Elizabeth
Burgos: "Chávez puede llegar a ser más perverso
que Fidel"
Esta historiadora y antropóloga
venezolana, radicada en París, augura el
final de la larga complacencia de la izquierda
europea con el dictador cubano. Celebra el surgimiento
de Lula como la nueva referencia latinoamericana
y descarta la influencia real del chavismo en
el nuevo liderazgo del continente.
Javier Pereira, jpereira@el-nacional.com.
El Nacional.
Venezuela, 7 de octubre de 2003.
Cosas importantes han ocurrido en Paris estos
últimos días. La capital francesa
fue el escenario de una de las protestas más
significativas de los últimos años:
la izquierda europea, sobre todo la francesa,
rompió su pacto de tolerancia con el régimen
de Fidel Castro y condenó el encarcelamiento
de Heberto Padilla, Arnaldo Ochoa y otros 75 periodistas
y escritores disidentes.
En primera fila del Teatro del Rond-Point, en
los Campos Elíseos, una venezolana acompañó
al grupo de destacados líderes políticos
e intelectuales (como Jorge Semprún, Pierre
Arditi, Zoé Valdés, Jack Lang, Noël
Mamère, Pedro Almodóvar y Catherine
Deneuve) que bajo el slogan de "Cuba sí,
Castro no" comenzaron a desmontar el mito
de Fidel en Europa. La venezolana Elizabeth Burgos
da testimonio de un evento que pone fin a la luna
de miel de Castro con la izquierda del viejo continente:
-Por primera vez la izquierda francesa hace un
acto de repudio contra Castro, y al escuchar los
discursos se nota que todavía les cuesta
mucho. Fidel es un mito, un gran maestro de la
propaganda.
¿Cómo se explica
esa condescendencia de la izquierda europea con
un dictador que lleva cuatro décadas en
el poder?
-Por el discurso de Fidel Castro, como el que
tiene Chávez ahora. Los que tratan de defender
a Castro siempre argumentan que en Cuba le dan
educación y salud al pueblo. En la izquierda
europea hay una actitud de condescendencia con
América Latina que se revela en una idea:
la gente del tercer mundo debería estar
contenta con un poco de medicinas y educación.
Por eso es que hay cosas que los franceses nunca
aceptarían aquí (en Paris) pero
que lo ven normal allá.
¿Nos consideran países
menores?
-Si. En Europa comparan a Zimbabwe con Honduras
o Venezuela. Todos los países que ellos
encierra en el cliché de "tercer mundo"
son iguales, no conocen la especificidad de la
historia: no importa equiparar a los países
más subdesarrollados de África con
Argentina y Brasil. Y todo eso se combina con
el sentimiento de antiamericanismo que hay en
Francia, que no es nuevo. Es una manera muy fácil
y barata de pelear contra Estados Unidos: aquí
nadie pensaría en declararles la guerra,
pero les encanta cuando se las declaran en otro
lado.
¿Y cuál fue el
evento que desencadenó esta reacción?
-El apresamiento de los periodistas. En Cuba se
logró crear un espacio de periodismo independiente
y el régimen había mostrado una
cierta tolerancia. Pero ese es un mecanismo que
siempre ha usado Fidel Castro: él permite
espacios de libertad y después los reprime,
es una técnica que usa desde 1959. Lo que
pasa es que la gente estudia muy poco la dinámica
del régimen cubano y se preocupa muy poco
en conocer su historia. Pero esta ultima ola de
represión tocó a personajes conocidos,
ya ellos no pueden hablar de "batisteros"
(cómplices del régimen de Fulgencio
Batista) para justificar sus acciones. Eso ha
hecho que mucha gente abra los ojos.
También hubo una protesta
el 24 de abril de este año, en la sede
de la embajada cubana en Paris, que terminó
violentamente. Eso pudo haber exacerbado los ánimos...
-Eso también influyó. Yo participé
en esa manifestación y el embajador salió
con sus esbirros y nos pegó con cabillas.
Los franceses quedaron traumatizados con ese evento,
decían "si esta gente era capaz de
hacer eso en Paris, imagínense lo que hacen
en La Habana". Eso ayudó a la reacción.
