PRENSA INDEPENDIENTE
Septiembre 23, 2003

SOCIEDAD
Los administradores (I)

LA HABANA, septiembre (www.cubanet.org) - Aunque no lo parezca a simple vista, el administrador es, bajo el socialismo totalitario, un verdadero poder detrás del trono.

La naturaleza del sistema convierte al administrador en una de las figuras más abarcadoras e influyentes. El afán controlador de tales regímenes pugna por administrar la vida del hombre en sus más diversos y complejos aspectos. El hombre, conceptuado como una enorme pieza de la gigantesca maquinaria estatal, ha de ser dirigido, verificado e inspeccionado en toda su complejidad y diversidad.

El castrismo tiende a controlarlo todo: la vivienda, la medicina, la alimentación, el ocio, la pereza, el bolsillo, la risa, el llanto, lo que se lee, lo que se dice y escucha. Lucha denodadamente por conocer lo que se piensa. Para ello ha creado centros de investigación del cerebro y la mente. Así pues, en un país donde todo parece ser objeto de requisa, el administrador pasa a ser un personaje de primer orden.

Este oficio es tan viejo que se pierde en la historia del quehacer económico de la sociedad. Dígasele gerente, responsable, encargado o simplemente jefe, es la persona que responde directamente ante alguien o algo, por el funcionamiento de un objetivo económico o de interés social.

En Cuba, en la Cuba de siempre que, sin embargo, no se identifica con la de ahora, eran habituales los administradores de ingenios azucareros y fincas rústicas. Ellos se las entendían directamente con la propiedad, mientras los dueños vivían, por lo general, en las capitales de provincia o en la del país. Era muy cercano en el afecto, útil y efectivo, el encargado del edificio de apartamentos. Típico administrador que cuidaba de la seguridad y el mantenimiento de inmueble; al que se dirigían los inquilinos ante cualquier anormalidad o contingencia; a cualquier hora del día o de la noche, pues éste vivía en el mismo edificio como un vecino más.

Pero en aquella época la presencia del administrador era menos tangible, más difusa, al estar representada usualmente, por el dueño o propietario. Este era el caso de los comercios, talleres e industrias de pequeño y mediano tamaño, que a su vez representaban el elemento mayoritario y fundamental de la economía.

No fue sino a partir de las masivas confiscaciones de los primeros años del castrismo que se hizo popular y frecuente la figura del administrador. Todo pasó desde entonces a ser dirigido por un administrador. Comúnmente era el único representante visible del nuevo estado comunista ante la población, de bodegas, carnicerías, talleres e industrias de todo tipo.

Pero apenas existen semejanzas entre aquél que administraba en los primeros años, imbuido, generalmente en la esperanza de la promesa de un futuro promisorio, y éste de ahora. El de hoy está bien convencido de que acá todo es de todos y nada es de nadie; que sólo algunos terneros pueden mamar en las ubres de la vaca; que el país se desangra y que bajo el comunismo, hágase lo que se haga, las cosas irán de mal en peor. No obstante, todos quisieran ser administradores.

Tal vez los dos mayores anhelos del cubano actual sean, por orden de apetencia, irse del país, y mientras tanto, o en su defecto, meterse a administrador. No interesa de qué actividad productiva o de servicios se trate, o de lo lejano que pueda estar el negocio; por pequeño que sea o inatractivo que resulte, la administración llama al invento y el invento hace funcionar al país.

Pero no crea, amigo lector, que resulta tan fácil llegar a la administración de un objetivo económico en la Cuba del presente. La oferta es mucha y la demanda escasa. Aún así, muchos jóvenes acarician la idea como forma de situarse en un peldaño de la sociedad superior a la del resto de la población promedio, incluyendo a coroneles y doctores; algo inferior a la del dueño del paladar, pero similar a la del dueño de una próspera cafetería cuentapropista y por encima de la jinetera.

Pero lo más importante: es un invento estatal. Fuera de la aversión y ojeriza de las autoridades. Es un invento que cuenta con la simpatía de las autoridades. cnet/03

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