PRENSA INDEPENDIENTE
Septiembre 11, 2003

ECONOMIA INFORMAL
Los piratas de La Habana

LA HABANA, septiembre (www.cubanet.org) - Casi resulta familiar ver en las principales avenidas de esta capital a policías que detienen automóviles que vienen con sus asientos ocupados, al contrario de los conocidos como "azules", descendientes directos de los "amarillos", que detienen a los vehículos para hacer subir pasajeros.

No los paran por cometer alguna infracción de tránsito, como es de suponer. Buscan a conductores que sin tener la debida licencia (no la de conducir, como también se podría suponer, sino la de transportista) se dedican a transportar a un público que, desesperado al no poder coger una guagua o un taxi estatal o autorizado, busca su salvación en ellos para llegar a tiempo a su trabajo, turno del médico, a su casa... a lo que sea, y como sea. Se les conoce como "piratas".

El transporte público de la capital es una calamidad. Las guaguas, cuando no se rompen, no tienen combustible, en fin, un suplicio para el que no vive cerca de adonde va o no tiene bicicleta o algún vehículo automotor.

Hace diez años, en septiembre de 1993 el estado lanzó el Decreto Ley 141, que estableció el trabajo por cuenta propia, para paliar el déficit que la gestión estatal tenía en los principales servicios y para dar una opción de empleo a los miles de trabajadores que tuvieron que ir para sus casas con un por ciento de un salario en una moneda que cada vez se depreciaba más.

La licencia para transportista público fue de las más demandadas, pese a la gran cantidad de requisitos que exigía. No hay cifras publicadas, pero indagaciones no oficiales calculan varios miles, sólo en la capital. No pasó mucho tiempo y se cerró el otorgamiento de esa licencia, , y no se ha vuelto a abrir hasta el presente, y muchos piensan que no se abrirá más.

"Esto es algo absurdo", comentó Reynaldo, un joven chofer que en su carro, un Moscovich de los años 80, "botea" en las calles de la ciudad. "Mire cómo está la calle, la gente quiere llegar a sus casas, el estado no garantiza guaguas ni los camellos necesarios, no hay taxis y no dan licencias para que los que tenemos vehículos ayudemos a resolver esta situación y podamos también resolver nuestro problema".

Manuel es economista. Maneja el Chevrolet 56 de su padre. Fiel a su profesión, hace un magnífico análisis. "Las piezas y la gasolina están carísimas. El pago de la licencia también es elevado, pero si usted "botea" puede sacar los gastos y un dinero más, no tanto como para enriquecerse, pero si usted no tiene dinero no puede mantener un carro. Si trabajo como economista en cualquier empresa, el salario no me alcanzaría para pagar los gastos del auto".

La tarifa de los taxistas privados y "piratas" es la misma: diez pesos por persona a lo largo de todo el recorrido, tanto si son dos cuadras como de un extremo al otro de la ciudad. Les pregunto: ¿eso es justo?

"En teoría no, pero ¿cómo vas a establecer una tarifa por recorrido, cuando todos son disímiles?", responde Manuel, el economista. "Si estuviéramos afiliados a un sindicato, entonces se podría hacer algo, pero el gobierno no quiere eso tampoco", añadió Reynaldo. "Pero mire, los taxistas estatales cobran igual, no por las tarifas que determina su empresa" aclaró Manuel.

Con el parque automotor que posee el país, en manos del estado y de particulares, el problema del transporte tendría solución. Pero no hay voluntad para ello, cuando la solución pasa por comprar más guaguas y asignarles el combustible y permitir que los particulares ayuden con sus autos a resolver la crisis.

Cuando los taxistas clandestinos son descubiertos, les imponen multas de hasta 1,500 pesos en moneda nacional, eso como primera oportunidad. Si continúan le circulan su vehículo en la computadora y si lo vuelven a detener, ahora que está "chequeado", le pueden decomisar el auto. No son pocos los que han corrido tan lamentable suerte.

"Mire, periodista, a nosotros nos dicen piratas, pero yo creo que es al revés. Nosotros luchamos para poder subsistir económicamente y ayudamos a que la gente pueda transportarse por la ciudad. Los verdaderos piratas son los policías, que con su acción represiva contribuyen a que el problema del transporte se agrave más. Y no son pocos los que aceptan que los sobornes", dijo Ignacio, poco antes de continuar su arriesgado viaje por las calles de La Habana. cnet/27


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