PRENSA INTERNACIONAL
Octubre 22, 2003

En memoria de Juan Pérez Franco

José M. Juara Silverio. El Nuevo Herald, 21 de octubre de 2003.

Un cubano exiliado ejemplar, Juan Pérez Franco, acaba de fallecer.

Juanito iniciaba su vida profesional cuando la revolución castrista tomó el poder en Cuba y al darse cuenta del rumbo marxista-leninista al que la dirigían, empezó desde muy pronto su oposición a la misma. Debido a que era un señalado anticomunista, decidió salir al exilio, para buscar recursos y continuar su lucha en defensa de la democracia.

Conocí a Juanito en los campamentos de entrenamiento de la Brigada 2506, cuando ingresé como voluntario en el cuerpo de paracaidistas, del cual Juanito ya formaba parte. Siempre jovial y atento, con gran compañerismo, ayudaba a los novatos en todo lo que podía, desde montar una tienda de campaña hasta explicarnos cómo doblar y envolver el paracaídas que usaríamos en nuestro primer salto de práctica.

Aunque era un hombre joven --la mayoría de nosotros éramos unos mozalbetes de diecisiete y dieciocho años--, Juanito nos inspiraba confianza y nos alentaba con su ejemplo durante el duro entrenamiento a que éramos sometidos los paracaidistas. Teníamos que entrenarnos más que el resto de la brigada, correr a ''paso doble'' por más de una hora, hasta tres veces diarias y, debido a ello, cuando llegábamos tarde a la hora del ''rancho'' y no quedaba comida, nos decían que nos las ''arregláramos como pudiéramos''. Y entonces, amparados en la nocturnidad, nos robábamos toda la comida enlatada posible, consistiendo nuestras cenas, por muchos días, de jamón enlatado Spam, agua endulzada con Kool Aid y Nestle Crunch como postre, o cualquier otra cosa que apareciera a mano. Esta táctica del robo de comida y equipos era en realidad parte de nuestro entrenamiento, pues teníamos que burlar la vigilancia de los centinelas y si nos atrapaban éramos castigados dos veces: por la jefatura de la brigada y, peor, por la de los paracaidistas. El golpe más genial fue simular que el moro Elías se había ahorcado de un árbol y cuando todos fueron a ver qué pasaba, ¡le robamos un lechón asado al batallón 4!

Así desarrollamos tanto el mal hábito de robar a los otros batallones en el campamento, pero que nos venía muy bien cuando acudíamos a las prácticas de tiro, pues éramos los que más practicaban, ya que además de las balas que nos daban para el ejercicio, nosotros llevábamos las que nos habíamos robado la noche anterior. Juanito nos decía: ''Roben solamente lo necesario'' y guiñaba un ojo.

Recuerdo que después de nuestro primer salto de práctica (que era nuestra "graduación''), Néstor Pino nos impuso la insignia de los paracaidistas, delante del resto del batallón. Esa insignia nos unía militarmente, y nos dio un gran sprit d'corps, y pocos días después, el sacerdote Laceras nos entregó a cada uno una medalla de san Miguel arcángel, el patrono de los paracaidistas, donde aparece el arcángel, con su espada desenvainada, luchando victoriosamente frente a Satanás, mientras que en el cielo se observan varios paracaídas, representando a las tropas de san Miguel.

Esa medalla unió espiritualmente a ese grupo de bisoños guerreros, ciento setenta y nueve, que saltamos en cielo cubano aquel 17 de abril del 61, al inicio de la batalla de Playa Girón.

Juanito y yo saltamos sobre el mismo objetivo, en la bella campiña cubana. Me cabe el honor de haber luchado a su lado en los combates de Covadonga, Yaguaramas y San Blas, donde demostró valor y liderazgo frente a las innumerables tropas comunistas que enfrentamos, a las que detuvimos por nuestra feroz resistencia. Nunca pudieron tomar nuestras posiciones, sino solamente cuando por razones tácticas nos retirábamos para evitar ser flanqueados por aquel enemigo que nos superaba en proporción de sesenta a uno.

El resto de la vida de Juanito es bien conocido. Se enroló en el ejército norteamericano junto a otros brigadistas que pensaban era lo indicado en aquel momento y después regresó a la vida civil, que era su vocación, pero sin olvidar por un momento la causa de la libertad del pueblo cubano.

Usó toda tribuna para denunciar a la dictadura castrocomunista. Siempre que se postuló, salió presidente de la Asociación de Veteranos de la Brigada 2506, cargo que ocupaba el día de su muerte, que desempeñó honrosamente durante varios periodos. Los paracaidistas y los miembros de la Brigada 2506 lo recordaremos como a un hermano que cumplió hasta el final con el lema que Juanito repetía continuamente: ''Jamás abandonaremos a nuestra patria''. Para el exilio cubano, fue y seguirá siendo un ejemplo a seguir.

Cuando decidí con mi esposa ir de vacaciones a Italia, averigüé que el cuerpo de parcaidistas italiano tiene su base en la famosa ciudad de Pisa. Y allí me dirigí a buscar la medalla del Arcángel y le prometí a Juanito que se la traería de recuerdo. Pero el destino nos jugó una mala pasada y él murió antes de mi regreso.

Juanito, yo sé que estás en el cielo y que junto a san Miguel Arcángel disfrutarás desde allí, contemplando el cercano día de la libertad de Cuba. Hasta luego, hermano.

juaraj@aol.com

Ingeniero cubano exiliado, fue paracaidista de la Brigada 2506 en Playa Girón.


 

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