ECONOMIA
A más socialismo ¿más eficiencia?
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org)
- Durante una feria del comercio recién
celebrada en La Habana, se pusieron carteles alusivos
al evento en varios establecimientos de la capital.
La frase que más se repetía en los
lemas propagandísticos era una que abogaba
por un comercio más eficiente y más
socialista. Este es un viejo propósito
que se han impuesto como meta todos los sistemas
de corte marxista, incluidos la Unión Soviética
y los países del campo socialista. Todos,
sin exclusión, con algunas altas o bajas,
quisieron competir desde la óptica ideológica
socialista con el sistema capitalista en el terreno
de la producción y los servicios. También
todos fracasaron aparatosamente en esa meta.
Con una economía que se mueve en dos zonas
polarizadas entre el dólar y la moneda
nacional, el mercado no es cada vez más
socialista, y mucho menos eficiente.
Si lo vemos desde la parte íntegramente
socialista, donde la moneda que establece los
precios es el peso cubano, se hace más
evidente que socialismo y eficiencia están
profundamente reñidos. Comercios mal iluminados,
con una ambientación que muchas veces atenta
contra el usuario y los empleados del lugar, así
como la presencia de una gama de productos de
mala calidad en su elaboración, teniendo
además precios altos.
Pero las deficiencias no sólo se reflejan
en estos aspectos. La atención al cliente
y el modo en que se brinda el servicio forman
parte de las peculiaridades del comercio socialista.
Las críticas nunca han faltado, sea en
la prensa o por medio de variadas formas de expresión
del humor. Se han hecho algunos reportajes por
periodistas de la Isla, que han tratado de presentar
las situaciones que enfrentan los compradores
que asisten a estos centros de venta, tales como
la falta de envoltorios para las compras efectuadas.
Con ello han hecho sudar y poner en aprietos a
las dependientes, quienes realmente no son las
verdaderas culpables de estas insuficiencias.
Otro aspecto crítico es la oferta de productos
elaborados en el país, cuyos precios resultan
estratosféricos, y muchas veces están
en demasía en las tiendas en divisa corriendo
el riesgo de quedar fuera de la fecha de vencimiento
indicada para su comercialización. Desde
que los envases irrellenables dejaron de ser una
garantía contra la adulteración
de su contenido, comprar algunos productos en
estos establecimientos resulta un riesgo.
Pero algunas contradicciones del mercado en moneda
nacional pueden ser beneficiosas. Por ejemplo,
los bombillos incandescentes son más baratos
en pesos que los vendidos en divisa. Los huevos
cuestan ligeramente un poco menos, aunque, como
ocurre en estos días en que han sido rebajados
de 2 pesos la unidad a 1.50 -debido a su abundancia
en el mercado según lo expresado por una
amiga que trabaja en ese sector- desaparecen de
casi todos los lugares y la gente tiene que andar
buscándolos por toda la ciudad. Entonces
desaparecen hasta los que se venden en moneda
dura. Algo similar está ocurriendo con
los tubos fluorescentes para lámparas de
20 watts. La inestabilidad en el abastecimiento
es una de las particularidades del comercio socialista.
Cuando pasamos a la parte donde los principios
socialistas han dejado un pequeño espacio
al modelo de mercado capitalista, vemos que a
pesar de que el aspecto de los comercios es totalmente
diferente y la apariencia personal y trato de
los empleados son agradables, se dan situaciones
que denotan que aunque la eficiencia de la gestión
ha aumentado aún no alcanza la deseada
meta.
Los precios de los productos son exageradamente
elevados. Cuando alguno tiene mayor demanda por
tener menor precio, como ocurrió con el
hígado de res hace un tiempo, su valor
es aumentado mientras se mantiene alto el de los
otros productos de menor venta. Tampoco existe
una oferta que satisfaga diferentes posibilidades.
Hace unos días buscaba afanosamente un
paquete de fideos. No los encontraba en los establecimientos
que venden en dólares, los únicos
donde puede hallarse este producto. Al fin encontré
los fideos en un populoso comercio cercano al
lugar donde resido.
Al tratar de franquear la puerta y ver que no
podía abrirla, verifico si no estoy siendo
torpe en el sentido de apertura. El cartel dice
abierto, empuje (que es lo que hago) y el horario
de apertura de 9 a.m. a 7 p.m. Son apenas las
doce del mediodía, así que todo
está en orden.
Trato nuevamente de abrir, y entonces sale muy
respetuosamente el portero y me informa que están
cerrados. Pienso que sea a causa de algún
inventario o arqueo, pero un tropel de empleados
del lugar sale en ese momento alegremente, y uno
me responde que van a dar un "asalto"
a los compañeros de otro establecimiento,
en vista a un chequeo de emulación. Hasta
que no terminen el acto sindical no reanudarán
sus labores. A pesar de trabajar con "verdes",
el formato sigue siendo el mismo que se aplica
en los comercios con moneda nacional. Y la eficiencia
también sigue brillando por su ausencia.
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