PRENSA INDEPENDIENTE
Septiembre 16, 2003

SOCIEDAD
La hora de la piñata

LA HABANA, septiembre (www.cubanet.org) - Celebrar el cumpleaños del pequeñín de la familia aporta regocijo y felicidad a cualquier madre y padre.

Sin embargo, en Cuba, aparte del júbilo por el aniversario, la celebración del cumpleaños del niño o la niña constituyen una preocupación mayor. Hoy por hoy, para organizar un cumpleaños, es necesario halar por la tarjeta de racionamiento para comprar una tarta de cumpleaños (el cake) que corresponde al festejado por su edad. Una opción es la de comprar una en dólares (entre 5 y 9) en uno de los Sylvain o en un Pain de Paris (los más caros).

Para un buen cumpleaños hace falta un payaso o un mago, y hasta ambos para los más exigentes. Lo que complica el asunto, pues habrá que dispone de 200 pesos al menos. Sin embargo, la actividad del holgorio infantil alcanza la cumbre cuando se rompe la piñata.

Es la hora de la "cogedera" de souvenires por los infantes invitados al cumpleaños. El momento feliz de los acompañantes de los niños invitados para aplaudir la destreza de "caza de objetos" de su niño o niña. Las piñatas de cumpleaños no han batido jamás retirada. En la calzada de Reina, entre Campanario y Manrique venden piñatas en un pequeño espacio junto al portal. Mucho papel dorado, colores chillones, figuras de comics tradicionales que los niños conocen bien.

La piñata con la figura del Pato Donald cuesta 50 pesos; la cerdita Pinky, 30 pesos; el ratón Mickey, unos 25... Las más caras son un castillo de cartulina roja y papel dorado, a 100 pesos, y un cisne blanco con plumitas y un pico escarlata a 120 pesos. ¡Pague el
kirtsh!

Otro asunto es lo que echan dentro de la piñata. Para una fiesta infantil hay que llenarla de caramelos, pitos, lápices, hebillas de pelo, sacapuntas, todo tipo de objetos que sirvan a los niños para aumentar la algazara.

Una amiga me contó de una fiestecita de la hija de una colega que al romper la piñata dejó caer confeti, unos caramelos y algunos pitos de plástico, y los niños participantes preguntaron con sinceridad sin límites: ¿y no hay más cosas?

La colega Beatriz Pedroso me narró que en los años 90 supo que en casa de Mima, residente en Luyanó, celebraban fiestecitas con piñatas cargadas de meprobamato, aspirinas, imipramina, diazepán, corinfar, endometacina, otros comprimidos y en una ocasión hasta condones, objetos apreciados por los "tembas" (personas mayores de 40 años) participantes.

En una ocasión una amiga mía decidió celebrar el cuarto aniversario de su hija y compró una piñata enorme. Se regó la noticia en el vecindario, y acudieron niños y mayores acompañantes de todo el barrio. Y si no saca la piñata, del arrebato que se formó por coger todo lo que puso dentro hubiera acabado la tarde en el cuerpo de guardia del hospital infantil más cercano. ¡Y juró que nunca más!

La hora de la piñata ya es hoy más importante que la de picar el cake. En la actualidad un cumpleaños sin piñata no es un cumpleaños. cnet/29


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