La
tela de araña cibernética cubana
Claudia Márquez Linares.
El
Nuevo Herald, 23 de diciembre de 2003.
La Habana -- En vísperas de la Cumbre
Mundial sobre la Sociedad de la Información,
que terminó recientemente en Ginebra, el
director general de la UNESCO declaró en
el International Herald Tribune que la libertad
de expresión, según está
expresada en el artículo 19 de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, aplica tanto
a la Internet como a formas anteriores como la
prensa y la radio. (El libre juego de las ideas
vale la pena, por Koichiro Matsuura, IHT, 9 de
diciembre).
Pero aquí en Cuba, el gobierno encarcela
a sus ciudadanos por distribuir esa misma Declaración
y no disfrutamos de libertad de expresión
en ningún medio, ni siquiera en nuestras
coversaciones privadas.
Puesto que mi país estuvo representado
en esta cumbre, creo que como cubana y como una
entusiasta de la Internet puede contribuir con
algunas aclaraciones.
Hemos oído una y otra vez la información
gubernamental sobre el número de computadoras
instaladas en las escuelas para el desarrollo
de la sociedad de la información desde
sus primeras etapas. Sin duda, la delegación
cubana a esta cumbre criticó el embargo
contra Cuba y dijo que todos los obstáculos
que los cubanos tenemos para tener acceso a la
red se deben al imperialismo del mundo globalizado.
Pero, visto desde aquí, el problema no
es la globalización ni el imperialismo,
sino la falta de libertad. Los ciudadanos cubanos
simplemente no pueden comprar computadoras, sólo
pueden hacerlo las empresas estatales. Aunque
en esto, como en muchas otras cosas, el mercado
negro hace maravillas, siempre se corre el riesgo
de perderlo todo. Existe algo llamado la Operación
Windows que es una orden gubernamental de registrar
y confiscar todos los equipos electrónicos
que no se hayan comprado en dólares en
sus tiendas monopolistas. Esto hace que los internautas
cubanos tengan que ser clandestinos.
La gente esconde sus computadoras y renuncia
a conectarse a la Internet para proteger sus computadoras
portátiles (laptops). Los que tienen suerte
y acceso a la Internet en su trabajo pasan o venden
sus contraseñas.
Hay dos proveedores de Internet en el país
que dan servicio a las empresas estatales y hoteles
para turistas extranjeros. No existe acceso para
los ciudadanos individuales.
Durante los últimos años han surgido
varios cibercafés donde los cubanos pueden
navegar la red. La tarifa más barata es
de $5 la hora, lo que significa que un médico
gastaría su salario mensual íntegro
en sólo cuatro horas. Dada la lentitud
de la conexión, uno necesita primos ricos
en el exterior que puedan mandar ese efectivo,
o un cónyuge extranjero.
Los ciudadanos locales tienen prohibido entrar
en la mayoría de los hoteles donde la conexión
a la Internet es más rápida. Allí
el precio es entre $6 y $8 la hora, el salario
mensual promedio de un trabajador cubano. Aun
si un cubano se las ingeniara para entrar en uno
de esos hoteles, todos los sitios electrónicos
que aborden temas cubanos desde cualquier punto
de vista que no sea el del gobierno cubano están
bloqueados.
Las escuelas tienen computadoras, pero no acceso
a la Internet. Unas cuantas tienen una versión
cubana de la red llamada Intranet, que sólo
tiene sitios puestos por el gobierno.
Quizás la conexión sea tan lenta
porque cientos de personas que trabajan para el
Ministerio del Interior están vigilando
el tráfico en la red. Aunque esto nunca
se ha confirmado, todo el mundo está convencido
de que los correos electrónicos se encuentran
bajo vigilancia estatal.
Una vendedora le dijo a una mujer que estaba
comprando una tarjeta de acceso a la Internet
que los materiales pornográficos y contrarrevolucionarios
estaban prohibidos. La vendedora no quiso elaborar
si esto último comprendía leer un
periódico publicado en Miami, mandar información
sobre nuestros esposos que son prisioneros políticos
a Amnistía Internacional, criticar al gobierno
a través de correos electrónicos
o participar en un grupos de charlas con cubanos
exiliados. Pero la vendedora sí anotó
el nombre de la compradora así como el
número de su tarjeta.
La paradoja cubana es que aquí la Internet
es un instrumento que el gobierno utiliza para
controlarnos mejor y atrapar a sus ciudadanos
en la tela de araña que el mismo ha tejido.
Vicepresidenta de la asociación
de periodistas independientes Manuel Márquez
Sterling y co-directora de De Cuba, su revista
samizdat. Su esposo, Osvaldo Alfonso Valdés,
está cumpliendo una condena de 18 años
por su oposición al régimen.
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