SOCIEDAD
¿Qué tomamos los
cubanos: café, chícharo o metralla?
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org)
- En 1963 el devastador huracán Flora arrasó
con el territorio oriental de Cuba, poniendo en
crisis la infraestructura agrícola de la
región, incluyendo los cafetales.
Aquel fenómeno meteorológico sirvió
de justificación al gobierno cubano para
racionar el consumo de café para la población
a través de la libreta de abastecimiento.
Aunque la medida restrictiva era tomada provisionalmente
por las afectaciones sufridas en los cultivos
en la mayor zona productora del país, a
partir de ese momento los cubanos sólo
podían comprar cuatro onzas mensuales de
café. No fue este producto el único
afectado, pues otros tales como las cervezas y
cigarrillos pasaron a engrosar el contenido de
la libreta.
Han transcurrido cuarenta años desde aquel
acontecimiento que motivó el racionamiento
del aromático polvo. El carácter
temporal de la medida se hizo perenne. Se anunciaron
muchos planes estatales para la recuperación
de los cultivos en Oriente, con el consecuente
incremento de la producción.
Pero el sistema socialista, fiel a su costumbre,
no sólo ha mantenido la pírrica
cuota mensual, sino que introdujo la genial fórmula
del café mezclado. La misma se inició
con una proporción de granos de garbanzo,
y su adquisición era opcional. Incluso
en los primeros momentos daban más cantidad
del producto ligado a quien hiciera preferencia
de éste sobre el café puro. Al paso
del tiempo lo opcional se transformó en
obligado, y el contenido del mezclado varió
según los tiempos: achicoria y chícharos
ocuparon la supuesta mitad complementaria del
producto. La capacidad financiera del país
ha influido en el tipo de granos importados y
que han sido utilizados para acompañar
al café.
Finalmente, a los cubanos se nos vende una cuota
de polvo de café unido a una heterogénea
mezcla de otros productos. Como no existe una
información que aclare la proporción
de esa preparación, no sabemos exactamente
la cantidad de café que estamos recibiendo
realmente. En los últimos tiempos, al agudizarse
la crisis económica en que ha vivido el
país, el producto designado con el nombre
de café se ha deteriorado aún más
en su calidad. El sabor insípido o demasiado
alejado del que tiene la infusión original,
las obstrucciones en las cafeteras que han provocado
hasta explosiones de las mismas, han sido algunas
de las consecuencias de esta situación.
Dos cosas quedan bien claras en este asunto.
Primeramente, la incapacidad del sistema para
recuperar niveles de producción cafetalera
que garanticen la satisfacción del mercado
nacional.
La otra cuestión es que no estamos tomando
café. La degradación del paladar
criollo ante el sabor de la gustada infusión
ha llegado a extremos risibles, pues la gente
se deleita con un brebaje de color negro, a veces
caliente, cuyo contenido total es polvo de chícharos
tostados, llegando a celebrar al final la buena
elaboración de ese rico café.
Si deseamos tomar una taza pura del estimulante
néctar no tenemos otro camino que adquirirlo
en dólares en la red de tiendas en divisas
que existen en toda la Isla. En esos establecimientos
se muestran varias marcas producidas en el país
a precios bastante elevados si se considera el
bajo nivel de los salarios, pagados en moneda
nacional.
Podemos decir que los cubanos nos hemos convertido,
de buenos consumidores de café, en originalísimos
chichareros. Por ello estamos a la espera de una
producción nacional de chichareras para
sustituir las cafeteras y que se termine de poner
el nombre correcto a lo que estamos tomando en
Cuba y que eufemísticamente seguimos llamando
café. cnet/21
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