PRENSA INDEPENDIENTE
Abril 6, 2004

SOCIEDAD
Un lugareño pobre

Richard Roselló

LA HABANA, abril (www.cubanet.org) - Cualquier visitante podría pensar que Surgidero de Batabanó es un municipio olvidado: calles polvorientas, intransitables para el transporte y el peatón; llenas de baches, basuras, escombros de zanjas abiertas y cubiertas por aguas sucias, estancadas generando focos de contaminación. Una hierba que crece casi a punto de convertirse en manigua cerrada donde abunda el mosquito. Viviendas en espera de ser reparadas por la carencia de materiales. Parques abandonados, sin pintar y hasta un policlínico carente de reactivo para un simple análisis.

Un pueblo de jóvenes extenuados y confundidos; hacinados en barrios insalubres donde existe una gran incidencia de violencia, alcoholismo, vagancia, robo, prostitución, donde no hay entretenimientos sanos.

Donde viven gentes enamorados y desencantados, apasionados y decepcionados. Lugar con una imagen de haber sido alcanzada por bombas (de la indolencia) vive aún los resuellos del último huracán, que no ha permitido sanar la vida de esos pobladores de Surgidero de Batabanó en la costa sur de La Habana, a pesar de las largas promesas del gobierno.

Luego del paso del fenómeno meteorológico un octubre del 96 cuyas pérdidas materiales se acumulan sin resolver, la visita de Fidel Castro a ese distante poblado parecía anunciar que mejorarían las cosas.

Fue en aquel entonces que se interesó por el número de casas en mal estado, un 95 por ciento, de madera. Se asombró de la cifra proporcionada. Espetó que era un pueblo que había aportado mucho a la economía del país. Ciertamente, el ramo de la pesca (captura de mariscos, peces y esponjas) produce más de cien millones anualmente que se aportan al Estado.

El Presidente encargó a su vicepresidente, Carlos Lage, la responsabilidad y control de reparar dicha localidad. La Empresa Constructora de Provincia Habana cuantificó los daños para la inversión y pronto llegaron camiones de arena, cemento, tejas, cabillas, piedras…

Una lluvia en materiales constructivos recibió Surgidero por primera vez en 37 años de revolución. Y fue a partir de aquí que sus pobladores pensaron que sus vidas serían más fáciles en lo adelante.

"¡Se equivocaron!", afirmó un viejo pescador local.

Decenas de familias batabanoenses se beneficiaron del plan Surgidero. Se desbarataron las viejas casas de casi un siglo y se construyeron nuevas de mediano costo; cimentación superficial sin pilotes con paredes de bloques, piso de losa y cubierta ligera de tejas para evitar posibles hundimientos por las zona pantanosa en que se enclava el pueblo.

Decenas de viviendas, casas biplantas, de columna y losa prefabricada se levantaron a cuenta de los propietarios.

Los tiburones de los controles se salpicaban con desvío de recursos a particulares no afectados por el huracán (aunque sí por otras necesidades) lo que motivó la expulsión de dirigentes por mal empleo de los recursos.

En esos ocho años de exabruptos y corrupción, una parte de las viviendas quedaron pendientes a terminación y otras no alcanzaron a emplear todos los materiales asignados.

El mal trabajo técnico, el desorden llovió como los recursos. Las obras no se realizaron bajo una secuencia lógica planificada, sino de forma arbitraria, construyéndose aquí y allá. En medio de ese desconcierto se priorizaron viviendas de ciertos residentes de influencia y jerarquía, adonde fueron a dar más materiales de los requeridos.

Después de las construcciones, las calles de Surgidero terminaron casi sin pavimento. Encima de todo, se inició la instalación del servicio hidráulico a las acometidas de las viviendas, por lo que hubo que romper las calles sin terminación, lo que impide que el transporte público llegue al pueblo.

De esto hace más de un año, y las obras permanecen detenidas por la falta de recursos.

Pero Surgidero ha sufrido otros tipos de despojo. Ha tenido que sufrir el despojo de sus costumbres y monumentos.

Véase la casa donde murió el músico mexicano Juventino Rosas, azotada por los huracanes del abandono. Un hotel como el Dos Hermanos, cercano a desaparecer, y un Cervantes que desaparecieron. Qué decir del ferrocarril de Batabanó, construido en 1848, una vía hoy insegura del transporte publico sin uso económico. Trágico destino asumieron algunos importantes instalaciones al triunfo revolucionario del 59: su Casino Español, el edificio del Ayuntamiento, sociedades, restaurantes, imprentas, periódicos, estudios de fotografía, cuartel de bomberos quedaron en el recuerdo.

Más tarde dejaron de existir su viejo muelle marítimo, que abrió comercio con el sur de la isla y Centro América, el centro telefónico, un paradero de ómnibus, tiendas. También desaparecieron las tradicionales regatas de botes o fiestas del pescador.

Por una falta de visión, cuando se dejan morir los símbolos, esos iconos de una localidad, el camino se torna un "lugareño pobre" tal como lo vio hace dos siglos el científico alemán Alexandre Von Humboldt cuando visitó Surgidero.



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