PRENSA INTERNACIONAL
Septiembre 22, 2003

Jorge Edwards: "Cuba vota con los pies, pero escapando"

La Nación Line, Argentina, 21 de septiembre de 2003.

El escritor chileno, que fue embajador de Salvador Allende en La Habana, considera que el cambio de régimen en la isla se producirá gracias a la disidencia interna y afirma que, incluso bajo la dictadura de Pinochet, había en Chile más espacio político que en la Cuba de Fidel Castro

SANTIAGO, Chile.- Jorge Edwards es uno de los más importantes narradores vivos de la lengua española, Premio Cervantes de 1999. En relación con Cuba, la obra y la biografía del chileno están llenas de interés. Uno de sus libros más leídos, Persona non grata , tiene como figura central la isla del Caribe, adonde el autor llegó en 1971 -tres años antes había visitado brevemente el país- como el primer diplomático del gobierno de Salvador Allende. En apenas tres meses sería expulsado. Hijo de una vieja tradición democrática, Edwards perpetró el crimen de reunirse a conversar libremente con amigos escritores cubanos, entre ellos José Lezama Lima y Heberto Padilla. Peor aún, llegó a rechazar una invitación a comer de Manuel Piñeiro, el otrora omnipotente jefe del espionaje cubano, a causa de un compromiso anterior con el autor de Paradiso . En un edificio con no pocos años, pero bien cuidado, vive el creador de Los convidados de piedra , en el hervor del centro santiaguino.

-A la distancia, ¿cree usted que ha cambiado mucho la Cuba que conoció a principios de los setenta con respecto a la de hoy?

-Yo creo que Cuba no ha cambiado demasiado en relación con la época en que estaba yo. Siguen las mismas condiciones del régimen político, la censura, la represión. Claro, Fidel Castro es más viejo, su sistema es mucho más viejo y eso tiene un fin previsible, pero que simplemente no sabemos cuándo se va a producir. No creo que el bloqueo sea la causa principal en la similitud de las condiciones de una época a la otra. Tiene una consecuencia indudable, pero los problemas son internos, son del sistema. Que Fidel fusile ahora no indica cambios. Recuerde que mató a mucha gente cuando comenzó la revolución, cuando hubo todos aquellos procesos judiciales rapidísimos. Después, no sé si moría gente de forma disimulada, no sé. Ahora ha fusilado a tres personas. Yo supongo que esto se debe a que Fidel, viejo, ha sentido miedo, inseguridad, y ha querido apretar más. Porque es evidente que tiene que sentir el efecto, el peso de la edad; ya no tiene la agilidad ni la fuerza que tenía antes, y entonces se le mueve el piso en la isla y reacciona con mucha dureza. Así que no sería extraño que esto continúe, que continúen produciéndose actos de represión fuerte. Se notaba que había un pequeño movimiento disidente, civil, acompañado del Proyecto Varela y con la acción de gente como Raúl Rivero. El movimiento por lo menos estaba ahí y no era destruido frontalmente. Ahora no, ahora hay un proceso distinto. Ahora hay una decisión de destruirlo.

-En estos días, Estados Unidos parece inclinado a que Europa se haga cargo de los problemas de La Habana. ¿Cuál es su percepción de este panorama?

-Eso es algo nuevo, las reservas de la Unión Europea son nuevas. Europa tuvo una actitud muy de manga ancha con Cuba durante mucho tiempo, sin darse cuenta de lo que realmente pasaba allá, claro. Sin querer admitir que era una dictadura de estilo, en el fondo, estalinista. Y les ha costado entenderlo. Parecería que ahora son más exigentes con respecto a la situación de derechos humanos, pero no conozco en detalle la reacción europea. Yo estoy muy lejos aquí de eso. Tengo poca información.

- ¿No es usted de los que se confunde cuando, por un lado, se ve cómo llegan miles de cubanos a Estados Unidos o mueren en el intento y, por el otro, se observan las masivas concentraciones que Castro convoca?

-Sí, son concentraciones obligatorias. A mí no me impresionan nada, porque yo estuve allá y sabía qué significaba para una persona que depende de un trabajo y que si pierde ese trabajo se tiene que ir a la nada, a la mendicidad o a cortar caña. Yo sé lo que significa que los convoquen desde su centro de trabajo para ir a una manifestación. Tienen que ir. Es un sistema de control tan eficaz, tan efectivo, que no es concebible que alguien no vaya a una manifestación política, alguien que tenga un trabajo. Esa misma gente, llegado el momento de una elección, vota por Fidel, pero si se le abre una puertecita pequeña y se puede escapar, se escapa. A eso se llama votar con los pies. Vota con los pies, escapando.

-En Persona non grata se produce un impacto entre un intelectual afianzado en una fuerte tradición democrática como la chilena y un proceso revolucionario afianzado en una fuerte tradición, si no dictatorial, al menos con pocos momentos que pueden realmente llamarse democráticos.

