DESDE
LA CARCEL
La
sombra de la sombra
Manuel Vázquez Portal
PRISION DE BONIATO, septiembre (www.cubanet.org)
- He leído, en la cárcel, el libro
más hilarante que pueda concebirse. Si
no fuera porque conozco que Enrique Núñez
Rodríguez murió, hubiera asegurado
que él fue el asesor de semejante humorada.
Es un texto para matar de risa al más triste
y amargo de los seres. Mario Moreno no hubiera
logrado mejor cantinflada. Doscientos veintisiete
páginas dignas de Churrisco o Carlos Ruiz
de la Tejera. Se trata del trabajo secreto de
doce agentes que hablan de algo tan público
como el periodismo independiente y la oposición
cubana. Es algo así como descubrir de repente
que el Sahara es un desierto. Juro que me he reído
a desternillarme, y se lo agradezco a sus autores
Rosa Miriam Elizalde y Luis Báez, aunque
los chascarrillos más sobresalientes pertenezcan
a los personajes-narradores.
El libro "Los Disidentes" es una ridiculez
tan sobrehumana que no mueve a otra cosa que a
la carcajada. Es tan grotesco que no admite la
sutil y fina sonrisa de algún ser cultivado.
Su vulgaridad es tan explayante que sólo
con la vulgaridad de una risotada puede compensarse.
¡Qué pícaros españoles
ni catrines americanos! Los personajes de este
libro sí son verdaderos "bichos",
concepción cubana del farsante, del truhán,
del pillo. Néstor Baguer, con su eterno
condón de luto sobre la testa vacía,
me inspiraba lástima, esta vez me hizo
reír; Aleida Godínez me producía
cierto asco, cierta repulsión -nada, machista
que soy-, esta vez me hizo reír; Manuel
David Orrio solía serme grotesco, esta
vez toda su ridícula presunción
me lo reveló de cuerpo entero, y si no
me reí fue por lo patético que me
resultó. Pero no se puede negar que son
unos verdaderos "bichos cubanos". A
la hora cero cambiaron de carapacho ¡Qué
jodida está la Seguridad del Estado cubana
si éstos son sus agentes! Esta parte de
la disidencia cubana también me parecía
muy jodida. Gracias a Dios se cribaron ellos mismos
y pasaron al lado al que pertenecían realmente.
El libro es tan desmesuradamente insulso que
no vale la pena detallarlo. Es una especie de
tortilla requemada. Cuanto se relata en él
era tan público desde hace tantos años
que lo más sobresaliente es ese tufo de
maledicencia, oportunismo, mitomanía y
miedo que emana de él. ¿Para qué
hacían falta agentes secretos en actos
públicos y archiconocidos? Nunca me preocupó
la presencia de "chivatos" en las filas
de la oposición y el periodismo, yo no
tenía nada que ocultar, el periodismo es
un evento que no se puede esconder. La Seguridad
del Estado cubano sabía de mí por
mi propia boca, por mi propia vieja máquina,
todas las semanas, y estoy seguro que hasta alguna
sonrisita les arranqué". Lo que ocurre
es que la orden de apresarnos vino de muy arriba.
Mas no todo en el libro son descalabros, perogrulladas
y mentiras. Hay media línea que me resulta
asombrosamente genial. La flauta estaba en el
suelo y algún flato -no sé si de
Luis Báez o de Rosa Miriam- la hizo sonar.
"Ellos -la sombra de la sombra", dice
refiriéndose a los ínclitos agentes
en la introducción. ¡Eureka! Nunca
había visto mejor definición de
un traidor, de un cobarde, de un delator. Llamar
a esta "corte de los milagros" que conforman
los doce judas de la oposición cubana "La
sombra de la sombra" me resulta todo un hallazgo
del lenguaje, aunque la metáfora no sea
propia del periodismo, pero es tan gráfico,
tan acertado que no me queda más que admirarlo.
Es cierto - creo que la única verdad en
todo el libro. Son la sombra de la sombra, tiniebla
pura, oscuridad total, lobreguez sin fondo. ¿Se
habrán dado cuenta ellos de lo que escribían
en esa especie de prólogo apresurado?
El otro gran hallazgo del libro es calificarlo
de periodismo de urgencia. Yo, si hubiera tenido
la mala suerte de reunirme con esos doce heraldos
de la sombra- en las pocas ocasiones que coincidí
con ellos les huía como el diablo a la
cruz-, también hubiera hecho un periodismo
de urgencia, pero no por la necesidad apremiante
de la información, sino por destaparme
la nariz antes de asfixiarme ante tamaña
fetidez. ¡Bravo por el libro "Los Disidentes"!
No los aplaudo ahora porque voy esposado a tomar
mi hora diaria de patio en la cárcel de
Boniato, donde la luz promete otra alborada.
Nota: Este comentario fue posible gracias a la
colaboración de José Eduardo Girón
que me prestó el libro.
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