POLITICA
Confesiones y reflexiones
SANTA CLARA, octubre (www.cubanet.org)
- Soy un ferviente luchador por los derechos humanos
en mi país. Durante varios años
fui servil al régimen, pero tras un largo
proceso de concientización y búsqueda
arribé a la conclusión de que había
sido engañado y manipulado al antojo por
el Partido Comunista de Cuba, y lo que es peor
aún: engañé a cientos de
jóvenes que pasaban por mis aulas donde
enseñaba Geografía. Es algo que
me remuerde y debo enmendar. Asqueado de tanta
bajeza ha crecido en mí paulatinamente
una indignación sin fronteras contra esa
especie de esclavitud de conciencia, impuesta
desde niño, basada en la ignorancia y la
mentira. Por eso recuerdo en este minuto al ilustre
filósofo y político cubano Enrique
José varona, cuando en 1899 presentando
marcial y gallardamente la escoba, le decía
al de al lado: "Vecino, yo por mi parte barro,
¿quiere Ud. barrer?"
Este grito de Varona nos convoca a todos los
cubanos de hoy a la lucha, para arribar en cualquier
día del calendario a un nuevo 20 de Mayo
e instaurar la democracia en nuestro país
y construir una verdadera sociedad civil, fuente
inspiradora de desarrollo económico-social
y eje central del discurso de igualdad y de bienestar
social, controlada hoy con celo permanente por
la dictadura por el temor de perder el control
de las calles y la gobernabilidad en el país.
Cuando llegue ese momento, cesarán obligatoriamente
el terrorismo de estado, las expulsiones masivas,
saqueos a domicilios, acoso a familiares de los
luchadores pro-democráticos, actos de repudio,
escándalos, golpizas en la vía pública,
los juicios sumarios, cárcel, destierro
forzoso. Se promoverá entonces la libertad
con igualdad, imposible de obtener con la retórica
y la dinámica jurásica de la actualidad.
Cuando la revolución arribó al
poder en 1959, desmanteló la sociedad civil
republicana, demoliendo sus valores y virtudes,
mientras el poder diseñaba un modelo social
donde el Estado se convirtió en rector
de la vida social como proyecto totalizador y
unipartidista. El nuevo Estado democrático
que se instaure en mi país, estará
obligado a proteger la esfera civil y garantizar
su existencia, así cada cubano podrá
canalizar sus energías en varias esferas
de la vida, donde la propiedad privada sea la
institución fundamental de integración
política, al crear compromisos legales
para la actuación soberana de los ciudadanos.
Es precisamente la propiedad privada el vínculo
que cohesiona y preserva a la sociedad civil moderna.
En una transición democrática, el
Estado rendirá cuentas a la sociedad civil
como máximo protector y regulador de la
vida de los ciudadanos, con normas legales definidas
y en este esquema pluralista, los sindicatos,
empresas, organizaciones filantrópicas
o benéficas, la prensa libre, las cooperativas,
incrementarán su poder para mantener sus
representantes políticos para que vigilen
sus intereses. El cubano de hoy no quiere ser
príncipe ni mercader, sino simples ciudadanos
que pueden probar sus capacidades, -limitadas
y controladas desde arriba en la actualidad- en
la vorágine de la nueva república,
que clamará por el retorno simbólico
de los postulados de la Carta Magna de 1940 y
de marcos culturales que reelaboren la esfera
simbólica y sus segmentos autónomos
generativos.
De Martí aprendí que el ser humano
tiene dos alternativas de opciones en la vida:
el yugo a través del cual el hombre acepta
la imposición, o la estrella como emblema
de libertad. Al hablar de Agramonte nuestro Apóstol
recuerda que el Ballardo le decía en cartas
a su esposa Amalia: "Jamás seré
militar cuando acabe la guerra. Hoy es grandeza
y mañana será crimen". ¿Y
no es acaso un crimen lo que ha hecho el caudillo
por más de 40 años? Ese yugo impuesto
a la fuerza a la mayoría de los cubanos,
ha traído consigo la debacle en todos los
órdenes de la vida.
Para arribar a la nueva República tenemos
que utilizar el reflejo de la estrella, ésa
que quema y mata, recordando al más universal
de los cubanos: "La ley primera de la república
debe ser el culto a la dignidad plena del hombre",
porque Martí aspiraba a una nación
moderna que fuera incluyente "con sus hijos
todos" y donde se lograra la paz social a
través del respeto de los derechos ciudadanos.
En resumen, un nuevo 20 de Mayo sería
como rescatar a la República del fondo
del mar y darle a los cubanos el lugar que realmente
merecen; es acabar con esta larga pesadilla llena
de penuria y amargura, de sufrimiento y dolor;
es detener el éxodo diario y devolvernos
la risa, ese sabor criollo perdido; es volver
a saborear el agua transparente de nuestros manantiales;
es volver a ser cubanos, volver a ser hombres.
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