SOCIEDAD
Sin
carpa no hay circo
LA HABANA, agosto (Tania Díaz
Castro / www.cubanet.org) - Por estos días
veraniegos, hasta finales de agosto, el Circo
Nacional de Cuba presenta un espectáculo
en el teatro Karl Marx, en Miramar, el elegante
barrio residencial de La Habana, una ciudad donde
un porciento excesivamente bajo de familias cuentan
con auto particular, y donde no podrá llegar
esa gran parte de la grey infantil de a pie, dadas
las graves condiciones de transporte público.
Se trata, sin lugar a dudas, de una actividad
circense que en nada podrá igualarse a
uno de aquellos numerosos circos ambulantes de
propiedad privada que se instalaban con gran rapidez
en cualquier rincón del país hasta
que el régimen instaurado en el poder en
1959 suprimió la propiedad privada.
En la actualidad es lamentable la situación
del circo cubano, y más lamentable aún
fue conocer por boca de su director, señor
José Felipe Rodríguez, entrevistado
recientemente por la prensa oficial, que esta
agrupación artística estatal sólo
puede hacer representaciones en escenarios teatrales,
porque carece de carpa, de transporte, de animales
amaestrados, y sobre todo de un presupuesto adecuado,
lo que obliga a magos y payasos a animar cumpleaños,
con el fin de recibir una mejor renumeración.
Reconoce el propio director que en Cuba no hay
circo, puesto que no hay carpa.
En la Escuela Nacional de Circo, por ejemplo,
sólo se pide como requisito tener una edad
entre 14 y 17 años, agilidad o corpulencia.
Nada más. La vocación o la tradición
familiar, el don natural para desempeñar
esas tareas, casi todas riesgosas, no cuentan
para nada. Sí una aptitud política:
ser fidelistas a toda prueba. Resultado: aquel
encanto criollo de nuestros artífices circenses
desapareció de un plumazo para dar paso
a técnicas, coreografías y estilos
de la desaparecida URSS.
¿Es que acaso el circo cubano sólo
pertenecerá a nuestro pasado, a la libertad
de nuestro pasado?
La historia del circo cubano nos demuestra que
se necesita de una sociedad libre para su creación
y desarrollo, de artistas de espíritu muy
libre que estén dispuestos a arriesgar
sus vidas ante feroces animales o altos trapecios
por amor al arte; empresarios privados y bohemios
con iniciativa propia.
Fueron muchísimas las agrupaciones circenses
cubanas que trabajaban en toda la Isla antes de
1959. Sus nombres han quedado grabados en la memoria
del pueblo: Santos y Artigas, Pubillones, Montalvo,
Sugrañes, Rapsores, Miguelín, Valencia,
El circo mexicano, Blacamán y muchos otros.
Sus caravanas irrumpían sorpresivamente
en caseríos, pueblos y ciudades, seguidas
de forma espontánea por cientos de personas.
Tendían sus carpas después de su
recorrido en cualquier solar yermo para ofrecer
a todos los niños, pobres y ricos, la maravillosa
riqueza de este antiguo arte: una historia de
nuestras tradiciones culturales, hoy desaparecidas,
que aún está por investigarse, corta
e intensa como los años de república.
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