¿Acabará
Fidel como Saddam?
Ernesto F. Betancourt. El
Nuevo Herald, 20 de diciembre de 2003.
La rendición ignominiosa de Saddam Hussein
en el hueco de ratas donde se escondía
ha demostrado que, el autor de ''la madre de todas
las guerras'' no es más que un charlatán,
fanfarrón y cobarde. Quien mandó
a morir a decenas de miles de sus seguidores y
no tuvo reparo en quitarles la vida a cientos
de miles de sus oponentes, quien fuera tan liberal
en disponer de la vida de otros, fue miserablemente
mezquino cuando le tocó a él. En
Fidel hay mucho de Saddam y parece oportuno aprovechar
esta oportunidad para especular un poco sobre
el final de nuestro tirano.
Personalmente, pensaba que para el Occidente,
y en particular para los Estados Unidos, lo mejor
sería que Saddam muriera como sus dos hijos
en una refriega final. En mi opinión, eso
evitaría una larga lucha propagandística
posterior. Gente como Saddam y Fidel son farsantes,
maestros de la propaganda y las poses altisonantes
pero, en última instancia, gobernantes
incapaces. El estado de postración económica
y física en que Saddam ha dejado a Irak
contrasta con la opulencia en que vivía.
Igual que Fidel ha hecho en Cuba. Como ya está
saliendo en los interrogatorios, Saddam rehusa
reconocer su responsabilidad por ninguno de los
desastres que le trajo a su país y, cuando
lo lleven a juicio, hará como Milosevic
en Yugoslavia, se tornará de acusado en
acusador.
Aunque creo mi primera visión toavía
tiene validez, reconozco que, al ver en la televisión
la imagen de ese barbudo desconcertado a quien
un técnico de salud del ejército
americano le buscaba piojos en el pelo desaliñado
y veneno en su boca para evitar un suicidio, pensé
mi tesis estaba errada. En definitiva, Saddam
quedó reducido a la imagen de un pobre
diablo y eso debilitará su capacidad de
convertirse en símbolo para continuar la
lucha en Irak y aún más dentro del
mundo árabe para seguir siendo símbolo
del fundamentalismo musulmán en su absurda
lucha contra Occidente. En eso, Saddam había
desarrollado una imagen similar a la que Fidel
ha creado en América Latina.
En cuanto al final que Fidel se ha trazado, hace
tiempo que sostengo la tesis de que, cuando perciba
que ya no puede seguir siendo el señor
feudal de Cuba, a la Trujillo, como es ahora,
Fidel tiene la intención de provocar un
final apocalíptico. A Fidel le importa
un bledo el bienestar del pueblo cubano. Fidel
considera que fue una mala jugada del destino
nacer en un país que le ofrece una base
estratégica tan pobremente dotada para
sus ambiciones de gloria y de un papel prominente
en la historia universal.
Su odio contra Estados Unidos no es compartido
por el pueblo cubano, así que él
sabe que tendrá que inventar alguna jugarreta
para aparecer como víctima de una agresión
yanqui. Como es evidente que está en la
etapa final de su régimen, Fidel bien puede
estar elucubrando ese tipo de incidente. En momentos
en que, en Washington, el Pentágono mantiene
la tesis de una sucesión con Raúl
como la alternativa más conveniente a los
intereses estratégicos de Estados Unidos
respecto a Cuba, el Granma reporta que este fin
de semana en Cuba han movilizado a la población
de un extremo al otro de la isla en la Jornada
de Defensa Nacional, y ¿quién es
el enemigo invasor? Pues los americanos, claro
está.
La realidad es que, después del 11 de
septiembre, Fidel ha quedado completamente desplazado
como preocupación en Washington. Osama
bin Laden lo desplazó como enemigo subversivo
y terrorista. Fidel debe tenerle una gran envidia
a Bin Laden por haberle tomado la delantera en
ser el primero que causó gran destrucción
y muertes en los Estados Unidos continentales.
Ese era un lugar en la historia que Fidel se había
reservado para su gran final. Ahora, a lo más,
será un segundón.
Muchos que, como yo, han tenido acceso a Fidel
a lo largo de esta larga agonía del pueblo
cubano, no comparten la visión de un Fidel
lidereando una batalla final épica. Lo
consideran un hombre básicamente cobarde
que más bien tendría un final como
el de Saddam, tratando de salvar su pellejo y
viendo cómo podría negociar y hacerse
propaganda, aun en el último momento. Por
el bien del pueblo cubano, ojalá que ellos
tengan razón y yo esté equivocado.
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