El
'terapeuta' y la 'desensibilización'
Alfredo Coronil-Hartmann. El
Nuevo Herald, 4 de noviembre de 2003.
Por ocasión de su reciente visita a Cuba
comunista, el presidente Luiz Inácio da
Silva, de Brasil, evitó pronunciarse públicamente
sobre la flagrante y escandalosa violación
de los derechos de los habitantes de la isla-cárcel,
a pesar de los pedidos que le hicieran familiares
de presos políticos y personalidades internacionales.
Para lavarse las manos --de una manera que el
secretario general de Reporteros Sin Fronteras,
Robert Menard, calificó de ''cobardía''--,
alegó no querer contundir "el derecho
de los cubanos a su autodeterminación'',
como si el pueblo de la isla caribeña,
que yace bajo un sistema totalitario desde hace
más de 40 años, tuviera la posibilidad
de "autodeterminarse''.
Es verdad que el presidente brasileño
tampoco se pronunció públicamente
en apoyo del dictador Fidel Castro y de su régimen,
como lo había hecho invariablemente en
sus numerosos viajes anteriores. Pero toda su
visita, del abrazo inicial al abrazo final con
el dictador, más allá de las palabras
no pronunciadas fue un gran gesto de respaldo
al régimen comunista.
No lo decimos nosotros. Es el propio Castro quien,
en palabras publicadas por el diario oficial Granma,
se encargó de confesar: ''Es la mejor visita
que hemos tenido nunca''. En efecto, según
observó el enviado especial de El Universal,
de México, Lula llevó un ''balón
de oxígeno político'' a Castro,
quien obtuvo un ''triunfo político'' considerable.
Lo anterior es sumamente grave, y ese apoyo marcará
para siempre, como un estigma indeleble, la carrera
política de Lula, que pretende erigirse
en líder sudamericano y mundial.
Pero hay otro aspecto igualmente grave, del punto
de vista de la influencia política tendencial
y de la sicología social, que ha pasado
inadvertido a los comentaristas internacionales.
La visita de la comitiva brasileña estuvo
envuelta en un clima casi idílico, una
antítesis del infierno cubano. Visitantes
y anfitriones se presentaron ante los medios de
comunicación ostentando una amistad fraternal,
con el dictador tratando a Lula todo el tiempo
de ''hermano''; de amabilidades y agradecimientos
mutuos; de nostalgias y sentimientos, al punto
de que varios ministros de la comitiva brasileña
derramaron lágrimas de emoción al
ser abrazados por el tirano; de publicitadas recepciones
como la del Palacio de la Revolución, donde
en un ambiente festivo el presidente Lula enseñó
sus dotes de bailarín al dictador Castro,
y éste, en medio de bromas, le regaló
una botella de ron, mientras todos saboreaban
ciervo, langostas y camarones.
La creación de ese clima de aparente normalidad,
como si se estuviera en el mejor de los mundos
y no en una isla-presidio, bien podría
haber formado parte de una gigantesca maniobra
propagandística tendencial con el objetivo
de disolver las justificadas ''barreras de horror''
que aún existen en Brasil y en América
Latina con relación a la dictadura castrista.
''Barreras de horror'' que son el principal obstáculo
que impide que Fidel Castro y su régimen
sean aceptados por la opinión pública
continental.
Es como si la conocida fórmula publicitaria
''Paz y amor'' --que en el período preelectoral
brasileño tantos frutos rindió al
presidente Lula, para metamorfosear de la noche
a la mañana su anterior perfil de revolucionario
radical-- se hubiese aplicado por ósmosis,
al menos temporalmente y, sin duda, sólo
en la superficie, al sistema cubano y al tirano.
En la sicología comportamental existen
terapias específicas, rápidas y
consideradas bastante eficaces para eliminar o
disminuir en los pacientes diversos tipos de fobias;
por ejemplo, en relación con situaciones,
animales o insectos que despiertan horror. El
tratamiento consiste básicamente en ir
presentando el estímulo que causa horror
simultáneamente con un elemento distensivo,
tranquilizante, relajante. Con ello, el paciente
va ''desensibilizándose'' con relación
a ese estímulo que le causa horror.
Si con el viaje del presidente Lula se hubiera
intentado aplicar colectivamente los principios
básicos de esta técnica de la sicología
comportamental, no se habría procedido
de manera diferente.
¿En qué medida los artífices
publicitarios lulocastristas habrán conseguido
su objetivo "desensibilizante? Es difícil
calcularlo con exactitud. Sin embargo, tenemos
la certeza de que poner al desnudo, objetivamente,
este tipo de maniobras sicopolíticas, sirve
para neutralizarlas.
|