PRENSA INDEPENDIENTE
Diciembre 17, 2003

CRIMEN
Dos años después del asesinato (II)

SANTA CLARA, diciembre (www.cubanet.org) - Ya la familia Placencia Lorenzo había perdido en las aguas del Estrecho de la Florida a cuatro de sus seres queridos, devorados por los tiburones cuando intentaban llegar a tierras de libertad, en otra fría noche del 17 de diciembre, pero del año l997.

En los funerales todo estaba diseñado al antojo gubernamental. Los familiares se quejan por el poco espacio y oxígeno que tenían, además querían compartir los últimos minutos con sus seres queridos, en esa intimidad necesaria hasta ahora vedada. Pero no podía ser; el pueblo consternado protestaba afuera. Por su parte, Mayelín -la madre de Danielito- protestó ante las autoridades dos veces. Al fin, a las tres de la tarde, cesó el desfile, pero adentro no se podía caminar; los intrusos, los agentes y funcionarios no permitían las expresiones de dolor de los familiares.

A las 4 de la tarde, por la calle Candelaria, aparecieron doce ómnibus Girón, destinados a trasladar a los familiares. A duras penas se podían abordar. "Ellos" lo seguían organizando todo, al extremo de que los últimos en abordar los vehículos fueron los familiares más allegados. Habían cogido asiento en la cola de la caravana. A esa hora corrió el rumor de que ya habían capturado a los malhechores.

Todo planificado. Sólo se perseguía calmar los ánimos. Era un engaño más, como el ocurrido antes, cuando reporteros internacionales deseaban entrar en la funeraria para filmar lo que allí ocurría. "La familia no desea publicidad", era la respuesta de los del partido que, asesorados por la Seguridad, informaban a los familiares: "Ellos son periodistas independientes y no se sabe cuál es el fin de las filmaciones, pero si la familia lo desea, los dejamos pasar". "No", era la respuesta entre el miedo y el dolor.

A ambos lados del cortejo fúnebre, colmando todas las aceras y las esquinas, el pueblo se organizaba. Algunos hasta lloraban. Delante, los coches con los cadáveres, era el de Danielito el que más flores portaba. El arribo a la necrópolis municipal fue una odisea. Los familiares eran los últimos, pues no podían adelantarse dentro de aquel mar de gente. Mayelín se queja y nadie la oye, grita entonces, pero a duras penas puede logra avanzar.

No hubo despedida de duelo. Los curiosos corren por encima de las tumbas, ultrajando la memoria de los allí sepultados. Mayelín olvidó el llanto, y a empujones fue el único familiar que logró acercarse al panteón, también dispuesto por el estado. Los coches fúnebres, en desfile por una senda secundaria del luctuoso recinto, apenas se movían. La gente comentaba de todo sobre la familia, apenas sin conocer a sus miembros. La odisea comenzaba ahora al trasladar los ataúdes por encima de las cabezas de los intrusos, hasta llegar a manos de los sepultureros. Se había perdido la privacidad de la ceremonia. El último de los ataúdes fue el de Danielito. Su mamá besa un ramo de flores con ternura y delicadamente lo sitúa encima del féretro, el único de color blanco. No llora, no ha podido llorar. Al resto de la familia le ha pasado lo mismo, pero tuvieron menos suerte, se conforman con quedarse al final, cuando ya todo había terminado, para abrazarse y dar rienda suelta a sus sentimientos.

Aunque se quiera ocultar, el asesinato múltiple en la autopista nacional es uno de los crímenes más horrendos cometidos en el país en los últimos años y es una muestra evidente de la proliferación de la violencia. Lo que más se comentó, excepto por parte de la prensa radial y escrita, que hizo mutis total de lo ocurrido, fue que según dijeron los documentos y el dinero no habían sido sustraídos. Sólo la emisora provincial CMHW de Villa Clara, en un programa matutino al día siguiente, ofreció una pequeña cobertura de lo ocurrido al pueblo, minimizando la importancia del asunto al calificarlo como "un lamentable hecho".

Según fue pasando el tiempo, la Seguridad del Estado y la policía continuaron las investigaciones. A los familiares se les informó que Cuba completa estaba de pie buscando, deteniendo e interrogando hasta a personas que llegaban desde el exterior. Se insinuó que se había tratado de un acto financiado desde fuera del país. A los pocos días los dos delincuentes fueron detenidos. Casi al año se celebró el juicio a puertas cerradas en un tribunal habanero donde además de los dos principales encartados, vinculados directamente en el asesinato, hubo otros enrolados en el proceso.

Parte de la familia santaclareña fue trasladada hacia la capital y en un tribunal a puerta cerrada pudieron conocer los detalles de la fase investigativa. Los dos asesinos, procedentes de la zona oriental del país, gozaban de la buena vida gracias a la vida sin escrúpulos que llevaban, e incluso el encartado principal estaba vinculado a otro asesinato. La justicia fue implacable: pena de muerte para ambos y largas cadenas de cárcel para los demás. cnet/46



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