-Ese es uno de los temas centrales de mi libro. Mi libro es un choque de dos culturas. Una representada por mí en ese momento, que es la cultura política chilena, en ese tiempo bastante democrática. Después la perdió por 17 años. Pero, incluso, la forma pacífica como se ha construido el sistema democrático en Chile indica que aquí había algo, en la base del país digamos, que permitió hacer esto. No es fácil reconstruir la democracia de una manera pacífica. A nosotros nos reprochan no haber hecho el juicio de los crímenes y de los atropellos a los derechos humanos de la dictadura. Ayer yo escuchaba la conferencia de un español que hablaba de la transición en su país, y alguien de la audiencia le preguntó qué sucedió en España con la cuestión de los derechos humanos. Y él respondió: nada, hicimos una amnistía y olvidamos todo. Aquí se ha hecho mucho relativamente. No se ha llegado a la justicia perfecta -eso existe en el cielo y no en la tierra-, pero nos hemos acercado mucho. Ahora las declaraciones de los generales que estuvieron implicados en todo el régimen han reconocido los atropellos a los derechos humanos que se cometieron. Eso es bastante importante. Cuba está desgraciadamente muy lejos de este contexto. Yo creo que el balance de la dictadura de Castro en todo este período va a ser bastante negativo en el sentido histórico, digamos. Cuba va a terminar décadas de dictadura siendo menos en la cultura y hasta en la economía de lo que era antes. Claro que Cuba venía de otra dictadura, la de (Fulgencio) Batista. En Cuba ha habido mucho golpe de Estado y mucha inestabilidad política y eso permitió, justamente, que Fidel Castro y su grupo se apoderaran tan fácilmente de la situación.

-Ya que introduce el tema de la transición, ¿entiende usted que Raúl Castro puede ser un sustituto efectivo de su hermano si éste culminara, como se dice eufemísticamente, su ciclo biológico?

-A Raúl lo conocí, pero hace mucho tiempo. A Fidel Castro lo he seguido al menos por las noticias, pero de Raúl sé muy poco. No sé cómo ha evolucionado la situación de Raúl. No creo, francamente, que pueda sustituir a Fidel. No tiene la oratoria ni el carisma. Fidel, indudablemente, es un personaje de talento y de instinto político que no creo posea Raúl. Realmente, yo creo que después de Fidel vamos a tener muchas sorpresas. Esa es mi impresión. Y posiblemente el cambio va a venir de adentro, más que del exilio. Yo creo que la gente joven en el gobierno se da cuenta de las cosas y tiene que estar preparando algo.

- Dice usted que en Chile había algo en la base, de carácter histórico y positivo. ¿Podría ser ésa una diferencia con Cuba?

-En Cuba pueden venir cosas muy duras, no se sabe, porque esa transición puede ser muy descontrolada. Nosotros, aquí, en Chile, logramos una transición relativamente controlada, con conflictos pero controlada, y los españoles la hicieron bastante aceptable. Cómo va a ser la cosa en Cuba, no sé, no lo puedo decir. Fíjese que nosotros en Chile pudimos formar, en plena dictadura, una Comisión de Defensa de la Libertad de Expresión, que presidí yo, y éramos un número grande de personas. Pudimos formar el Grupo de los 24, que era gente que estudiaba los sistemas jurídicos con que se podía salir, la nueva Constitución o las reformas que había que hacerle. Antes del referendo se creó el Comité de Elecciones Libres. Se podían hacer muchas cosas, gracias a que la sociedad civil chilena tenía una experiencia democrática anterior. En el caso de Cuba es más difícil, me parece a mí. Además, la isla tiene un exilio que va a ser muy agresivo y que va a querer entrar... No sé lo que va a pasar. No soy profeta. He evitado siempre caer en profecías políticas. En España capté, en un viaje reciente, que el gobierno piensa que los cambios van a venir de adentro, de gente que forma parte del sistema actual, algo parecido a lo que pasó en Rusia. Gente como Putin, Yeltsin y el mismo Gorbachov: era toda gente del sistema. En España piensan esto, pero claro, mientras Fidel esté ahí no cambiará nada, será muy difícil que cambie algo. Su filosofía es resistir hasta el final y no cambiar nada. Supongo que teme que si hace un pequeño cambio, ese cambio lo arrastre y desaparezca. Incluso, tiene el ejemplo de Rusia y los países de Europa del Este. Se cayó el muro de Berlín y no quedó nada. Honecker, el jefe de Estado alemán, terminó su vida aquí en Chile.

-Por lo que usted dice, en la sangrienta dictadura de Pinochet había más espacio para la disidencia y la opinión contestataria que en Cuba.

