CULTURA
Ni paraíso ni estrellas
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org)
- El régimen castrista a fuerza de críticas
y más críticas por parte de la opinión
pública cubana e internacional, ha decidido
poner en las salas de cine de la capital como
continuación del festival recién
concluido, filmes como Fresa y chocolate, Miel
para Ochun y también Un paraíso
bajo las estrellas. A salas repletas se han desarrollado
estas sesiones, con la asistencia de un público
capitalino ávido de escuchar y debatir
sobre la cruda realidad y la dramática
crisis política económica y social
que vive la isla. Pero más que reír
o llorar ante las peripecias, vicisitudes y angustias
diarias del cubano, los asistentes a estas salas
buscan una respuesta a los graves problemas que
les acosan, porque el cine es, sobre todo, reflejo
del mundo que nos rodea, y en no pocas ocasiones
logra persuadirnos y hasta sugerirnos soluciones.
En el caso de Un paraíso bajo las estrellas,
se nos devela y descubre una crudísima
realidad, al desnudo el mundo verdadero y conflictual
de los avatares del turismo en nuestra patria.
Gerentes y dueños de cabarets auspiciados
por el gobierno de Castro que tienen la facultad
de dirigir, corromper y pervertir a los jóvenes,
alejándolos de todos los valores que nuestros
abuelos tanto se esforzaron en transmitir. La
jerarquía y el dinero como palabra de orden,
aún al costo de la amistad y del amor,
y el fanatismo ciego hacia el consumismo, son
tocados muy a fondo en esta comedia, que entre
risas y chistes, nos invita a reflexionar en las
circunstancias que nos rodean.
Es el mundo de la prostitución institucional,
la que viene desde arriba y no llega hasta las
más bajas y desposeídas esferas
de la sociedad sino después de haber arrasado
con todos los buenos modales y preceptos sociales.
Todo está en juego si se trata de ganarse
un buen puesto, una cómoda posición,
no importa cómo.
Durante años el régimen de Fidel
Castro ha tratado sin resultado alguno de impedir
el libre flujo de ideas en el cine, pero siempre
surgen obras que denuncian su caduco sistema de
gobierno, y la necesidad de un cambio aflora a
todas luces. Entonces, cuando el dictador se siente
amenazado por el cine que sin mentiras ni burlas,
pero con mucha astucia, logra poner al desnudo
y mandar a correr a la propaganda oficialista.
Acude entonces al ostracismo, manda a archivos
filmes novísimos, o simplemente los pasa
por la hermetiquísima censura que los condena
al olvido. Al menos ésos son sus planes,
porque el pueblo no cesa de hablar de ellos, y
en fin, obliga como en estos casos a su reestreno
y vuelven a aparecer contra la voluntad caprichosa
del régimen. cnet/54
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