En
memoria de Juan Pérez Franco
José M. Juara Silverio.
El
Nuevo Herald, 21 de octubre de 2003.
Un cubano exiliado ejemplar, Juan Pérez
Franco, acaba de fallecer.
Juanito iniciaba su vida profesional cuando la
revolución castrista tomó el poder
en Cuba y al darse cuenta del rumbo marxista-leninista
al que la dirigían, empezó desde
muy pronto su oposición a la misma. Debido
a que era un señalado anticomunista, decidió
salir al exilio, para buscar recursos y continuar
su lucha en defensa de la democracia.
Conocí a Juanito en los campamentos de
entrenamiento de la Brigada 2506, cuando ingresé
como voluntario en el cuerpo de paracaidistas,
del cual Juanito ya formaba parte. Siempre jovial
y atento, con gran compañerismo, ayudaba
a los novatos en todo lo que podía, desde
montar una tienda de campaña hasta explicarnos
cómo doblar y envolver el paracaídas
que usaríamos en nuestro primer salto de
práctica.
Aunque era un hombre joven --la mayoría
de nosotros éramos unos mozalbetes de diecisiete
y dieciocho años--, Juanito nos inspiraba
confianza y nos alentaba con su ejemplo durante
el duro entrenamiento a que éramos sometidos
los paracaidistas. Teníamos que entrenarnos
más que el resto de la brigada, correr
a ''paso doble'' por más de una hora, hasta
tres veces diarias y, debido a ello, cuando llegábamos
tarde a la hora del ''rancho'' y no quedaba comida,
nos decían que nos las ''arregláramos
como pudiéramos''. Y entonces, amparados
en la nocturnidad, nos robábamos toda la
comida enlatada posible, consistiendo nuestras
cenas, por muchos días, de jamón
enlatado Spam, agua endulzada con Kool Aid y Nestle
Crunch como postre, o cualquier otra cosa que
apareciera a mano. Esta táctica del robo
de comida y equipos era en realidad parte de nuestro
entrenamiento, pues teníamos que burlar
la vigilancia de los centinelas y si nos atrapaban
éramos castigados dos veces: por la jefatura
de la brigada y, peor, por la de los paracaidistas.
El golpe más genial fue simular que el
moro Elías se había ahorcado de
un árbol y cuando todos fueron a ver qué
pasaba, ¡le robamos un lechón asado
al batallón 4!
Así desarrollamos tanto el mal hábito
de robar a los otros batallones en el campamento,
pero que nos venía muy bien cuando acudíamos
a las prácticas de tiro, pues éramos
los que más practicaban, ya que además
de las balas que nos daban para el ejercicio,
nosotros llevábamos las que nos habíamos
robado la noche anterior. Juanito nos decía:
''Roben solamente lo necesario'' y guiñaba
un ojo.
Recuerdo que después de nuestro primer
salto de práctica (que era nuestra "graduación''),
Néstor Pino nos impuso la insignia de los
paracaidistas, delante del resto del batallón.
Esa insignia nos unía militarmente, y nos
dio un gran sprit d'corps, y pocos días
después, el sacerdote Laceras nos entregó
a cada uno una medalla de san Miguel arcángel,
el patrono de los paracaidistas, donde aparece
el arcángel, con su espada desenvainada,
luchando victoriosamente frente a Satanás,
mientras que en el cielo se observan varios paracaídas,
representando a las tropas de san Miguel.
Esa medalla unió espiritualmente a ese
grupo de bisoños guerreros, ciento setenta
y nueve, que saltamos en cielo cubano aquel 17
de abril del 61, al inicio de la batalla de Playa
Girón.
Juanito y yo saltamos sobre el mismo objetivo,
en la bella campiña cubana. Me cabe el
honor de haber luchado a su lado en los combates
de Covadonga, Yaguaramas y San Blas, donde demostró
valor y liderazgo frente a las innumerables tropas
comunistas que enfrentamos, a las que detuvimos
por nuestra feroz resistencia. Nunca pudieron
tomar nuestras posiciones, sino solamente cuando
por razones tácticas nos retirábamos
para evitar ser flanqueados por aquel enemigo
que nos superaba en proporción de sesenta
a uno.
El resto de la vida de Juanito es bien conocido.
Se enroló en el ejército norteamericano
junto a otros brigadistas que pensaban era lo
indicado en aquel momento y después regresó
a la vida civil, que era su vocación, pero
sin olvidar por un momento la causa de la libertad
del pueblo cubano.
Usó toda tribuna para denunciar a la dictadura
castrocomunista. Siempre que se postuló,
salió presidente de la Asociación
de Veteranos de la Brigada 2506, cargo que ocupaba
el día de su muerte, que desempeñó
honrosamente durante varios periodos. Los paracaidistas
y los miembros de la Brigada 2506 lo recordaremos
como a un hermano que cumplió hasta el
final con el lema que Juanito repetía continuamente:
''Jamás abandonaremos a nuestra patria''.
Para el exilio cubano, fue y seguirá siendo
un ejemplo a seguir.
Cuando decidí con mi esposa ir de vacaciones
a Italia, averigüé que el cuerpo de
parcaidistas italiano tiene su base en la famosa
ciudad de Pisa. Y allí me dirigí
a buscar la medalla del Arcángel y le prometí
a Juanito que se la traería de recuerdo.
Pero el destino nos jugó una mala pasada
y él murió antes de mi regreso.
Juanito, yo sé que estás en el
cielo y que junto a san Miguel Arcángel
disfrutarás desde allí, contemplando
el cercano día de la libertad de Cuba.
Hasta luego, hermano.
juaraj@aol.com
Ingeniero cubano exiliado, fue paracaidista de
la Brigada 2506 en Playa Girón.
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