POLITICA
La
intolerancia
LA HABANA, junio
- Cuando un gobierno basa su política en
la intolerancia el ciudadano se siente oprimido.
En el caso de Cuba la opresión no se manifiesta
en golpizas callejeras ni en escuadrones policiales
asechando a multitudes inconformes.
Sentirse oprimido
lleva consigo un sentimiento de impotencia. En
Cuba el ciudadano no sabe a dónde acudir
cuando han sido violados sus derechos. Los abogados
se sienten temerosos ante la posibilidad de asumir
casos políticos. Durante la reciente ola
represiva un abogado le dijo a la esposa de uno
de los detenidos, que se le había acercado
pidiéndole que asumiera la defensa de su
marido: "Señora, tráigame a
un asesino, a un violador, que yo lo defiendo,
pero no me traiga un caso político".
En relación
con las violaciones laborales, por ejemplo, el
obrero sabe que la Central Sindical responde a
los intereses del Estado. Por mucho que se esfuerce
en argumentar que recibe un salario miserable,
el representante del Sindicato se esmerará
en explicarle que "estamos asediados por
un criminal bloqueo" y por eso hay que conformarse
con el sueldo. Esto sucede a pesar de que son
evidentes las prebendas a los militantes comunistas.
A ellos, entre otras cosas, se les garantiza gasolina
gratis para sus labores partidistas.
La intolerancia
ha dañado mucho la historia de este país.
Desde los inicios del proceso revolucionario los
asesinatos, los juicios sumarísimos, las
amenazas, estuvieron a la orden del día.
Se cometió mucha injusticia a costa de
un ideal político que terminó por
convertirnos en un pueblo oprimido a costa de
ese ideal de sociedad justísima.
En palabras de Gandhi,
"la intolerancia es en sí misma una
forma de violencia y un obstáculo para
el cultivo de un verdadero espíritu democrático".
Por mucho que se pretenda conservar la soberanía,
ésta no se puede mantener a costa de la
imposición de una ideología única.
La verdadera riqueza
de una nación es el respeto a las diferencias.
Cada persona, según su educación
e intereses personales, posee una opinión
política que responde a lo que le dicte
su conciencia. Esta puede o no coincidir con la
del gobierno, pero éste último no
tiene el derecho a oprimirlo ni mucho menos crear
todas las bases sociales para que se ejerza la
intolerancia a través de los CDR, las Brigadas
de Respuesta Rápida, la Federación
de Mujeres Cubanas, la Unión de Jóvenes
Comunistas, la Central de Trabajadores de Cuba,
entre muchas otras llamadas "organizaciones
de masas".
La masificación
del pensamiento, además de ser una utopía,
con el tiempo se convierte en una tiranía.
Pues evidentemente la sociedad de Voluntad Única
no es de este mundo. Y es aquí donde juega
su papel protagonista la intolerancia. Esa manifestación
social que nos hace sentir impotentes y víctimas
de una dictadura. cnet/11
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