ECONOMIA
INFORMAL
Los
piratas de La Habana
LA HABANA, septiembre (www.cubanet.org) - Casi
resulta familiar ver en las principales avenidas
de esta capital a policías que detienen
automóviles que vienen con sus asientos
ocupados, al contrario de los conocidos como "azules",
descendientes directos de los "amarillos",
que detienen a los vehículos para hacer
subir pasajeros.
No los paran por cometer alguna infracción
de tránsito, como es de suponer. Buscan
a conductores que sin tener la debida licencia
(no la de conducir, como también se podría
suponer, sino la de transportista) se dedican
a transportar a un público que, desesperado
al no poder coger una guagua o un taxi estatal
o autorizado, busca su salvación en ellos
para llegar a tiempo a su trabajo, turno del médico,
a su casa... a lo que sea, y como sea. Se les
conoce como "piratas".
El transporte público de la capital es
una calamidad. Las guaguas, cuando no se rompen,
no tienen combustible, en fin, un suplicio para
el que no vive cerca de adonde va o no tiene bicicleta
o algún vehículo automotor.
Hace diez años, en septiembre de 1993
el estado lanzó el Decreto Ley 141, que
estableció el trabajo por cuenta propia,
para paliar el déficit que la gestión
estatal tenía en los principales servicios
y para dar una opción de empleo a los miles
de trabajadores que tuvieron que ir para sus casas
con un por ciento de un salario en una moneda
que cada vez se depreciaba más.
La licencia para transportista público
fue de las más demandadas, pese a la gran
cantidad de requisitos que exigía. No hay
cifras publicadas, pero indagaciones no oficiales
calculan varios miles, sólo en la capital.
No pasó mucho tiempo y se cerró
el otorgamiento de esa licencia, , y no se ha
vuelto a abrir hasta el presente, y muchos piensan
que no se abrirá más.
"Esto es algo absurdo", comentó
Reynaldo, un joven chofer que en su carro, un
Moscovich de los años 80, "botea"
en las calles de la ciudad. "Mire cómo
está la calle, la gente quiere llegar a
sus casas, el estado no garantiza guaguas ni los
camellos necesarios, no hay taxis y no dan licencias
para que los que tenemos vehículos ayudemos
a resolver esta situación y podamos también
resolver nuestro problema".
Manuel es economista. Maneja el Chevrolet 56
de su padre. Fiel a su profesión, hace
un magnífico análisis. "Las
piezas y la gasolina están carísimas.
El pago de la licencia también es elevado,
pero si usted "botea" puede sacar los
gastos y un dinero más, no tanto como para
enriquecerse, pero si usted no tiene dinero no
puede mantener un carro. Si trabajo como economista
en cualquier empresa, el salario no me alcanzaría
para pagar los gastos del auto".
La tarifa de los taxistas privados y "piratas"
es la misma: diez pesos por persona a lo largo
de todo el recorrido, tanto si son dos cuadras
como de un extremo al otro de la ciudad. Les pregunto:
¿eso es justo?
"En teoría no, pero ¿cómo
vas a establecer una tarifa por recorrido, cuando
todos son disímiles?", responde Manuel,
el economista. "Si estuviéramos afiliados
a un sindicato, entonces se podría hacer
algo, pero el gobierno no quiere eso tampoco",
añadió Reynaldo. "Pero mire,
los taxistas estatales cobran igual, no por las
tarifas que determina su empresa" aclaró
Manuel.
Con el parque automotor que posee el país,
en manos del estado y de particulares, el problema
del transporte tendría solución.
Pero no hay voluntad para ello, cuando la solución
pasa por comprar más guaguas y asignarles
el combustible y permitir que los particulares
ayuden con sus autos a resolver la crisis.
Cuando los taxistas clandestinos son descubiertos,
les imponen multas de hasta 1,500 pesos en moneda
nacional, eso como primera oportunidad. Si continúan
le circulan su vehículo en la computadora
y si lo vuelven a detener, ahora que está
"chequeado", le pueden decomisar el
auto. No son pocos los que han corrido tan lamentable
suerte.
"Mire, periodista, a nosotros nos dicen
piratas, pero yo creo que es al revés.
Nosotros luchamos para poder subsistir económicamente
y ayudamos a que la gente pueda transportarse
por la ciudad. Los verdaderos piratas son los
policías, que con su acción represiva
contribuyen a que el problema del transporte se
agrave más. Y no son pocos los que aceptan
que los sobornes", dijo Ignacio, poco antes
de continuar su arriesgado viaje por las calles
de La Habana. cnet/27
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