Vergüenza
hemisférica
Manuel J. Jáuregui / Mural.
México, septiembre 10 de septiembre de
2003.
Dijo el Secretario Adjunto para América
Latina del Departamento de Estado norteamericano,
Roger Noriega, en referencia a Cuba y al dictador
Castro: "Hay dos cosas que aterrorizan a
los dictadores, una es cuando personas valientes,
a través de actos esperanzados, simples,
conscientes, empiezan a reclamar sus derechos
fundamentales y a pensar en un mejor futuro para
ellos y sus hijos... la segunda es cuando al resto
del mundo le importa lo suficiente como para ayudar
a esas personas".
Juren ustedes, amigos lectores, que el funcionario
estadounidense se refería indirectamente
al periodista cubano Raúl Rivero y a sus
74 conciudadanos que en juicio sumario hace cinco
meses fueron condenados a prisión por el
tirano caribeño.
Este, el más reciente acto de brutalidad
y violación a los derechos humanos más
básicos, está generando un endurecimiento
global contra la dictadura de Castro en casi todo
el hemisferio, menos en los grupos que deberían
-por puro interés gremial- defender valores
como la libertad de expresión.
Muy especialmente nos referimos al que comanda
el escritor colombiano Gabriel García Márquez
quien, habiendo entregado en nuestro suelo la
semana pasada los muy publicitados "premios
de periodismo" por él creados, ha
dejado pasar -una vez más- la oportunidad
para sumarse, con todo y su Premio Nóbel,
a esta condena hemisférica contra la brutalidad
cubana y su violación a los derechos humanos.
Tal parece que pesan más en el alma de
García Márquez la amistad y simpatía
que siente por Castro que el abanderamiento de
las libertades que el ejercicio de su profesión
exige.
Lean ustedes a continuación, amigos, uno
de los artículos escritos por el poeta
cubano y periodista Raúl Ramón Rivero
Castañeda, que forma parte de su excelente
trabajo profesional y que le merecieron la privación
de su libertad por 20 años:
"La letra de la ley sobre la protección
de la independencia nacional y la economía
de Cuba les permite a las autoridades de mi país
condenarme por el único acto soberano que
he realizado desde que tengo uso de razón:
escribir.
"El camino que inicié hace unos años
con la ruptura total con los medios de prensa
y cultura del gobierno me ha ido convirtiendo
en un ser humano distinto, alguien que se ha liberado
por cuenta propia, alguien que en un entorno amenazador
y hostil pudo empezar el viaje hacia la libertad
individual.
"Los miedos, las prisiones, el acoso solo
han servido para darles más valor a esos
hallazgos. Han contribuido a que mi devoción
por la soberanía del hombre sea ahora un
instinto indomable, mucho más que una noción
y una necesidad. De modo que una disposición
redactada con la tinta perecedera de las trampas
políticas, envuelta en una maniobra chapucera
para hacer aparecer a un pequeño grupo
de periodistas que trabajamos en Cuba como aliados
de narcotraficantes y proxenetas y mercenarios
a sueldo de EU, me produce sólo un variado
coctel de repugnancia.
"Los años de cárcel que la
ley promete con generosidad, por encima al temor
del encierro y al castigo, hay que verlos con
consternación. Es presentar a la nación
cubana como una tribu enquistada en el Caribe,
clausurada para la información y el debate
de ideas, ajena a la evolución y al cambio.
"Para el brazo en alto de esta nueva ley,
así como para los insultos de los oscuros
funcionarios del periodismo oficial, las llamadas
amenazadoras a mi casa, por el sobresalto de cada
día, yo tengo el regocijo de saberme libre.
La certeza de que informar con objetividad y profesionalismo
y escribir mi opinión sobre la sociedad
en que vivo no puede ser un delito.
"No puedo asumirme como un delincuente por
contar con precisión el drama de más
de 300 prisioneros políticos (...) o por
publicar una entrevista con un cubano que quiere
para su País una sociedad plural y plena
libertad de expresión.
"Ninguna ley podrá hacerme asumir
una mentalidad de gángster o de delincuente
porque reporté el arresto de un opositor
o dí a conocer los precios de los productos
básicos de la alimentación en Cuba,
o redacté una nota donde digo que me parece
un desastre que más de 20 mil cubanos se
vayan cada año al exilio.
"Nadie me hace sentir como un criminal,
un agente enemigo, ni como un apátrida...
Soy sólo un hombre que escribe. Y escribe
en el país donde nació y donde nacieron
sus bisabuelos".
Nadie podrá estar en desacuerdo con estos
ideales del periodista preso, Raúl Rivero,
por ello nos preguntamos, ante el silencio de
los afamados: ¿qué harían
o dirían si fueran ellos los prisioneros:
en quién colgarían sus esperanzas
de justicia?
Correo electrónico: mjauregui@reforma.com
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