SOCIEDAD
La peluquera (II)
Oscar Mario González,
Grupo Decoro
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Si los
ojos seducen y los labios embriagan, el cabello
deslumbra. Y así como la fronda y el follaje
revelan la majestuosidad del bosque, el cabello
nos muestra todo el esplendor del rostro humano.
Por eso las féminas no escatiman el dinero
tratando de verse lindas y relucientes, aunque
para ello tengan que despojarse del último
peso y la última peseta.
Tampoco existe un hombre realmente enamorado
que no esté dispuesto a vaciar su bolsillo
en la peluquería con tal de disfrutar de
un pelo arregladito y reluciente que enaltezca
el rostro de la mujer amada.
De aquí que la peluquera y las peluquerías
tengan garantizado el futuro sin temor a las escasas
preferencia por el pelado al rape, que más
que nada y por sobre todo, son extravagancias
pasajeras sin promesas de futuro.
Por esta razón tan simple las peluqueras
han podido sortear los rigores del comunismo en
todos los tiempos y las angustias del presente.
Ellas siempre se han "defendido" bastante
bien comparadas con el resto de la población.
A ello ha contribuido de manera decisiva un espíritu
emprendedor y su agudo pragmatismo, cuyo ojo avizor
y fino olfato le indicaron, desde muy temprano,
que el comunismo no era impermeable. Que el león
no era tan fiero como lo pintaban. Que una ideología
tan aburrida y latosa no encajaba con el guasabeo
y el socialismo criollos. Que bajo sus alas podía
cobijarse alguna que otra forma de iniciativa
privada, siempre que a la voluntad se unieran
la astucia y el firme deseo de la subsistencia
y el progreso personal; lo cual incluía,
entre otras, buenas relaciones con el Comité
de Defensa de la cuadra, y especialmente con la
mujer de su presidente. Porque si de algo está
segura la peluquera es de que tiene las llaves
de la belleza a cuyos recintos todas procurar
entrar.
Ha sido así como la peluquera (aún
desde los tiempos en que la actividad por cuenta
propia era escasa, y a sus promotores se les decía
"bisneros" por asociación con
la palabra inglesa business) siempre mantuvo algún
nivel de actividad por cuenta propia. Aún
en momentos en que el trabajo no estatal se consideraba
como algo pecaminoso. Siempre alternó su
labor de la peluquería estatal con algunos
"favores" y "atenciones" a
conocidas y amigas. Fueron ellas, junto a bodegueros
y carniceros los antecesores de los actuales "macetas".
Porque entre otras cosas, nuestras maestras de
la belleza han demostrado ser hábiles y
bien conocedoras de su oficio. Poseedoras, además,
de una gran versatilidad tan necesaria en estos
tiempos en que las modas cambian de un día
para el otro.
Siendo Cuba como es, entronque de razas y culturas,
sus peluqueras están adiestradas, como
pocas, a lidiar con los más diversos tipos
de cabellos.
Desde el de la negra que se adhiere al cráneo
renuente a ser molestado; la cabellera de azabache
de la "mulata blanconaza" indócil
y rebelde, cual caballuna crin, empecinada en
ondear como le plazca, ignorando los reclamos
del peine, hasta el sumiso y escaso pelo de la
rubia "carniblanca", empecinada en un
peinado propio de una cabellera espesa y abundante.
Todas salen complacidas y seguras de haber mejorado
su apariencia.
Los duendes que enturbian el aire cubano con
sus soplos de peligros, acechanzas y dificultades,
son visitantes mal recibidos pero inevitables
en la casa de la peluquera.
Ella no sólo ha de ser diestra y mañosa
con el cabello, sino que ha de poseer facultades
químicas y de laboratorio para obtener
algunos productos como tintes, aceites y materia
prima para el cold wave.
También ha de ser diligente, espabilada
y de buenas relaciones públicas que la
acerquen al vendedor furtivo del agua oxigenada,
al del tinte casero o industrial de las tiendas
dolarizadas y otros tantos y tantos productos
sin los cuales no es posible realzar la belleza
femenina. Ellos son más baratos cuando
se compran en el mercado negro, y más aún
cuando se elaboran en casa, permitiendo así
la competencia con las peluquerías estatales.
Y así, por entre tantos escollos y dificultades
siempre emerge triunfante la peluquera con su
inseparable sonrisa a flor de labios; pronta y
obsequiosa para con todos. Para con el borracho
y el policía, para con el gerente y la
costurera; para con el oficial de la Seguridad
y el disidente.
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