PRENSA INDEPENDIENTE
Diciembre 29, 2003

DISIDENCIA
"No soy un callejero"

LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - Javier Valladares Rodríguez tiene tan sólo 27 años de edad, pero su vida de joven no ha sido ni por mucho un lecho de rosas, no ha podido disfrutar los años que nuestros abuelos llaman "primaverales". Más bien, para Javier estas dos décadas y algo de existencia han sido un invierno frío y duro, con todas las consecuencias físicas y sobre todo mentales que se derivan del rigor de la dictadura de Castro.

Hoy Javier se nos descubre tal cual es, sin tabúes, sin prejuicios y sobre todo, a corazón abierto, y nos ofrece la radiografía de un joven cubano de estos tiempos, que asume toda la responsabilidad de denunciar a toda voz y sin máscaras, a una dictadura que, nos dice, "frustró mi vida".

Javier nació un 8 de septiembre. Desde pequeño le inscribieron en la escuela, donde, como todos los niños, fue adoctrinado en la ideología marxista leninista, que aunque atrapada en el tiempo y descalificada por la experiencia y la sabiduría de la cotidianidad, es la base del actual nefasto sistema en Cuba. Pero a los 16 años, Javier comprendió que no deseaba ser una marioneta' ni tampoco un papagayo que repitiera las locuras de un senil señor impuesto como "líder".

Javier decidió no engrosar las filas del trabajo infantil, de manera que no asistió a las escuelas al campo, que él mismo define como campos de concentración agrícolas al servicio de Castro con mano de obra esclava. "Yo no iba a contribuir con el sufrimiento de mi pueblo, mis padres se opusieron desde el inicio, y no me dejaron ir". Por esta razón Javier no obtuvo una beca en el preuniversitario Vocacional en Ciencias Exactas de su provincia, Las Tunas, pese a sus excelentes notas y calificaciones cada curso.

Javier tuvo que asistir a un preuniversitario de pésima calidad (pese al cacareado discurso de educación para todos, gratuita y de buena calidad). "Todo eso es mentira, una burla al pueblo, que hace 40 años no sabe de otra cosa que de comunismo por todas partes. Mi pre fue pésimo, los profesores, iban de proxenetas a prostitutas, se vendían por un jabón, una toalla o cualquier otra cosa… horrible, sencillamente".

Sin embargo, Javier se esforzó, perseveró y logró mantenerse en un escalafón que le permitió realizar las pruebas de ingreso a la universidad, y aprobó el ingreso a la carrera de Medicina. "Desde que entré a la universidad, me advirtieron que tenía que cumplir con todas sus actividades, una amplia gama de retreta política destinada a borrar de las mentes de los jóvenes las iniciativas de libertad e independencia, un lavado de cerebro completo. Sin embargo, por amor a mis padres, a mi novia y sobre todo, por el futuro de de la patria decidí pasar todos los sacrificios que me imponía la dictadura y aceptar el reto. Porque era eso, un reto, un desafío, y me propuse ganarlo, a todo costo".

Pero Javier no logró ocultar por mucho tiempo su determinación de luchar por una Cuba libre. En la tarde del 22 de noviembre de 2002, en un bochornoso acto, fue citado para la universidad. Allí le esperaría una jauría humana y de lobos prestos a devorar la fiera. Los delitos, distribuir la Declaración Universal de los Derechos Humanos, hablar de la democracia y nada más). "Yo, tranquilo, sereno, y con la razón de mi lado, y con mis argumentos de siempre, los de libertad, y soberanía, los de democracia y respeto a los derechos humanos. No me dejaron hablar, y la sentencia era segura: expulsión.

"Desde entonces no me dan trabajo. Sé lo que quieren las autoridades: que me tire a la calle, que me prostituya, que integre el mercado de los ladrones y delincuentes, porque Castro financia y organiza este mercado, le conviene, porque así tiene más ganancias. Mis ideales no han cambiado, mis principios siguen firmes e inconmovibles. Cuando sabes que existen personas aun más sacrificadas, como Raúl Rivero, Biscet, Martha y tantos otros capaces de sufrir prisión injusta por causa de su lucha, cuando te enteras que perteneces a un pueblo cuya estirpe es capaz de hacer cualquier cosa por alcanzar su libertad, te das cuenta que mi sacrificio es nada, que vale la pena seguir luchando, y sobre todo, decirle al régimen que para mí sólo hay una meta, la libertad de Cuba, ni proxeneta ni delincuente. No, señor Castro, yo soy un disidente, no soy un callejero". cnet/54



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