SOCIEDAD
La
hora de la piñata
LA HABANA, septiembre (www.cubanet.org) - Celebrar
el cumpleaños del pequeñín
de la familia aporta regocijo y felicidad a cualquier
madre y padre.
Sin embargo, en Cuba, aparte del júbilo
por el aniversario, la celebración del
cumpleaños del niño o la niña
constituyen una preocupación mayor. Hoy
por hoy, para organizar un cumpleaños,
es necesario halar por la tarjeta de racionamiento
para comprar una tarta de cumpleaños (el
cake) que corresponde al festejado por su edad.
Una opción es la de comprar una en dólares
(entre 5 y 9) en uno de los Sylvain o en un Pain
de Paris (los más caros).
Para un buen cumpleaños hace falta un
payaso o un mago, y hasta ambos para los más
exigentes. Lo que complica el asunto, pues habrá
que dispone de 200 pesos al menos. Sin embargo,
la actividad del holgorio infantil alcanza la
cumbre cuando se rompe la piñata.
Es la hora de la "cogedera" de souvenires
por los infantes invitados al cumpleaños.
El momento feliz de los acompañantes de
los niños invitados para aplaudir la destreza
de "caza de objetos" de su niño
o niña. Las piñatas de cumpleaños
no han batido jamás retirada. En la calzada
de Reina, entre Campanario y Manrique venden piñatas
en un pequeño espacio junto al portal.
Mucho papel dorado, colores chillones, figuras
de comics tradicionales que los niños conocen
bien.
La piñata con la figura del Pato Donald
cuesta 50 pesos; la cerdita Pinky, 30 pesos; el
ratón Mickey, unos 25... Las más
caras son un castillo de cartulina roja y papel
dorado, a 100 pesos, y un cisne blanco con plumitas
y un pico escarlata a 120 pesos. ¡Pague
el
kirtsh!
Otro asunto es lo que echan dentro de la piñata.
Para una fiesta infantil hay que llenarla de caramelos,
pitos, lápices, hebillas de pelo, sacapuntas,
todo tipo de objetos que sirvan a los niños
para aumentar la algazara.
Una amiga me contó de una fiestecita de
la hija de una colega que al romper la piñata
dejó caer confeti, unos caramelos y algunos
pitos de plástico, y los niños participantes
preguntaron con sinceridad sin límites:
¿y no hay más cosas?
La colega Beatriz Pedroso me narró que
en los años 90 supo que en casa de Mima,
residente en Luyanó, celebraban fiestecitas
con piñatas cargadas de meprobamato, aspirinas,
imipramina, diazepán, corinfar, endometacina,
otros comprimidos y en una ocasión hasta
condones, objetos apreciados por los "tembas"
(personas mayores de 40 años) participantes.
En una ocasión una amiga mía decidió
celebrar el cuarto aniversario de su hija y compró
una piñata enorme. Se regó la noticia
en el vecindario, y acudieron niños y mayores
acompañantes de todo el barrio. Y si no
saca la piñata, del arrebato que se formó
por coger todo lo que puso dentro hubiera acabado
la tarde en el cuerpo de guardia del hospital
infantil más cercano. ¡Y juró
que nunca más!
La hora de la piñata ya es hoy más
importante que la de picar el cake. En la actualidad
un cumpleaños sin piñata no es un
cumpleaños. cnet/29
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