¿Y cómo quedan
intelectuales como Arturo Pérez Reverte,
o la misma Rigoberta Menchú, al mantenerse
al lado de Castro?
-Ellos tienen esa posición por ignorancia,
apoyando la premisa del desarrollo de la salud
y la educación. No se molestan en saber
como era La Habana antes de 1959, no conocen que
el porcentaje de analfabetismo en Cuba era uno
de los más bajos del continente, similar
al de Argentina y Uruguay; no saben que Cuba tenía
el mismo ingreso per capita de Venezuela, que
es un país petrolero. Ellos no saben estas
cosas, ni están interesados en saberlas.
Se mueve el centro de gravedad
Burgos sostiene que la red de poder castrista
se basa, casi exclusivamente, en el Ejército
y el Ministerio de Interior de Cuba, desde donde
se desarrollan todos los mecanismos de control
social contra la población. Sostiene que
Lula ya desplazó a Fidel Castro como el
referente de la izquierda latinoamericana.
-Lula abrió la brecha de la izquierda
sensata y democrática en Latinoamérica.
Se ha ganado el respeto de Bush y de Europa, su
manera de hablar y de manejar las relaciones ha
despertado simpatía. Comprende que es un
jefe de un gran país, que tiene problemas
muy graves que debe resolver; pero al mismo tiempo
tiene una gran conciencia del equilibrio de las
fuerzas en el planeta. Esa sensatez es la que
debe impregnar algún día a toda
la izquierda latinoamericana. Y eso parece no
gustarle mucho a Fidel, porque le ha quitado el
protagonismo.
Pero en los últimos
días hubo un acercamiento importante entre
Lula y Castro. Después de la Asamblea General
de la ONU, Lula visitó la Habana y luego
Fidel fue a Brasil...
-Lo que pasa es que la relación que Lula
sostuvo con Castro antes de ser electo presidente
de Brasil, no le permite asumir una postura radical
de un día para otro. Ni tampoco creo que
le convenga. Debe dejar una puerta abierta y mantener
los canales de comunicación con el poder
cubano.
¿Entonces ese acercamiento
es más por conveniencia que por complicidad?
-Eso es algo que en América Latina nos
cuesta entender: los países no sólo
actúan por ideología, sino por intereses.
Eso lo están empezando a comprender Chile,
Argentina y Brasil. Además, Lula cuenta
con una escuela de diplomacia de primera clase:
Itamaratí, donde saben que los países
primero tienen intereses y después amigos.
¿Cómo visualiza
la estrategia de exportación de ideología
que todavía desarrolla Castro sobre América
Latina?
-En un primer momento Castro intentó penetrar
a Latinoamérica con la guerrilla, pero
eso no le resultó. Y después, como
es una persona muy hábil, encontró
otro medio para alcanzar su objetivo: la caridad.
Las organizaciones no gubernamentales son los
nuevos misioneros del mundo, los estados tienen
cada vez menos relaciones bilaterales de desarrollo
y concentran los recursos en grupos de este tipo.
Yo diría que es la nueva forma de neocolonialismo,
y Fidel usa esa estrategia imperialista, porque
en el fondo el modelo de Castro es el modelo norteamericano.
Él siempre tuvo esa rivalidad con Washington,
pero adoptó su modelo y lo combinó
con elementos del leninismo, como el aparato del
partido único y del líder único.
Castro ha intentado imponer al resto de Latinoamérica
el trauma cubano de la guerra de 1898, cuando
Cuba obtuvo su independencia gracias a la intervención
militar de Estados Unidos.
Según su punto de vista
¿Cuál es el elemento ideológico
más peligroso que ha logrado filtrar Castro
en Latinoamérica?
-Sin duda que los más perjudicial es el
modelo del estado pretoriano, el estado en manos
del Ejercito. Los militares latinoamericanos,
en general, consideran que tienen una misión
salvadora y que son los únicos que pueden
hacerse cargo del estado. Por eso el modelo cubano
es perfecto para ellos. La poca economía
que hay en Cuba está en manos de los militares;
el Ministerio de Interior y el Ejército
son el verdadero estado en Cuba, las otras instancias
son figurantes. Cuando se muera Fidel hay que
tomar en cuenta eso.
¿Cómo visualiza
a Cuba después de Fidel Castro?
