DISIDENCIA
"No soy un callejero"
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org)
- Javier Valladares Rodríguez tiene tan
sólo 27 años de edad, pero su vida
de joven no ha sido ni por mucho un lecho de rosas,
no ha podido disfrutar los años que nuestros
abuelos llaman "primaverales". Más
bien, para Javier estas dos décadas y algo
de existencia han sido un invierno frío
y duro, con todas las consecuencias físicas
y sobre todo mentales que se derivan del rigor
de la dictadura de Castro.
Hoy Javier se nos descubre tal cual es, sin tabúes,
sin prejuicios y sobre todo, a corazón
abierto, y nos ofrece la radiografía de
un joven cubano de estos tiempos, que asume toda
la responsabilidad de denunciar a toda voz y sin
máscaras, a una dictadura que, nos dice,
"frustró mi vida".
Javier nació un 8 de septiembre. Desde
pequeño le inscribieron en la escuela,
donde, como todos los niños, fue adoctrinado
en la ideología marxista leninista, que
aunque atrapada en el tiempo y descalificada por
la experiencia y la sabiduría de la cotidianidad,
es la base del actual nefasto sistema en Cuba.
Pero a los 16 años, Javier comprendió
que no deseaba ser una marioneta' ni tampoco un
papagayo que repitiera las locuras de un senil
señor impuesto como "líder".
Javier decidió no engrosar las filas del
trabajo infantil, de manera que no asistió
a las escuelas al campo, que él mismo define
como campos de concentración agrícolas
al servicio de Castro con mano de obra esclava.
"Yo no iba a contribuir con el sufrimiento
de mi pueblo, mis padres se opusieron desde el
inicio, y no me dejaron ir". Por esta razón
Javier no obtuvo una beca en el preuniversitario
Vocacional en Ciencias Exactas de su provincia,
Las Tunas, pese a sus excelentes notas y calificaciones
cada curso.
Javier tuvo que asistir a un preuniversitario
de pésima calidad (pese al cacareado discurso
de educación para todos, gratuita y de
buena calidad). "Todo eso es mentira, una
burla al pueblo, que hace 40 años no sabe
de otra cosa que de comunismo por todas partes.
Mi pre fue pésimo, los profesores, iban
de proxenetas a prostitutas, se vendían
por un jabón, una toalla o cualquier otra
cosa
horrible, sencillamente".
Sin embargo, Javier se esforzó, perseveró
y logró mantenerse en un escalafón
que le permitió realizar las pruebas de
ingreso a la universidad, y aprobó el ingreso
a la carrera de Medicina. "Desde que entré
a la universidad, me advirtieron que tenía
que cumplir con todas sus actividades, una amplia
gama de retreta política destinada a borrar
de las mentes de los jóvenes las iniciativas
de libertad e independencia, un lavado de cerebro
completo. Sin embargo, por amor a mis padres,
a mi novia y sobre todo, por el futuro de de la
patria decidí pasar todos los sacrificios
que me imponía la dictadura y aceptar el
reto. Porque era eso, un reto, un desafío,
y me propuse ganarlo, a todo costo".
Pero Javier no logró ocultar por mucho
tiempo su determinación de luchar por una
Cuba libre. En la tarde del 22 de noviembre de
2002, en un bochornoso acto, fue citado para la
universidad. Allí le esperaría una
jauría humana y de lobos prestos a devorar
la fiera. Los delitos, distribuir la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, hablar de la
democracia y nada más). "Yo, tranquilo,
sereno, y con la razón de mi lado, y con
mis argumentos de siempre, los de libertad, y
soberanía, los de democracia y respeto
a los derechos humanos. No me dejaron hablar,
y la sentencia era segura: expulsión.
"Desde entonces no me dan trabajo. Sé
lo que quieren las autoridades: que me tire a
la calle, que me prostituya, que integre el mercado
de los ladrones y delincuentes, porque Castro
financia y organiza este mercado, le conviene,
porque así tiene más ganancias.
Mis ideales no han cambiado, mis principios siguen
firmes e inconmovibles. Cuando sabes que existen
personas aun más sacrificadas, como Raúl
Rivero, Biscet, Martha y tantos otros capaces
de sufrir prisión injusta por causa de
su lucha, cuando te enteras que perteneces a un
pueblo cuya estirpe es capaz de hacer cualquier
cosa por alcanzar su libertad, te das cuenta que
mi sacrificio es nada, que vale la pena seguir
luchando, y sobre todo, decirle al régimen
que para mí sólo hay una meta, la
libertad de Cuba, ni proxeneta ni delincuente.
No, señor Castro, yo soy un disidente,
no soy un callejero". cnet/54
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