RELIGION
Al menos tenemos guagua un día al año
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org)
- "Hay que agradecer al Viejo porque tenemos
guaguas un día al año por lo menos",
dijo el rotundo moreno que con anchas espaldas
casi obstruía el pasillo del ómnibus
que me conducía hacia el poblado de Santiago
de las Vegas, el punto de partida inmediato para
mi caminata del día, 17 de diciembre, Día
de San Lázaro, para visitar al Viejo Lázaro,
el sobrenombre familiar con que la mayoría
de los cubanos nombran a un santo de invención
popular. En realidad el San Lázaro que
la mayoría apabullante de cubanos reverencia,
adora y hacen fe exagerada de devoción,
es un santo no reconocido por el santoral de la
Iglesia Católica.
El San Lázaro que ocupa el altar mayor
del templo de El Rincón no es otro que
San Lázaro Obispo, pero desde el pasado
siglo la imagen de este santo vestido con una
casulla de color morado obispo -cómo iba
a ser de otro modo- comparte el templo con uno
que lleva un traje de paño violeta a la
izquierda del altar mayor. A este último
van dirigidas las ofrendas y también las
súplicas que los peregrinos, cansados de
caminar los once kilómetros desde Santiago
de las Vegas, pronuncian en voz baja y que solamente
se adivinan por el movimiento de los labios y
quizás por los rojos enrojecidos por las
lágrimas.
A San Lázaro le piden lo imposible. Así
debe ser, porque hay que ver a un hombre vestido
con unos calzones y un chaleco de tela de yute
rodar por el polvoriento pavimento de la carretera
de El Rincón para llegar al Santuario de
esta manera. Hoy vi a otro que, desplazándose
sobre manos y rodillas empujaba el cadáver
seco de un perro, cuya piel parecía de
pergamino. Una mujer, también sobre manos
y rodillas llevaba sobre su espalda, sujeto por
un cargador, a su bebé, que dormía
seguro sin saber de lo que era partícipe.
La entrada al templo de El Rincón puede
entenderse de dos formas: una conmiserativa por
los inválidos sobre sillas de ruedas que
junto a ambas aceras esperan una limosna; la otra,
algo cínica quizás, condenatoria
hacia quien lleva a los inválidos a conmover
con sus deformidades para recoger dinero. Me partió
el corazón una adolescente vestida de tela
de yute con cara de niña triste sonando
una campanita para atraer la limosna de los peregrinos.
Cuando la lluvia se anunció con sus primeras
gotas, los peregrinos se refugiaron en los portales
de las casas y bajo cuanto techo pudiera guarecerles.
Un cielo cubierto de nubes grises confirmaba el
frente frío anunciado por los medios locales
y nacionales. Pero nada podía impedir acudir
hoy 17 de diciembre a los miles de devotos del
Viejo. Ni a los vendedores y revendedores de hacer
su agosto en diciembre. cnet/29
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