Agresiva Embajada cubana
Por Carlos Montaner. El
Comercio, Ecuador, 1 de Agosto del 2004.
Ocurrió hace pocos días. La Universidad
Andina y la Cámara de Comercio de Quito
me invitaron a dar una conferencia en torno a
la gobernabilidad y el proceso de selección
de líderes en las sociedades democráticas.
Era un tema hermoso y acepté. Además,
me invitaban dos grandes y buenos amigos, Blasco
Peñaherrera padre e hijo.
No pude hablar en la Universidad Andina. Se congregaron
varios centenares de personas deseosas de escuchar
la charla, pero la Embajada cubana en Quito organizó
una turba de unas veinte personas, incluida una
pobre niña irresponsablemente obligada
a participar en el escándalo, y el pequeño
grupo con sus gritos y obscenidades impidió
la realización del acto. Simplemente, el
Gobierno cubano decidió trasladar a Quito
su intolerancia, su agresividad, y su falta de
respeto por las normas civilizadas de comportamiento.
Supongo que los diplomáticos cubanos y
su puñado de cómplices ecuatorianos
estarán muy satisfechos de su hazaña,
aunque quizás se sientan algo frustrados
por no haber podido encarcelar a las personas
que asistieron al evento o fusilar a los organizadores,
como suelen hacer en Cuba con los demócratas
que intentan exponer públicamente sus ideas.
Finalmente, esa misma noche la Cámara
de Comercio pudo reunirse sin contratiempos a
escuchar la charla en un hotel de Quito, con la
presencia solidaria de doña Guadalupe Mantilla,
y al día siguiente, en Guayaquil, el alcalde
Jaime Nebot me pidió que la repitiera en
un solemne acto organizado en la Alcaldía
para declararme "huésped de honor"
de la ciudad, acto al que, entre otras personalidades,
acudió el canciller Patricio Zuquilanda,
un funcionario que no se deja intimidar por las
bravatas de ningún gobierno.
Aparentemente -no me consta-, el instigador de
este atropello contra la Universidad Andina fue
el consejero de la Embajada cubana Roberto de
Armas, hombre de los servicios de inteligencia
y verdadera autoridad en esa casa, sin que en
ello mediara la embajadora Ileana Díaz-Argüelles
Alasá, persona que, al menos entre los
amigos comunes que compartimos, tiene fama de
ser una buena señora bastante inconforme
en la intimidad de su hogar con la dictadura que
representa.
En todo caso, lo interesante de esta anécdota
grotesca es señalar la razón por
la que la Embajada cubana en Quito estaba tan
interesada en evitar un acto académico
encaminado a fortalecer la democracia en Ecuador.
El motivo es obvio: el gobierno de Castro está
haciendo todo lo posible por desestabilizar a
Ecuador. ¿Por qué? Porque esperaba
que el presidente Lucio Gutiérrez fuera
una especie de copia al carbón del venezolano
Hugo Chávez, y entre los dos contribuyeran
al triunfo de las narcoguerrillas comunistas colombianas
enfrentadas al gobierno de Alvaro Uribe, algo
que no ha sucedido.
A eso y a otras innobles tareas se dedica la
Embajada cubana en Ecuador: a estimular las protestas
indigenistas para debilitar al Estado ecuatoriano,
a alentar las fricciones con Colombia, y a crear
un clima de opinión en contra de la base
aérea de Manta, con el objeto de que una
retirada de los aviones espías norteamericanos
"libere" de cualquier control una enorme
zona fronteriza ecuatoriano-colombiana que pasaría
a ser otro de los "territorios sin ley"
al servicio de las narcoguerrillas comunistas.
Los diplomáticos cubanos financian grupos
políticos y candidatos a la presidencia,
sobornan, intimidan, agreden, y se comportan como
verdaderos matones. No respetan las normas más
elementales de las relaciones internacionales
ni creen en la soberanía ajena. Eso es
conveniente no olvidarlo nunca.
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