PRENSA INDEPENDIENTE
Junio 26, 2003

POLITICA
La intolerancia

LA HABANA, junio - Cuando un gobierno basa su política en la intolerancia el ciudadano se siente oprimido. En el caso de Cuba la opresión no se manifiesta en golpizas callejeras ni en escuadrones policiales asechando a multitudes inconformes.

Sentirse oprimido lleva consigo un sentimiento de impotencia. En Cuba el ciudadano no sabe a dónde acudir cuando han sido violados sus derechos. Los abogados se sienten temerosos ante la posibilidad de asumir casos políticos. Durante la reciente ola represiva un abogado le dijo a la esposa de uno de los detenidos, que se le había acercado pidiéndole que asumiera la defensa de su marido: "Señora, tráigame a un asesino, a un violador, que yo lo defiendo, pero no me traiga un caso político".

En relación con las violaciones laborales, por ejemplo, el obrero sabe que la Central Sindical responde a los intereses del Estado. Por mucho que se esfuerce en argumentar que recibe un salario miserable, el representante del Sindicato se esmerará en explicarle que "estamos asediados por un criminal bloqueo" y por eso hay que conformarse con el sueldo. Esto sucede a pesar de que son evidentes las prebendas a los militantes comunistas. A ellos, entre otras cosas, se les garantiza gasolina gratis para sus labores partidistas.

La intolerancia ha dañado mucho la historia de este país. Desde los inicios del proceso revolucionario los asesinatos, los juicios sumarísimos, las amenazas, estuvieron a la orden del día. Se cometió mucha injusticia a costa de un ideal político que terminó por convertirnos en un pueblo oprimido a costa de ese ideal de sociedad justísima.

En palabras de Gandhi, "la intolerancia es en sí misma una forma de violencia y un obstáculo para el cultivo de un verdadero espíritu democrático". Por mucho que se pretenda conservar la soberanía, ésta no se puede mantener a costa de la imposición de una ideología única.

La verdadera riqueza de una nación es el respeto a las diferencias. Cada persona, según su educación e intereses personales, posee una opinión política que responde a lo que le dicte su conciencia. Esta puede o no coincidir con la del gobierno, pero éste último no tiene el derecho a oprimirlo ni mucho menos crear todas las bases sociales para que se ejerza la intolerancia a través de los CDR, las Brigadas de Respuesta Rápida, la Federación de Mujeres Cubanas, la Unión de Jóvenes Comunistas, la Central de Trabajadores de Cuba, entre muchas otras llamadas "organizaciones de masas".

La masificación del pensamiento, además de ser una utopía, con el tiempo se convierte en una tiranía. Pues evidentemente la sociedad de Voluntad Única no es de este mundo. Y es aquí donde juega su papel protagonista la intolerancia. Esa manifestación social que nos hace sentir impotentes y víctimas de una dictadura. cnet/11


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