PRENSA INDEPENDIENTE
Febrero 4, 2004

POLITICA
Cómplices: buenos y malos

LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Concientes o no de su enrolamiento en el complot para encubrir póstumamente las culpas del comunismo, para algunos la complicidad con ciertos crímenes es más grave que con otros igualmente execrables, pero justificado por un signo ideológico. Al menos para ellos.

Hace varios meses la muerte de la centenaria cineasta alemana Leni Riefenstahl volvió a colocar sobre el tapete el espinoso y nunca resuelto tema de la responsabilidad cívica del artista.

La obra de la directora de "Olimpia" y "La luz azul", a la vez que revolucionadora del lenguaje cinematográfico de su época, constituyó una apología del Tercer Reich. Algunos aseguran que la realizadora fue amante de Adolfo Hitler. En 1947 fue juzgada por complicidad con el régimen nazi. La sombra de su pasado nazi la persiguió implacablemente durante más de la mitad de su larga vida, pese a sus reiterados alegatos de desconocimiento de lo que realmente ocurría en los dominios hitlerianos.

Sin embargo, nada parecido ocurrió ni siquiera a uno de los miles de intelectuales europeos y latinoamericanos que, con sus deslumbradas apologías del paraíso proletario soviético, se hicieron cómplices de los crímenes comunistas. Su fascinación no la lograron disipar las purgas stalinistas, los procesos de Moscú, la colectivización forzosa o el pacto Molotov-Ribentrop. Tenían una coartada que los inmunizaba de culpa. Aunque reconocieron cierta similitud en los métodos, la causa de la hoz y el martillo era intrínsecamente justa, no así la de la swástica.

Aunque hoy parezca contra natura el fatal encantamiento del intelecto por los regímenes totalitarios, para los jóvenes intelectuales ante el desolador panorama de la Europa de entreguerras, la elección entre los totalitarismos fascista y bolchevique no era algo raro. Gabriel D´Anunzio y Ezra Pound abrazaron con fervor la causa fascista, mientras Louis Aragon y Paul Eluard se proclamaron marxistas convencidos. Cuesta creer que poetas de la sensibilidad de Pablo Neruda y Nicolás Guillén cantaron loas a Stalin alguna vez.

Tras la caída del Muro de Berlín, la izquierda mundial, en su orfandad aturdida, se empeñó en demostrar la justeza a ultranza de la ideología comunista, cuyos métodos habían fracasado debido a una madeja de errores humanos, perfectamente perdonables. Como el fénix, algún día renacería de sus ruinas para culminar su tarea redentora.

Nada mejor que el siempre oportuno contraste con la pesadilla nazi para silenciar a sus detractores, los que no olvidan que el enemigo común de ambos sistemas fue la democracia, y que el obstáculo insalvable que los destruyó fue su incapacidad para cambiar la naturaleza del ser humano.

Los crímenes contra la humanidad no se deben juzgar por cantidades matemáticas, fría por demás, aunque indiquen la magnitud de las tragedias. Pero para los que se consuelan con la idea de que frente a la barbarie nazi, son males menores los del marxismo-leninismo y sus derivados, vale recordar que en el cumplimiento de sus sueños, en menos de un siglo, las víctimas globales ocasionadas por el comunismo se calculan, conservadoramente, entre 85 y 100 millones de muertos, casi un 50 por ciento más que las ocasionadas por las dos guerras mundiales.

Pese a todo, se sigue hablando de utopía como si nunca hubieran existido gulags, estados policiales controlados por la Stassi o la KGB, Pol Pot y el Khamer Rouge, los pelotones de fusilamiento y los campos de trabajo forzado en Siberia, China y Cuba. La plaza Tiananmen y un largo etcétera de atrocidades. Los utópicos incorregibles son vistos con condescendencia y no tienen que soportar vendettas.

Hoy, más allá de las torres de marfil y de la responsabilidad social de los creadores, que indudablemente la tienen, lo más importante es que las ideologías asesinas reposen de una vez y por todas en el estercolero de la historia, por el bien de la raza humana.

Leni Riefenstahl ya purga su culpa ante Dios. Todos los cómplices de ideologías asesinas, de uno u otro signo, tienen bastante con el tribunal de sus conciencias. cnet/50



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