SOCIEDAD
Mi
hija no es jinetera
LA HABANA, septiembre (www.cubanet.org)
- La jovencita de apenas diecisiete años,
paseaba su exuberante cuerpo por la céntrica
calle de Monserrate. Una mujer de mayor edad,
caminaba a su lado. Justo cuando pasaban frente
al restaurante Castillo Farnes, dos extranjeros
salieron del interior del local. Uno de ellos
se encaró a la muchacha mientras en un
español chapurreado le decía:
- Sexo. Treinta dólares.
La ofendida acompañante de la vistosa
joven, que resultó ser su mamá,
interpeló al turista diciéndole
que en Cuba no todas las mujeres eran prostitutas.
"Mi hija no es una jinetera", sentenció
la embravecida señora.
Si el turista entendió lo que aquella
mujer le gritaba encolerizada, es cosa de figurarlo.
Su rostro quedó petrificado con la reacción
que había provocado. Evidentemente no contaba
con esto.
Interesado en el caso conversé con María
del Carmen, nombre con el que se identificó
la irritada madre. Ella manifestó su malestar
por estas cosas. Diciendo que el país se
ha vuelto un asco. Refiriéndose a su familia
manifestó que eran pobres, pues lo que
ella y su esposo percibían de salario no
les alcanzaba para nada. "Si no fuera por
mi hermano que nos manda algo cuando puede, no
sé qué sería de nosotros.
Lo único que le pido a Dios es que nos
conceda el bombo (refiriéndose al sorteo
para visas hacia Estados Unidos) y así
podernos ir de aquí", expresó.
Este hecho presenciado por mí en plena
Habana Vieja, ilustra nuestra triste realidad.
Entre los años sesenta y setenta la prostitución,
como mercancía sexual por dinero, prácticamente
había desaparecido en Cuba. La mujer se
insertaba en la vida social de la nación
con un alto nivel profesional, debido a la masificación
de la educación y el acceso a un amplio
campo de empleos, todo ello gracias al benéfico
subsidio soviético a la economía
del país.
La entrada en ascenso de turistas a la isla,
las necesidades económicas una población
cada vez más empobrecida y la dolarización
de la sociedad, fueron factores que originaron
el resurgimiento en Cuba del oficio más
antiguo de la humanidad, a niveles insospechados,
sin importar grados educacionales o puestos profesionales
desempeñados. Las llamadas "jineteras"
ofrecen su cuerpo a turistas, quienes con un poco
de dinero encuentran el paraíso sexual
en la mayor de las Antillas. Mientras una muchacha
dedicada a esta faena puede recibir entre doscientos
y trescientos dólares en un mes, una doctora
sólo percibe el equivalente a veinte dólares
mensuales.
No obstante la situación del jineterismo,
la mayoría de las mujeres cubanas rechazan
ese tipo de actitud. Los turistas que vienen en
esas lides lo ignoran y suele ocurrirles que se
topen con una barrera de dignidad, como la que
le presentaron María del Carmen y su hija
a este equivocado buscador de sexo barato.
Lo que no se puede negar es que, aunque María
del Carmen decía la verdad -"mi hija
no es jinetera"- hay otras muchas que sí
lo son. Esa es una realidad que no se puede esconder
con detenciones, redadas y controles policiales.
La oscura red de la prostitución ha reaparecido
en Cuba, y no sólo en La Habana. En pocos
años sus hilos se extienden en nuestra
sociedad, a veces con la anuencia de la propia
familia, que esperan lograr por esta vía
la solución a su problemática, desde
la adquisición de dólares que les
permita el acceso a productos de necesidad primaria,
hasta la posible salida del país. cnet/21
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