-No sé si Raúl Castro será
el nuevo hombre fuerte, porque parece que él
está más enfermo que el hermano;
pero en todo caso surgirá de los militares
y del Ministerio de Interior, que son los que
mantienen un control férreo de la población.
Por eso es que me parece difícil que cuando
muera Castro cambie de inmediato la situación,
porque la gente tiene el miedo sembrado. Precisamente,
a estos periodistas independientes los apresan
porque perdieron el miedo contra el régimen,
y eso es inaceptable para Castro.
¿Percibe a Néstor
Kirchner también como un exponente de esa
sensatez que expresa Lula?
-Kirchner no es un líder de la misma naturaleza
de Lula. Los brasileños son mucho más
sensatos que los argentinos. Además, Lula
es un sindicalista que, por definición,
sabe negociar. Es un hombre que se ha forjado
a si mismo. Eso le ha dado una gran sabiduría.
Argentina siempre ha sido un país menos
sereno, aunque parece que el equipo que está
en el poder con Kirchner se inclina menos a la
sensualidad del poder y más a atender las
responsabilidades. Ha mostrado una gran capacidad
para negociar con el FMI y con Bush y eso hace
pensar que va por buen camino.
Las decisiones contra los represores
de las dictaduras militares también ha
favorecido su imagen...
-Bueno, eso habría que analizarlo con mayor
detenimiento. Obviamente se deben castigar a los
violadores de derechos humanos, pero de todos
los bandos. Por ejemplo, en el mismo caso de Argentina:
un líder de izquierda que haya mandado
a la muerte desde Paris a muchachos para desencadenar
guerras allá, mientras ellos se quedaban
aquí tranquilos, eso habría que
analizarlo. Sanaría mucho la situación.
No es que yo trate de equiparar las violaciones
de los militares con las del otro sector, pero
esas también existen y eso hay que saberlo.
Castrismo a la llanera
Al reflexionar sobre el caso venezolano, Burgos
califica a la revolución chavista como
una farsa del castrismo. Compara el discurso de
Chávez con el populismo de Jean-Marie Le
Pen y descarta cualquier influencia del primer
mandatario venezolano en dirigentes importantes
de la izquierda latinoamericana.
-Si se busca un ejemplo de irracionalidad y de
desequilibrio mental, habría que nombrar
el caso de Venezuela. Ese es un país que
sólo necesitaba un equilibrio mínimo
administrativo para que fuera viable; pero allí
se ha desencadenado una locura colectiva, irracional,
desequilibrada, sin noción de lo que es
administración de un país moderno.
Ahora allí hay un enfrentamiento entre
un mundo rural y anacrónico, contra una
población que ha llegado a la época
más moderna. Y lo que está pasando
en Venezuela desde el punto de vista institucional
es muy interesante: esa guerra civil que se está
dando allí, sin armas sino a punta de ideas
desde el lado de la oposición, me parece
ejemplar. Tratar de llegar a una solución
sin un enfrentamiento armado es ejemplar. Uno
se siente orgullosa de ser venezolana en estos
días.
Usted comparó el discurso
de Chávez con los planteamientos de Jean-Marie
Le Pen ¿Qué pueden tener en común
dos personajes identificados con dos puntos ideológicos
radicalmente contradictorios?
-En Francia hay una situación, guardando
las proporciones, muy similar a la de Venezuela.
Hay una crisis muy fuerte de los partidos tradicionales.
El Partido Socialista y los dirigentes de la izquierda
están en plena crisis. Le Pen hablaba en
favor al pueblo pequeño, contra las elites,
con una demagogia peligrosísima con un
antiamericanismo marcado; el mismo discurso de
Chávez, que es en definitiva el discurso
del fascismo. Y en Francia el problema sigue.
Ahora hay dos factores que suben en las encuestas:
la extrema izquierda por un lado, y la hija de
Le Pen, Marie, por el otro.
Algunos analistas señalan
que uno de los puntos débiles al argumentar
que Chávez es un tirano, es la libertad
con la que actúan los medios de comunicación
¿Por qué cree que Chávez
no ha desarrollado mecanismos autoritarios más
efectivos para consolidarse en el poder?
