PRENSA INDEPENDIENTE
Febrero 19, 2004

SOCIEDAD
La peluquera (II)

Oscar Mario González, Grupo Decoro

LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Si los ojos seducen y los labios embriagan, el cabello deslumbra. Y así como la fronda y el follaje revelan la majestuosidad del bosque, el cabello nos muestra todo el esplendor del rostro humano.

Por eso las féminas no escatiman el dinero tratando de verse lindas y relucientes, aunque para ello tengan que despojarse del último peso y la última peseta.

Tampoco existe un hombre realmente enamorado que no esté dispuesto a vaciar su bolsillo en la peluquería con tal de disfrutar de un pelo arregladito y reluciente que enaltezca el rostro de la mujer amada.

De aquí que la peluquera y las peluquerías tengan garantizado el futuro sin temor a las escasas preferencia por el pelado al rape, que más que nada y por sobre todo, son extravagancias pasajeras sin promesas de futuro.

Por esta razón tan simple las peluqueras han podido sortear los rigores del comunismo en todos los tiempos y las angustias del presente. Ellas siempre se han "defendido" bastante bien comparadas con el resto de la población.

A ello ha contribuido de manera decisiva un espíritu emprendedor y su agudo pragmatismo, cuyo ojo avizor y fino olfato le indicaron, desde muy temprano, que el comunismo no era impermeable. Que el león no era tan fiero como lo pintaban. Que una ideología tan aburrida y latosa no encajaba con el guasabeo y el socialismo criollos. Que bajo sus alas podía cobijarse alguna que otra forma de iniciativa privada, siempre que a la voluntad se unieran la astucia y el firme deseo de la subsistencia y el progreso personal; lo cual incluía, entre otras, buenas relaciones con el Comité de Defensa de la cuadra, y especialmente con la mujer de su presidente. Porque si de algo está segura la peluquera es de que tiene las llaves de la belleza a cuyos recintos todas procurar entrar.

Ha sido así como la peluquera (aún desde los tiempos en que la actividad por cuenta propia era escasa, y a sus promotores se les decía "bisneros" por asociación con la palabra inglesa business) siempre mantuvo algún nivel de actividad por cuenta propia. Aún en momentos en que el trabajo no estatal se consideraba como algo pecaminoso. Siempre alternó su labor de la peluquería estatal con algunos "favores" y "atenciones" a conocidas y amigas. Fueron ellas, junto a bodegueros y carniceros los antecesores de los actuales "macetas".

Porque entre otras cosas, nuestras maestras de la belleza han demostrado ser hábiles y bien conocedoras de su oficio. Poseedoras, además, de una gran versatilidad tan necesaria en estos tiempos en que las modas cambian de un día para el otro.

Siendo Cuba como es, entronque de razas y culturas, sus peluqueras están adiestradas, como pocas, a lidiar con los más diversos tipos de cabellos.

Desde el de la negra que se adhiere al cráneo renuente a ser molestado; la cabellera de azabache de la "mulata blanconaza" indócil y rebelde, cual caballuna crin, empecinada en ondear como le plazca, ignorando los reclamos del peine, hasta el sumiso y escaso pelo de la rubia "carniblanca", empecinada en un peinado propio de una cabellera espesa y abundante. Todas salen complacidas y seguras de haber mejorado su apariencia.

Los duendes que enturbian el aire cubano con sus soplos de peligros, acechanzas y dificultades, son visitantes mal recibidos pero inevitables en la casa de la peluquera.

Ella no sólo ha de ser diestra y mañosa con el cabello, sino que ha de poseer facultades químicas y de laboratorio para obtener algunos productos como tintes, aceites y materia prima para el cold wave.

También ha de ser diligente, espabilada y de buenas relaciones públicas que la acerquen al vendedor furtivo del agua oxigenada, al del tinte casero o industrial de las tiendas dolarizadas y otros tantos y tantos productos sin los cuales no es posible realzar la belleza femenina. Ellos son más baratos cuando se compran en el mercado negro, y más aún cuando se elaboran en casa, permitiendo así la competencia con las peluquerías estatales.

Y así, por entre tantos escollos y dificultades siempre emerge triunfante la peluquera con su inseparable sonrisa a flor de labios; pronta y obsequiosa para con todos. Para con el borracho y el policía, para con el gerente y la costurera; para con el oficial de la Seguridad y el disidente.



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