PRENSA INTERNACIONAL
Septiembre 15, 2003

Cartas de presidio

Arnaldo Yero. El Nuevo Herald, 15 de septiembre de 2003.

El 16 de octubre de 1953, Fidel Castro acusó al gobierno de Fulgencio Batista de impedirle prepararse adecuadamente para su defensa en el juicio por el asalto al cuartel Moncada, alegando que "un abogado debe conversar privadamente con su defendido, y este derecho se respeta en cualquier lugar del mundo, salvo que se trate de un prisionero de guerra cubano en manos de un implacable despotismo que no reconozca reglas legales ni humanas''.

Sin embargo, el joven abogado tuvo la oportunidad de defenderse en un juicio oral donde pidió al tribunal --y se le concedió-- que se respetara su derecho a expresarse con entera libertad, porque: "Cuando concluya, no quiero tener que reprocharme a mí mismo haber dejado principio por defender, verdad sin decir, ni crimen sin denunciar'' (La historia me absolverá).

En su alegato, el acusado no recurrió a la filosofía marxista para sustentar su posición política, sino a los principios de la constitución de 1940 --que luego desmanteló-- y a los grandes pensadores occidentales que sentaron las bases de esa democracia liberal que lo protegía y que hoy tanto desprecia, citando desde John Milton y John Locke hasta Thomas Paine y la Declaración de Independencia de Estados Unidos.

Al final de su defensa, después de haber hablado de las leyes revolucionarias que pensaba proclamar, y hasta de la Declaración francesa de los derechos del hombre de 1789, Castro sentenció que para él, la cárcel sería dura ''como no lo ha sido nunca para nadie'', y que estaría preñada de ruin y cobarde ensañamiento.

Castro fue sentenciado a quince años de prisión y salió en libertad bajo amnistía el 15 de mayo de 1955, tras haber cumplido alrededor de un año y seis meses de cárcel por el asalto a dos cuarteles en la provincia de Oriente el 26 de julio de 1953, en los que murieron numerosos civiles y militares.

En cuanto al ensañamiento de sus carceleros, Castro dejó en su epistolario testimonio sobrado de todo lo contrario: ''¿Has logrado imaginarte la soledad de esta celda? Como soy cocinero, de vez en cuando me entretengo preparando algún pisto. Hace poco me mandó mi hermano desde Oriente un pequeño jamón y preparé un bisté con jalea de guayaba. Pero eso no es nada: hoy me mandaron los muchachos un potecito con ruedas de piña en almíbar [...] Y mañana comeré jamón con piña. ¿Qué te parece?'' (24 de marzo de 1953, tomado de El diario de la revolución cubana).

En una carta fechada en junio de ese año, Castro dice: "Trajeron a Raúl para acá. Comunicaron mi celda (que tú viste en Bohemia) con otro departamento cuatro veces mayor y un patio grande, abierto desde las 7 am hasta las 9 y 30 pm. La limpieza corresponde al personal de la prisión, dormimos con la luz apagada, no tenemos recuentos ni formaciones en todo el día, nos levantamos a cualquier hora [...] Agua abundante, luz eléctrica, comida, ropa limpia, y todo gratis. No se paga alquiler. ¿Crees que por allá se está mejor?''

Cincuenta años después, en una misiva fechada el 1 de junio de 2003, el médico Oscar Elías Biscet, condenado arbitrariamente a 25 años de prisión por oponerse pacíficamente al régimen castrista, cuenta lo siguiente:

'Estoy en la cárcel Kilo 5 ½ de máximo rigor en la provincia de Pinar del Río [...] Desde un inicio me he negado a usar el uniforme de preso porque lesiona mi dignidad de ciudadano inocente; además, no acepto el título de 'mercenario' que nos quieren imponer, como tampoco acepto el falso juicio dirigido por Torquemada. Posteriormente, me quitaron todas mis pertenencias, incluyendo mi ropa interior, y me condujeron hasta una celda oscura y sucia, donde la única ventilación que recibía era hollín y humo de petróleo de la cocina de la cárcel''.

''Mi inspiración está viva'', concluye Biscet escribiendo desde una celda aislada. "Dios y los grandes maestros de la no violencia, presentes hoy más que nunca. Como dijera Martin Luther King: 'Si un pueblo es capaz de encontrar entre sus filas un 5% de sus hombres dispuestos a ir voluntariamente a la cárcel por una causa que ellos consideran justa, entonces no habrá obstáculo que pueda detenerlo''.

Oscar Elías Biscet no fue encarcelado por atacar ningún cuartel, ni por matar a nadie, sino por oponerse al aborto, denunciar las violaciones de los derechos civiles cometidas por el gobierno, y por propagar la Declaración de los Derechos Humanos de Naciones Unidas. No obstante, Castro no le permitió el amparo de las libertades individuales que él gozó en 1953, y Biscet fue condenado tras un juicio sumarísimo que apenas duró 72 horas, digno de un implacable despotismo "que no reconoce reglas legales ni humanas''.


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