SOCIEDAD
"Si hubiera dicho eso…"
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org)
- En el Instituto Tecnológico José
Ramón Rodríguez me titulé
de técnico medio en explotación
del transporte automotor. Aún recuerdo
muchas vivencias en esa etapa de mi adolescencia,
1981-1986.
Allí conocí a un colega al que
todos llamábamos Ruso. El Ruso era larguirucho,
de nariz pronunciada y cabellos crecidos y decolorados.
Además, manifestaba ser un hippie y un
fan del grupo rock de Led Zeppelin. Para resumir,
el Ruso era un auténtico renegado del sistema,
según el patrón filosófico
del castrismo.
A la degradación del Ruso -que por esos
tiempos le denominaban diversionismo ideológico-
se sumaba que un tiempo atrás lo habían
arrestado y fichado por subversivo. Me contó
él mismo que en pleno disfrute de una "perrera"
(fiesta de roqueros) en una instalación
recreativa capitalina, a unos amigos suyos se
les ocurrió lanzarse desde lo alto del
trampolín de la piscina con una bandera
de los Estados Unidos desplegada. Prácticamente
no habían salido del agua los jóvenes
"abanderados" cuando ya tenían
a un pelotón de tropas especiales encima,
las que irrumpieron en el local aporreando a bastonazos
y metiendo en los camiones jaulas a todos los
infortunados pepillos que no pudieron franquear
los muros y poner pies en polvorosa.
Del "huéleme el tenis" que se
armó esa noche, tal vez muchos de aquellos
muchachos todavía hoy no se quiere acordar.
Nuestro instituto, con su majestuosa arquitectura,
permanece enclavado en la calle 13 entre B y C,
en el Vedado. Como todas las demás escuelas
secundarias y preuniversitarias del país,
una vez al año teníamos que participar
en labores agrícolas en el campo por un
término de 45 días. Una vez nos
tocó albergarnos en un campamento aledaño
a Batabanó, en provincia Habana. La tarea
era atender un sembradío de plátanos.
En esa faena el Ruso y yo fuimos compañeros,
hasta que a él lo enviaron de vuelta a
su casa porque enfermó de conjuntivitis.
La epidemia comenzó por unos pocos. Una
semana después había contagiado
a más de un tercio de la población
estudiantil, a profesores y hasta a algunos campesinos
que tenían contactos con nosotros. Muchos,
para escapar de la rudimentaria y aburrida vida
de aquel inhóspito paraje, del rutinario
frangollo alimenticio (potaje de chícharos,
arroz y huevo o pescado los fines de semana),
y de la obligatoria e irremunerada labranza, se
auto infestaban pegándose a los ojos las
legañas de sus compañeros enfermos.
Nunca supe si al Ruso se le pegó o fue
que la pegó.
Una semana después de culminada la escuela
al campo noté la ausencia del Ruso. Indagué
por él y me dijeron que lo habían
expulsado de la escuela porque le faltó
el respeto a la profesora de marxismo. Me explicaron
que el incidente aconteció en plena clase,
cuando el Ruso respondió a un tema relacionado
con la Unión Soviética, con una
propalada y ritmática frase que decía
así:
El comunismo es la ciencia
Que agota la paciencia
Y las ganas de vivir.
Pasados los años, y con el "período
especial" en su apogeo, me encontré
al Ruso en la heladería Coppelia. Vino
hacia mí portando su habitual sonrisa.
Nos saludamos y me adelanté para preguntarle.
- Ruso, ¿es verdad que le dijiste a la
profe marxista que el comunismo es la etapa superior
del canibalismo?
- Si hubiera dicho eso -me respondió sonriente-
¡me habrían fusilado! cnet/07
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