-Sí, había más espacio, más espacio político, pero eso es un hecho. Basta leer las revistas. La revista Hoy, durante la dictadura; la revista Apsi, todavía más avanzada. Lea usted esas revistas y pregúntese lo siguiente: ¿se hubiera podido publicar esto en Cuba hoy, o en cualquier momento de estos 40 años? Imposible, imposible. Yo no escribía lo que me daba la gana pero, con cierto cuidado y diciendo las cosas entre líneas, se podía decir mucho. La disidencia en Cuba, para el auditorio cubano, es imposible. Cuando yo llegué en 1971, se publicaban algunos textos disidentes, digamos, entre comillas, como Fuera de juego , de Heberto Padilla, pero no circulaban. Lo publicaban para mostrarlo a los extranjeros, pero no estaban en ninguna parte, estaban escondidos.

-El caso Padilla estremeció el ámbito político-cultural cubano e internacional. Usted estaba en Cuba en ese instante y se refiere a él en su libro. A treinta años...

-Padilla era un poeta muy imaginativo, un intelectual de mucha chispa, gran conversador y conocedor de la Unión Soviética, cosa que era curiosa. Yo supongo que a él lo encarcelaron porque pensaron que era un hombre de ambiciones políticas. No sé exactamente si las tenía, pero en todo caso no tenía la menor posibilidad. Claro que un hombre aislado no tenía fuerza política. Su caso irritó a Fidel Castro y lo metió preso. Yo creo que lo quebró mucho dentro de la cárcel. No sé qué pasó dentro de la cárcel, pero... Después lo echaron a Estados Unidos y era un hombre muy pesimista. Estaba un poco desorientado y desesperanzado.

-Luego de la primera edición de Persona non grata , en 1973, cuando la intelectualidad de izquierda andaba todavía boquiabierta de admiración con lo que sucedía en Cuba, usted se granjeó innumerables denuestos, incluso el de ser agente de la CIA.

-Cuba fue una moda intelectual que pasó, hace rato que pasó. La gente, es cierto, me atacó por escribir Persona non grata . Lo hacían porque eran procubanos y pasaban yendo a Cuba de visita y qué sé yo. No es que ahora sean anticubanos; ahora se olvidó el tema, se preocupan por otras cosas, no les importa un pepino el asunto. Entonces tampoco me van a reivindicar a mí, ni van a decir: "oiga, nos equivocamos con respecto a Fidel, porque muchas de las cosas que usted escribió se han cumplido". No, simplemente están en otra cosa. El asunto pasó de moda y nadie se acuerda. Pero lo que sí ha cambiado es el mundo europeo y el latinoamericano en relación con Fidel. Hoy en día, es más difícil para un intelectual que quiera estar publicando y estar precisamente a la moda, defender a Fidel. Todavía, sin embargo, hay algunos que lo defienden por ahí. Fíjese que lo más característico, con respecto a todo esto último que pasó (las cárceles y los fusilamientos), es que se quedaron callados. Después hubo un manifiesto de apoyo a Fidel de algunas personas. ¿La amistad obsecuente de García Márquez hacia Fidel Castro? No la entiendo, no la entiendo. García Márquez no es un tonto, es una persona muy inteligente y bien informada, y su fidelidad hacia Castro no la entiendo. Usted ve cómo Saramago cambió. Saramago, claro, venía de la experiencia dura de la dictadura portuguesa, con una infancia también muy pobre y tenía muchos motivos para adherir a la revolución social, pero finalmente se dio cuenta de que el sistema era muy abusivo y de que no era ningún progreso para nadie. No sé en qué anda Ariel Dorfman, que fue uno de mis críticos más implacables. Ahora está en otra cosa. Se fue a Estados Unidos y se dedicó a ganar becas norteamericanas. Se convirtió en un industrial de las becas. Luis Sepúlveda se ha peleado conmigo por estos temas. Cuando lo conocí me hizo un elogio enorme, desmesurado, de Persona non grata . Después cambió. Durante mi estancia en Cuba conocí a varios intelectuales que continúan al lado de Castro.

-Entre lo que se publicaba de literatura cubana en la isla en los años setenta y lo que se lee hoy en Cuba, ¿se atrevería a hacer una comparación?

-Yo creo que anda un poco peor, por lo que se ve y lo que se recibe de allá. Ahora ni siquiera hay un mayor interés en disimular la situación de la literatura. No se sabe casi nada de la literatura de Cuba. Más bien veo que hay muchos escritores cubanos que están afuera. O están adentro pero con dificultades, y por tanto, publicando en el extranjero. Vivan o no en Cuba, gente como Mayra Montero, Abilio Estévez y Pedro Juan Gutiérrez publican en España.

Por Miguel Cabrera Peña

El perfil

Con Neruda

Nació en 1931 en Santiago de Chile. Narrador y periodista, se recibió de abogado y fue diplomático en París, junto a Pablo Neruda, y en Cuba a comienzos de los setenta, de donde fue expulsado por el gobierno de Fidel Castro, hecho que relata en su libro Persona non grata .

Premio Cervantes

Entre sus otros libros se destacan las novelas Los convidados de piedra (1978) y El anfitrión (1988) y el libro de memorias Adiós, poeta (1990). En 1999 recibió el Premio Cervantes de literatura.

LA NACION | 21/09/2003

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