POLITICA
¡A correr que, que
viene el lobo!
Ana Leonor Dìaz, Grupo Decoro
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org)
- Una febril actividad, a veces soterrada, otras
pública, recorre la Isla, abocada por las
autoridades a una nueva movilización militar,
en medio de declaraciones oficiales sobre la amenaza
o el peligro de una invasión de los Estados
Unidos.
El hecho no es nuevo en los últimos 45
años, en que el pueblo cubano ha visto
militarizada la vida nacional hasta en los momentos
más íntimos. El despliegue bélico
cubano alcanzó altos niveles en 1962, cuando
la crisis de los misiles, pero ya desde dos años
antes, y cada vez que hay elecciones presidenciales
en los Estados Unidos -es decir, cada cuatro años-
el régimen de La Habana revive la leyenda
de Pedro y el lobo, el pastorcillo que siempre
bromeaba con el inminente ataque de un lobo a
la manada de ovejas.
La movilización actual se basa en unas
supuestas declaraciones del enviado especial para
Latinoamérica del Departamento de Estado,
Otto Reich, que ha servido para alimentar por
lo menos tres discursos del jefe de estado y cotidianas
informaciones en la prensa oficial acerca de la
disposición de combate de las disminuidas
tropas regulares cubanas, cuya obsoleta tecnología
aqueja una antigüedad de más de 13
años, cuando disponía del entonces
seguro subsidio soviético.
Ahora, en sigilosas reuniones de militantes del
Partido Comunista, el régimen urge a disponer
reservas "para tiempos de guerra", y
a "redoblar la vigilancia" de los centros
de trabajo, organizando turnos de guardia fuera
del horario laboral.
Las medidas han sido recibidas con escepticismo
por la población en general, y hasta se
han rechazado algunas, por incongruentes y descabelladas,
en asambleas de trabajadores.
Eso ocurrió en un círculo infantil
-guardería- del poblado habanero de Mariel,
cuando dirigentes sindicales informaron que cada
uno de sus 26 empleados -la mayoría mujeres-
debía aportar cuatro pesos de sus exiguos
salarios para la compra de pellets, con el fin
de montar allí un campo de tiro para practicar,
en previsión de una invasión.
Las mujeres, además, debían hacer
guardias nocturnas a pesar de los custodios contratados,
para "reforzar la vigilancia". Las órdenes
dispuestas por los jerarcas sindicales provocaron
el rechazo de las trabajadoras, todas madres de
familia que, con el peso de la lógica,
rebatieron una por una las decisiones: frente
al círculo hay un campo de tiro, ¿para
qué crear otro en un sitio donde se cuidan
niños pequeños? ¿Para qué
pedir más dinero del mísero salario
real, que además del sustento cotidiano
debe pagar la obligada cuota sindical y el día
de haber para "la defensa"? Y finalmente,
si tenían que hacer guardias, ¿por
qué no suspender el trabajo de los custodios
nocturnos y distribuir ese gasto entre los bajos
sueldos de las educadoras de la guardería?
La asamblea concluyó "como la fiesta
del guatao", todos se desperdigaron y no
se llegó a conclusiones. No se sabe si
los jerarcas sindicales dieron como "aprobadas"
las descabelladas medidas, o se marcharon confusos,
con la cola entre las piernas.
Una actitud más comedida, pero escéptica,
adoptaron los militantes del partido y los jóvenes
comunistas del ICAIC, cuando se les planteó
hacer reservas de película de 35 milímetros
y casetes de video, y guardarlos en los túneles
del Vedado "por si hay guerra". Algunos
de los presentes, que fueron militares en otra
vida, quedaron perplejos ante la orden, tan peregrina
como las impartidas a la guardería infantil
del Mariel. Una sensación de "dejá-vu"
y un sabor a Pedro y el lobo pasó por sus
mentes, pero la disciplina de la doble moral se
impuso: allí nadie dijo nada.
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