PRENSA INDEPENDIENTE
Septiembre 22, 2003

DESDE LA CARCEL
La sombra de la sombra

Manuel Vázquez Portal

PRISION DE BONIATO, septiembre (www.cubanet.org) - He leído, en la cárcel, el libro más hilarante que pueda concebirse. Si no fuera porque conozco que Enrique Núñez Rodríguez murió, hubiera asegurado que él fue el asesor de semejante humorada. Es un texto para matar de risa al más triste y amargo de los seres. Mario Moreno no hubiera logrado mejor cantinflada. Doscientos veintisiete páginas dignas de Churrisco o Carlos Ruiz de la Tejera. Se trata del trabajo secreto de doce agentes que hablan de algo tan público como el periodismo independiente y la oposición cubana. Es algo así como descubrir de repente que el Sahara es un desierto. Juro que me he reído a desternillarme, y se lo agradezco a sus autores Rosa Miriam Elizalde y Luis Báez, aunque los chascarrillos más sobresalientes pertenezcan a los personajes-narradores.

El libro "Los Disidentes" es una ridiculez tan sobrehumana que no mueve a otra cosa que a la carcajada. Es tan grotesco que no admite la sutil y fina sonrisa de algún ser cultivado. Su vulgaridad es tan explayante que sólo con la vulgaridad de una risotada puede compensarse.

¡Qué pícaros españoles ni catrines americanos! Los personajes de este libro sí son verdaderos "bichos", concepción cubana del farsante, del truhán, del pillo. Néstor Baguer, con su eterno condón de luto sobre la testa vacía, me inspiraba lástima, esta vez me hizo reír; Aleida Godínez me producía cierto asco, cierta repulsión -nada, machista que soy-, esta vez me hizo reír; Manuel David Orrio solía serme grotesco, esta vez toda su ridícula presunción me lo reveló de cuerpo entero, y si no me reí fue por lo patético que me resultó. Pero no se puede negar que son unos verdaderos "bichos cubanos". A la hora cero cambiaron de carapacho ¡Qué jodida está la Seguridad del Estado cubana si éstos son sus agentes! Esta parte de la disidencia cubana también me parecía muy jodida. Gracias a Dios se cribaron ellos mismos y pasaron al lado al que pertenecían realmente.

El libro es tan desmesuradamente insulso que no vale la pena detallarlo. Es una especie de tortilla requemada. Cuanto se relata en él era tan público desde hace tantos años que lo más sobresaliente es ese tufo de maledicencia, oportunismo, mitomanía y miedo que emana de él. ¿Para qué hacían falta agentes secretos en actos públicos y archiconocidos? Nunca me preocupó la presencia de "chivatos" en las filas de la oposición y el periodismo, yo no tenía nada que ocultar, el periodismo es un evento que no se puede esconder. La Seguridad del Estado cubano sabía de mí por mi propia boca, por mi propia vieja máquina, todas las semanas, y estoy seguro que hasta alguna sonrisita les arranqué". Lo que ocurre es que la orden de apresarnos vino de muy arriba.

Mas no todo en el libro son descalabros, perogrulladas y mentiras. Hay media línea que me resulta asombrosamente genial. La flauta estaba en el suelo y algún flato -no sé si de Luis Báez o de Rosa Miriam- la hizo sonar. "Ellos -la sombra de la sombra", dice refiriéndose a los ínclitos agentes en la introducción. ¡Eureka! Nunca había visto mejor definición de un traidor, de un cobarde, de un delator. Llamar a esta "corte de los milagros" que conforman los doce judas de la oposición cubana "La sombra de la sombra" me resulta todo un hallazgo del lenguaje, aunque la metáfora no sea propia del periodismo, pero es tan gráfico, tan acertado que no me queda más que admirarlo. Es cierto - creo que la única verdad en todo el libro. Son la sombra de la sombra, tiniebla pura, oscuridad total, lobreguez sin fondo. ¿Se habrán dado cuenta ellos de lo que escribían en esa especie de prólogo apresurado?

El otro gran hallazgo del libro es calificarlo de periodismo de urgencia. Yo, si hubiera tenido la mala suerte de reunirme con esos doce heraldos de la sombra- en las pocas ocasiones que coincidí con ellos les huía como el diablo a la cruz-, también hubiera hecho un periodismo de urgencia, pero no por la necesidad apremiante de la información, sino por destaparme la nariz antes de asfixiarme ante tamaña fetidez. ¡Bravo por el libro "Los Disidentes"! No los aplaudo ahora porque voy esposado a tomar mi hora diaria de patio en la cárcel de Boniato, donde la luz promete otra alborada.

Nota: Este comentario fue posible gracias a la colaboración de José Eduardo Girón que me prestó el libro.


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