto. Quizás le haya sido
asignada una nueva misión, muy superior
para ser comprendida por nuestra capacidad humana
tan limitada. Es posible que ahora tengamos en
el Cielo un nuevo intercesor abogando por tantas
penas y dificultades que se ciernen sobre el pueblo
cubano.
Recientemente le han precedido en el camino hacia
la Morada Eterna, Monseñor Boza Masvidal,
Monseñor Adolfo Rodríguez y apenas
hace un mes el padre Santana. ¿Acaso urge
la presencia de estos hombres ante el Señor
de la Historia? Son simples conjeturas, pero en
las últimas palabras dirigidas al Cardenal
Jaime Ortega y pronunciadas por Salvador antes
de caer en el estado crítico del que apenas
se recuperaría hasta su fallecimiento,
se recoge el sentimiento de su oración
personal y de sacrificio por el pueblo de Dios
a él encomendado en esta región
de la Tierra: "Todo lo he ofrecido ya".
En esa frase, dicha a modo de conclusión,
está contenido el espíritu del Crucificado
que apela por la redención de la humanidad.
Sabemos que el Padre acogerá ese ofrecimiento
generoso que redundará en bien de Cuba.
Mucho tiene que ofrecer aún Monseñor
Salvador Riverón Cisneros desde esa otra
vida que no acaba jamás. cnet/43
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