La sociedad civil y los hermanos
de ultramar
Ernesto F. Betancourt. El
Nuevo Herald, 14 de agosto de 2004.
Hay consenso en que una vigorosa sociedad civil
es indispensable en la era post-Castro para consolidar
la democracia y la economía de mercado.
Las sociedades marxistas atrofian la iniciativa
individual al crear en la población hábitos
de dependencia en el gobierno para la solución
de todos los problemas. Es más, las experiencias
en las transiciones sistémicas en el antiguo
bloque soviético revelan cierta añoranza
por la época del estado como fuente de
solución de problemas. En Cuba, por tanto,
es esencial alentar desde ya la emergencia de
una vigorosa sociedad civil para que sirva de
base a la reconstrucción del país.
El gobierno de Castro desea perpetuar la dependencia
de la población en el régimen para
todo. De ahí que el empleo por cuenta propia
haya sido objeto de medidas restrictivas a fin
de forzar a todo el mundo a depender de un empleo
del estado. En las empresas de inversionistas
extranjeros eso se logra con el reclutamiento
y el pago de la nómina a través
de empresas estatales.
Otra fuente de iniciativa privada es la remesa
familiar. Irónicamente, las recientes medidas
de la administración Bush, al limitar las
remesas a familiares directos, impiden la ayuda
a la iniciativa individual desde el exterior.
Las remesas a amigos y aun a gente vinculada con
el régimen facilitaban ayudar a la sociedad
civil. En principio, estoy de acuerdo con las
medidas tomadas. En alguna forma, especialmente
en relación con los viajes y las visitas
de yates, han cortado el tráfico de lavado
de dinero. Aparentemente, este tráfico
ascendía a cuantiosas cifras y generaba
anualmente cientos de millones de dólares
para las arcas del régimen por comisiones
de legitimar dólares ilegales.
No creo que la sección de intereses de
Estados Unidos pueda hacer una labor efectiva
de promover la sociedad civil cubana. Por definición,
esa tarea no corresponde a ningún gobierno,
ni nacional, ni extranjero, sino a los ciudadanos
individualmente. Además, recibir dinero
del gobierno de los Estados Unidos estigmatizaría
a cualquier disidente cubano y daría la
razón a la propaganda del régimen.
Creo que la labor de promover y ayudar a desarrollar
la sociedad civil puede hacerse por los que llamo
hermanos de ultramar: los casi dos millones de
cubanos que viven fuera de la isla en la actualidad.
Ellos pudieran organizarse para dar ayuda a cualquiera
que, dentro de la isla, quiera tomar la iniciativa
para resolver algún problema que confronta
su familia o su comunidad y que el régimen
no puede atender por falta de recursos.
No se me escapa el argumento de que esto ayudaría
a aliviar la presión sobre el régimen.
Pero si lo que deseamos es ayudar a desarrollar
una sociedad civil vigorosa, ¿no es eso
precisamente lo que hace falta hacer? ¿Qué
manera mejor de demostrar la virtud de la iniciativa
individual que alentando y facilitando que la
gente resuelva los miles de problemas cotidianos,
desde la falta de medicinas hasta la reparación
de casas, por iniciativa propia ante la incapacidad
del estado para hacerlo?
Igualmente ocurre con el argumento de negar las
remesas a la gente del partido. El que tenga un
hermano o un primo en el partido y quiera ayudarlo
a resolver un problema familiar, que lo haga.
Muchos amigos no comparten esta idea conmigo,
pero mediten un poco. ¿Es mejor empujar
a la gente a los brazos de Fidel? Después
de todo, hasta la propia Ley Helms-Burton sólo
limita la aceptación de la transición
a que estén excluidos Fidel y Raúl.
Y por un elemental sentido de ética, a
que no hayan cometido crímenes de lesa
humanidad. Si vamos a construir una sociedad para
todos empecemos desde ahora.
La ayuda oficial americana pudiera encaminarse
a las labores de organización y asesoramiento
técnico sobre cómo otorgar esa ayuda
a través de organizaciones no gubernamentales
(ONGs) en las comunidades de ultramar, posiblemente
bajo un programa dentro de la AID. Pero toda ayuda
financiera tendría que venir de los individuos
que formaran esas ONGs y de las actividades de
levantar fondos privados que lleven a cabo.
El régimen trataría de captar esas
ONGs para su beneficio o de entorpecer sus labores.
Será necesario tomar medidas para evitarlo.
Pero crear puentes de ayuda ofrecería un
mentís efectivo a la diabolización
de los Estados Unidos y los cubanos de ultramar
que plantea la propaganda gubernamental.
Creemos una sociedad civil a través de
la hermandad entre los cubanos de ultramar y los
de la isla. Esa sociedad civil ofrecerá
la base más sólida para construir
el futuro de Cuba.
.
|