CULTURA
El
rock del transgresor
Entrevista
con Andrei Céspedes
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org)
- El rock made in Cuba tiene defensores ejemplares.
Andrei Céspedes es uno de ellos. Sus estudios
de historia del arte, especialmente de las manifestaciones
que tuvieron como escenario al pasado siglo XX,
y una devoción sin límites por la
que él llama "la música de
la libertad", le han convertido además
en uno de los críticos más atinados
del fenómeno musical rockero en la Isla.
Este diálogo tuvo lugar a propósito
de dos lamentables hechos: el encarcelamiento
de Gorki Aguila, líder de la banda Porno
para Ricardo, una de las más interesantes
que podían ser escuchadas en los poco publicitados
festivales de rock que organizan algunas ciudades
de la Isla, y el posterior cierre en La Habana
del célebre Patio de María, suerte
de templo del rock aquí.
P: ¿De qué son muestras estos hechos,
además de la represión?
AC: Son muestras de muchas cosas. Hoy se realizan
conciertos y festivales, además de algunos
programas de radio y televisión. Hay instituciones
culturales que capitalizan y canalizan, desde
arriba, la pujanza del fenómeno. Al cerrar
el Patio se dijo que potenciarían otros
espacios. Pero no debemos engañarnos. Eso
es sólo una gradual permisibilidad, oportuna
y necesaria al poder, para crear una ilusión
de libertad y apertura. La del rock cubano es
una historia típica de los fenómenos
culturales en una sociedad cerrada. Historia de
dosificación a cuentagotas. Mecanismo de
contención frente al desborde social. Historia
de marginación regulada y tácita.
Lo inducido cuando no queda más remedio.
Sucede que en cualquier historia similar hay una
cadena de logros parciales cuyo enfoque estrecho
y autocomplaciente puede falsear el análisis.
El Patio de María significa libertad.
Gorki y Porno significan el rock más duro
y agresivo en música, escena y textos,
y dentro de ello el punk. No les interesa la fusión
con otros géneros para acceder a los medios
de difusión controladísimos por
el gobierno.
P: ¿Es común este tipo de propuesta
entre las bandas rockeras en la Isla?
AC: En Cuba surgieron grupos auténticamente
punk a principios de los 90. Quizá aparecieron
con cierto retraso si pensamos en los Sex Pistols,
por ejemplo. Pero no puede verse desligado del
problema político porque en la Cuba de
los años 60, 70 y 80 era inconcebible e
imposible el fenómeno punk. Recuerda que
todo lo que negara o cuestionara el orden y la
unidad sostenidos por el poder era excluido sin
titubear. Se pretendía fomentar la cultura
por decreto mediante normas muy restrictivas.
Una banda de ese género no tenía
cabida. Si en un país democrático
occidental los Sex Pistols fueron censurados,
qué podría esperarse de la integridad
solemne de la isla caribeña.
Fue a partir de 1989 que se abrieron brechas
para el punk y otras cosas más en la Isla.
Una vez más la gente se dio cuenta de que
al menos tenía derecho a ladrar. En 1991
apareció el grupo Rotura y en el 92, Detenidos,
que fue el núcleo fundamental de donde
salió el actual Garage H. En el 94 se formó
Eskoria. Lo principal de estos grupos era la crónica
y el ataque a determinadas zonas de la realidad
nacional: los excesos de la policía, el
turismo de apartheid, el jineterismo
Cosas
que todos veían, pero de las cuales no
se permitía hablar.
En 1999 surge Porno para Ricardo, una banda
punk cuyo trabajo tenía presupuestos menos
simples. Y claro, un grupo así no genera
nada vendible ni exportable. No es el tipo de
catarsis que necesita el poder. Esta banda, en
su proyección como fenómeno sociocultural,
fue un verdadero suceso postmoderno.
P: ¿Postpunk quizás?
AC: Exactamente. Su primer demo es elocuente,
indica una intención que pretende rebasar
la superficie de lo cotidiano. A eso agrégale
el humor algo ríspido en los textos, más
allá de los chistes tópicos sobre
la realidad. El demo contiene cuatro temas y de
ellos el titulado Nueve Cuentos puede resultar
el más interesante. El estribillo dice:
"Sospecho que toda la gente conspira para
hacerme feliz", y en una de sus estrofas
hay un ataque frontal al totalitarismo: "Hay
un hombre sentado en un trono/ Que se perpetua
como un verdugo/ Y quiere hacerme siempre en el
futuro/ Feliz, feliz, feliz".
P: Tengo entendido que algunos dijeron que esta
banda echaba a perder los logros del movimiento
de rock cubano.
AC: Lamentable. Pero eso no es más que
una pobre autodefensa esgrimida por la autocensura
de los mismos rockeros. Los Porno critican a los
trovadores por su solemnidad y sus nupcias con
el poder y plantean la necesidad de mirar con
otros ojos la bisexualidad, además de liberar
la pornografía. Hablan de asuntos que son
normales en cualquier país y que deberían
ser respetados en Cuba.
P: La actitud en los conciertos en vivo es llamativa,
casi performática.
AC: Es lo fundamental para comprender a esta
banda y su director. Sus presentaciones en vivo
no sólo son el despliegue habitual de un
rockero en escena, es más. Gorki comienza
lo performático en su vida cotidiana, su
manera de vestir, los textos que escribe en las
camisas que usa para los conciertos. Y también
puede aparecer disfrazado de pionera. Unas veces
se ha aparecido con viejas guitarras rusas en
las cuales escribe "esta guitarra es rusa
y tiene que morir", él las compra
para destruirlas a golpes en escena. Ahora Gorki
está preso, acusado de tráfico de
drogas sin que le hayan podido probar nada, pero
es que en Cuba todos son culpables hasta que no
se demuestre lo contrario. Los cubanos son un
delito ambulante para Fidel Castro.
P: ¿Su encarcelamiento es señal
del doble carácter de las leyes antidrogas
en la Isla?
AC: Sin dudas. Es una operación no sólo
para desarticular el tráfico de drogas,
sino para asfixiar la iniciativa individual. Y
no sólo en el plano más pedestre
de lo económico. La coherencia de un grupo
como los Porno es una iniciativa individual que
defiende y ejercita la libertad de expresión.
Ése sí es delito. Gorki sólo
lleva unos meses en prisión y ya padece
de amebiasis y defeca con sangre. Lo de Gorki,
que trabajaba en el Taller de Serigrafía
de La Habana, no es nada fortuito ni casual. Traspasó
los límites de lo tácitamente permitido.
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