PRENSA INDEPENDIENTE
Diciembre 19, 2003

RELIGION
Al menos tenemos guagua un día al año

LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - "Hay que agradecer al Viejo porque tenemos guaguas un día al año por lo menos", dijo el rotundo moreno que con anchas espaldas casi obstruía el pasillo del ómnibus que me conducía hacia el poblado de Santiago de las Vegas, el punto de partida inmediato para mi caminata del día, 17 de diciembre, Día de San Lázaro, para visitar al Viejo Lázaro, el sobrenombre familiar con que la mayoría de los cubanos nombran a un santo de invención popular. En realidad el San Lázaro que la mayoría apabullante de cubanos reverencia, adora y hacen fe exagerada de devoción, es un santo no reconocido por el santoral de la Iglesia Católica.

El San Lázaro que ocupa el altar mayor del templo de El Rincón no es otro que San Lázaro Obispo, pero desde el pasado siglo la imagen de este santo vestido con una casulla de color morado obispo -cómo iba a ser de otro modo- comparte el templo con uno que lleva un traje de paño violeta a la izquierda del altar mayor. A este último van dirigidas las ofrendas y también las súplicas que los peregrinos, cansados de caminar los once kilómetros desde Santiago de las Vegas, pronuncian en voz baja y que solamente se adivinan por el movimiento de los labios y quizás por los rojos enrojecidos por las lágrimas.

A San Lázaro le piden lo imposible. Así debe ser, porque hay que ver a un hombre vestido con unos calzones y un chaleco de tela de yute rodar por el polvoriento pavimento de la carretera de El Rincón para llegar al Santuario de esta manera. Hoy vi a otro que, desplazándose sobre manos y rodillas empujaba el cadáver seco de un perro, cuya piel parecía de pergamino. Una mujer, también sobre manos y rodillas llevaba sobre su espalda, sujeto por un cargador, a su bebé, que dormía seguro sin saber de lo que era partícipe.

La entrada al templo de El Rincón puede entenderse de dos formas: una conmiserativa por los inválidos sobre sillas de ruedas que junto a ambas aceras esperan una limosna; la otra, algo cínica quizás, condenatoria hacia quien lleva a los inválidos a conmover con sus deformidades para recoger dinero. Me partió el corazón una adolescente vestida de tela de yute con cara de niña triste sonando una campanita para atraer la limosna de los peregrinos.

Cuando la lluvia se anunció con sus primeras gotas, los peregrinos se refugiaron en los portales de las casas y bajo cuanto techo pudiera guarecerles. Un cielo cubierto de nubes grises confirmaba el frente frío anunciado por los medios locales y nacionales. Pero nada podía impedir acudir hoy 17 de diciembre a los miles de devotos del Viejo. Ni a los vendedores y revendedores de hacer su agosto en diciembre. cnet/29



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