Claudia
Adolfo Rivero Caro. El
Nuevo Herald, 26 de diciembre de 2003.
El optimismo, para mí, tiene un bello
rostro de mujer. Y se llama Claudia. Sí,
yo sé que es fácil sentirse pesimista.
Sobre todo cuando uno está solo o ve el
poco respaldo que los colombianos le han dado
a Uribe, o la creciente penetración castrista
en Venezuela. Por no hablar de la desesperada
resistencia de los fascistas iraquíes o
de esa quinta columna que en Estados Unidos, a
nombre de la libertad de expresión, lucha
por convertir en derrotas los históricos
triunfos de Afganistán e Irak. Y, sin embargo,
tengo entre las manos una revista que se llama
De Cuba. Y el pesimismo se retira avergonzado.
Es una revista hecha en Cuba, a mimeógrafo,
por un grupo de periodistas independientes. Es
el órgano de la Sociedad de Periodistas
Carlos Márquez Sterling, miembro de la
red internacional de Reporteros sin Fronteras.
Tras el encarcelamiento de su editor, Claudia
Márquez se ha convertido en su espíritu
animador y su desafiante directora. Claudia tiene
26 años, una niña pequeña
y el esposo en la cárcel. Se trata de Osvaldo
Alfonso, dirigente del Partido Liberal Democrático,
condenado a 18 años de prisión.
Tras su encarcelamiento, Claudia ha editado tres
números de la revista y ha publicado varias
columnas, en inglés, en importantes periódicos
de Estados Unidos. No le publican por gusto. Esta
joven mujer escribe con una gracia y una lucidez
excepcionales. Es increíble. Prenden a
un dirigente y surge otro.
Claudia pertenece a una pléyade de mujeres
extraordinarias que, dentro de Cuba, están
en la primera línea del combate por la
libertad. Son las dignas herederas de aquellas
mujeres que iluminaron la larga noche del presidio
histórico cubano: las Cristina Cabezas,
Polita Grau, Ana Lázara Rodríguez,
Isabelita Rodríguez, Cary Roque y Carmina
Trueba, o Amparo Posada Boyle, la viuda de Plinio
Prieto, luchadora contra Batista y contra Castro.
Y sólo menciono unas pocas. La mayoría
salió de la cárcel, está
con sus esposos o con sus hijos y nietos y vio
el colapso de la Unión Soviética
y del sistema comunista mundial. Es cierto que
las batallas no se acaban nunca y que Cuba no
es libre. Pero han podido constatar que tuvieron
razón cuando el resto del mundo las creía
equivocadas. Y saben que han ganado la guerra
aunque, como en Irak, siga habiendo bajas y sufrimiento.
¡Qué fracaso el de la dictadura
cubana! ¡Cómo se parecen Saddam Hussein
y esos líderes baasistas a Fidel Castro
y sus seguidores! ¡Y también a Chávez,
por cierto! Tanto rifle en alto, tanto machismo,
tanto anuncio de resistencias hasta la última
gota de sangre (la de los demás) para que
Saddam se rindiera mansamente. Como se rindió
Fidel Castro, por cierto, tras la derrota del
Moncada. O como se rindió Chávez
cuando aquel susto.
¿Se acuerdan mis lectores de Granada en
1983? ¿Cuando Castro anunció que
todos los trabajadores cubanos habían muerto
peleando contra los soldados americanos? ¿Cuando
dijo que los últimos se habían inmolado
abrazados a la bandera? Es lo mismo que, años
después, soñaba Saddam Hussein:
que los iraquíes se inmolaran masivamente
para defender su dictadura. En vez de eso, sus
ejércitos se disolvieron prácticamente
sin resistencia. Claro que Cuba no es Irak. En
Cuba hay muchísimas más simpatías
por los americanos. Es ridículo que Castro
siga vociferando que el gobierno de EEUU teme
invadir a Cuba porque ésta sería
''la madre de todas las batallas''. En realidad,
para lo único que sirve el aparato de represión
cubano --seguridad, ejército y tropas especiales
incluidas-- es para intimidar a mujeres indefensas.
Sin conseguirlo, por cierto.
Marta Beatriz Roque está en la cárcel,
pero ¡qué cantidad de mujeres desafiantes
en la calle! ¿Quién no conoce a
Blanca Reyes, la indomable esposa de Raúl
Rivero, o a Gisela Delgado, la de Héctor
Palacios, el director del Centro Independiente
de Estudios Sociales? ¿Quién no
lee lo que escriben periodistas independientes
como Tania Díaz Castro o Fara Armenteros?
¿Y qué decir de Berta Soler Fernández?
¿No la conocen? Es la esposa de Angel Moya
Acosta, un león de disidente, en prisión
por cuarta vez, siempre por motivos políticos,
y ahora condenado a 20 años. Cuando Berta
fue a visitarlo en agosto, le dijeron que, para
demostrar que no tenía nada escondido,
tenía que desnudarse y ponerse en cuclillas
delante de una oficial del Ministerio de Interior.
''Tú estás muy equivocada'', le
dijo Berta. Y pidió hablar con el jefe
de la prisión. Este le dijo que si él
estuviera preso, su esposa lo hubiera hecho. Berta
le contestó: "Si usted cae preso es
por corrupción o por malversación,
pero estos hombres están aquí por
sus ideas. No son drogadictos, ni delincuentes,
están presos por no pensar igual que el
gobierno''.
Cualquiera de estas mujeres tiene más
testosterona que esos plañideros profesores
que, para estar a la moda, ceden a las presiones
del antiamericanismo (sostén ideológico
de Fidel Castro), denuncian con voz de flauta
la vulgaridad y la intransigencia de Miami y se
convierten, casi sin darse cuenta, en defensores
del encuentro en la capitulación y de la
sucesión con los amigos de Raúl
y de Ramiro. Todo a nombre de un realismo sin
fronteras y sin vergüenza.
Estamos en medio de una lucha de carácter
mundial y enorme importancia. Los capítulos
más importantes en la historia de la oposición
cubana están por escribir. Nunca ha habido
más solidaridad internacional con la disidencia
cubana. Y, una vez más, sus mujeres están
iluminando esta larga y terrible noche de nuestra
historia. En estos días navideños,
los recordamos a todos con admiración y
cariño, y les deseamos un cercano arribo
de la libertad.
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