Simplemente porque no ha podido. Te lo explico
con un ejemplo: cuando el Che Guevara entró
a La Habana, antes de Fidel, comenzó a
ordenar los fusilamientos contra los funcionarios
y policías del gobierno de Fulgencio Batista.
En ese momento pudieron justificar esa medida
de fuerza porque había una dictadura. Después
comenzó también la represión
contra una guerrilla nacida de las mismas filas
del ejército revolucionario, en 1959, que
desató una guerra contra Fidel cuando pacto
con los antiguos miembros del Partido Comunista
para darles los puestos claves del poder. Esa
fue quizás la guerrilla más intensa
de Centroamérica, pero esa guerra fue silenciada
por Castro para evitar la solidaridad de la comunidad
internacional y para no manchar su imagen. Por
otro lado, en Venezuela nunca hubo una situación
de dictadura como esa para que Chávez justificara
esa represión similar. Por eso es que no
pudo desarrollar mecanismos para aterrorizar a
los venezolanos y eso ha marcado su desempeño
hasta ahora.
¿Cómo define
entonces el modelo político que aplica
Chávez en Venezuela?
Como decía Karl Marx, la historia cuando
se repite lo hace en forma de farsa. Chávez
es una farsa del castrismo, pero hay que estar
claro en algo: Chávez puede llegar a ser
más perverso que Fidel. Porque Fidel es
un hombre culto, con nivel universitario y alguna
formación intelectual; en cambio Chávez
es un engendro del Caribe, una cosa rara, barroca.
Fidel es él mismo, no tiene ningún
modelo; pero Chávez quiere copiarlo, es
una persona con graves problemas de personalidad.
¿Cuál es la verdadera
influencia tiene Chávez en el liderazgo
de la izquierda latinoamericana?
En general no veo ninguna, con la excepción
de ciertos dirigentes como Evo Morales en Bolivia,
quien está fascinado con Chávez
porque le da status. De hecho, yo visité
La Paz recientemente y allá se dice que
Evo Morales tiene su oficina y despacha desde
Caracas, porque en Bolivia corre peligro de muerte.
Chávez despierta solidaridad en algunos
estratos de la población, en los indígenas;
pero no en la izquierda latinoamericana, que tiene
cierto nivel intelectual y que, a pesar de haber
cometido muchos errores, no se deja impresionar.
¿Quién es?
El curriculum de Elizabeth Burgos
explica la importancia de su análisis sobre
el castrismo. Nacida en Caracas, en el seno de
una familia de alcurnia, dejó la comodidades
para unirse a los movimientos de izquierda en
los años sesenta. En esos avatares conoció
a su futuro esposo, el filosofo francés
Régis Debray, autor del libro Revolución
en la revolución (obra obligada de la insurrección
en Latinoamérica) y quien llegó
a Venezuela para entrevistar a Douglas Bravo.
Sus avatares por Latinoamérica
la llevaron a Colombia, Ecuador, Perú (donde
fue detenida, por sus supuestas vinculaciones
con movimientos de izquierda) y Chile, donde trabajó
de cerca con Salvador Allende. Participó
en la famosa Conferencia Tricontinental de La
Habana (1966) y recibió, junto a Debray,
entrenamiento militar en Cuba. A los pocos años
encabezó una campaña internacional
que logró la liberación de su esposo,
quien fue detenido y condenado en Bolivia a 30
años de cárcel después de
-según la versión de Jhon Lee Anderson-
delatar la ubicación del Che Guevara. Posteriormente
dejó la agitada vida de revolucionaria
y se radicó en Francia.
En 1982 lanzó a la fama
a una joven indígena guatemalteca con un
libro nacido de una entrevista: Me llamo Rigoberta
Menchú: así despertó mi consciencia
(Editorial siglo XXI - 1982); obra que jugaría
un papel fundamental en el Premio Nóbel
de la Paz que ganó la centroamericana.
Años después repitió el ejercicio
con Daniel "Benigno" Alarcón
Ramírez, compañero de Castro y el
Che Guevara en la Sierra Maestra: Memorias de
un soldado cubano (Editorial Tusquets - 1997).
Hace poco su firma apareció junto a la
de Isabel Allende y Costantin Costa-Gravas en
un proclama exigiendo a las FARC la liberación
de Ingrid Betancourt.
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