CULTURA
Epílogo para otra
feria
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org)
- Acaba de cerrar sus puertas la Feria del Libro
de La Habana 2004. Apenas faltando un día
para terminar las actividades, se apreciaba una
notable falta de público asistente en comparación
con los primeros días. El viernes 6, fecha
en que los predios del Castillo de la Cabaña
acogieron a miles de personas interesadas en la
compra de libros, los accesos a los diferentes
stands, fundamentalmente los de moneda nacional,
así como los que acogieron a editoriales
de renombre y establecimientos especializados,
se vieron abarrotados de un público ávido
de encontrar nuevas propuestas.
Aunque aparecieron nuevos libros sobre las mesas,
otros se repetían y hasta los que han estado
ociosos durante todo el año en las librerías
de la calle, fueron llevados nuevamente a la feria.
Algunos planificaron vacaciones, pero los más
decidieron darle un esquinazo al trabajo o a la
escuela, para hacerse presentes desde el inicio
del evento. El que no lo hizo así habrá
sufrido la decepción de encontrar los estantes
medio vacíos y con menos ejemplares que
los presentados en los días inaugurales.
Los precios se mantuvieron altos, tomando en
cuenta que el promedio ha estado en los quince
pesos, con volúmenes valorados hasta en
cuarenta pesos. La mayoría de los libros
vendidos en moneda nacional oscilaban entre 10
a 25 pesos. La literatura infantil y juvenil no
contó con una gran representación
de títulos nuevos y aunque aparecieron
algunas novedades de Salgari, Verne y Dumas, no
se superaron las expectativas. Para el grupo de
lectores más jóvenes se editaron
cerca de cincuenta títulos incluyendo los
que han repetido en ferias anteriores. Una obra
como El Vizconde de Bragelonne, de Alejandro Dumas,
provocó más de una reflexión
antes de ser adquirida porque sus tres volúmenes
sumaban treinta pesos. No es alto, pensarán
algunos, tomando en consideración el precio
de los libros en otras partes del mundo. Pero
para el salario de un cubano promedio, la cifra
referida resulta alta.
Así la edición en imprentas cubanas
de La Última Legión, novela del
autor Valerio Massimo Manfredi, fue tasada en
quince pesos, mientras que la misma obra se vendía
en el departamento de Grijalbo a doce dólares.
Ciertamente la diferencia es notable.
Una queja generalizada de los visitantes giraba
en torno a la mala calidad de las ediciones, así
como la ausencia de autores cotizados por el público
lector, tales como Eduardo Padura y hasta el mismo
Daniel Chavarría, de quien se ofertaron
algunos títulos como El Rojo en la Pluma
del Loro y re-ediciones de sus primeras obras
publicadas, Joy y La sexta Isla. Pero nada de
lo último de ambos escritores. La anunciada
variedad y cantidad de libros para esta feria
contrastaba nuevamente con la reducción
del número de galerías dedicadas
a la venta en moneda nacional.
Las restantes locaciones del complejo estaban
ocupadas por editoriales cubanas y librerías
como La Moderna Poesía y La Bella Habanera.
Lo diferente en ellas es que los títulos
presentados en las mismas sólo podían
ser adquiridos con divisa. Nuevamente se comercializaron
muchos libros de colorear, adaptaciones de cuentos
en pequeño formato para el disfrute de
los más pequeños y rompe cabezas,
o puzzles, todos ellos también en dólares.
De las muestras extranjeras una vez más
el stand más congestionado fue el ocupado
por la editora combinada Grijalbo-Mondadori. En
sus numerosos estantes y mesas se podían
encontrar habitualmente novedades que difícilmente
se hallan en los establecimientos de la Isla.
Pero como los precios son igual de elevados, muchos
entran para aunque sea tener en sus manos esa
literatura alejada a sus posibilidades. No faltan
los que hojean las páginas y tratan de
leer de manera resumida algún pasaje de
su escritor favorito. En esta ocasión tampoco
se caracterizó esta famosa casa editorial
por superar las entregas de años anteriores.
Incluso no fue muy generosa en las ofertas. El
penúltimo día anunciaron rebajas
de 50 por ciento para libros infantiles. Una señora
que confesó disponer de un solo billete
de un dólar me preguntó cuántos
libros podría comprar en dicha rebaja.
Pensé que al menos tendría la posibilidad
de adquirir dos libritos. Pero los precios, aún
después del recorte, en la mayoría
de los casos rebasaban los dos dólares,
llegando algunos a siete. ¡Menos mal que
los rebajaron!
Ya casi a la hora del cierre, entré por
curiosidad al pabellón dedicado al país
invitado, que esta vez correspondió a Alemania.
Se había comentado la decisión de
las autoridades del país europeo de no
dar apoyo a la participación de su representación,
debido a los eventos políticos ocurridos
durante el pasado año en Cuba y las consecuentes
medidas tomadas por la Unión Europea. No
obstante, un grupo de escritores y editores alemanes,
evidentemente izquierdistas, optaron por no acatar
la posición de su gobierno y acudieron
a la cita. Definitivamente ellos ya gozan de las
ventajas que brinda la democracia.
Las muestras exhibidas explicaban por sí
solas la postura de los participantes. Libros
de vieja factura, con temas poco interesantes
y dedicados casi todos a resaltar el ideario comunista,
componían esta muestra. Una entrevista
de Margot Honecker hecha por el dirigente comunista
chileno Luis Corvalán; "El Capitalismo
en estado de coma", obra de una impronunciable
escritora germana; libros con imágenes
del Berlín Oriental adornado con estrellas
rojas y mostrando soldados con idéntico
uniforme al de sus hermanos soviéticos.
Un volumen dedicado a explicar y resaltar las
bondades del hermano Stalin y otro que nos conducía
a un paseo ideológico de la mano de los
compañeros de Lenin. No sé si por
proverbial tacañería o por no tener
más ejemplares que los expuestos, la mayoría
de las mesas aclaraban al público que los
libros mostrados no estaban a la venta. Los disponibles
para la compra estaban señalados con el
símbolo de la moneda a utilizar, con suficiente
claridad como para que no quedaran dudas de que
ellos estarán muy aferrados a la doctrina
comunista, pero buscan la moneda del moribundo
capitalismo tanto como nosotros.
El título más sugestivo de esa
muestra, y que trataba sobre el complot para ultimar
a Hitler, costaba 10 dólares. En contraste
sobre una mesa se amontonaban varios ejemplares
de un número de la gazeta Marxisttschen
Blatte con la palabra "gratis" escrita
sobre un cartel. Parece que ni de esa manera lograron
salir de ella. Otra de las propuestas exhibidas
eran varios plegables con la estampa de Rosa Luxemburgo,
luchadora indiscutible por los derechos de la
mujer, un tanto desgastada por su uso indiscriminado
en la iconografía del antiguo bloque socialista.
En una de las colas para acceder a los locales,
una señora reflexionaba sobre la cantidad
de gente que se movilizaba hacia este acontecimiento,
resaltando la importancia que aún tenía
la lectura de libros para nuestro pueblo, en comparación
con otros países donde el desarrollo de
las nuevas tecnologías de la información
está desplazando a la letra impresa.
Creo que la gran razón de esta avalancha
humana en busca de satisfacer el placer de leer
es la escasez de un flujo normal de publicaciones
durante el resto del año. Los cubanos gustan
de la lectura. Hace unos años todos los
meses salían a las librerías múltiples
ediciones con los más variados géneros.
No había que esperar a una feria que se
hace una vez al año, para encontrar nuevas
tiradas de libros. cnet/43
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