Rafael
Rojas: 'Intelectual público'
Olga Connor, Especial/El
Nuevo Herald. Diciembre 14, 2003.
A los 38 años, el intelectual cubano residente
en México Rafael Rojas, que muchos de sus
amigos proponen --a veces en broma, a veces en
serio-- como posible futuro presidente de una
Cuba democrática, aclara sin titubeos:
"No me interesa la política profesional,
sólo me interesa la posición crítica
del intelectual''.
Historiador, investigador y profesor del CIDE
(Centro de Investigación y Docencia Económica)
en Ciudad de México, tiene además
la posición difícil de codirector
de Encuentro, la controvertida revista, que heredó,
junto al poeta Manuel Díaz Martínez,
de su fundador, Jesús Díaz, al fallecer
éste en Madrid. Esto le ha traído
una sistemática y consistente racha de
ataques desde la Isla. Podría haberse quedado
en su torre de marfil. Su tesis para el doctorado
en Historia en el Colegio de México fue
Cuba mexicana, publicado en 2001. En 2002 publicó
El republicanismo en Hispanoamérica (Fondo
de Cultura Económica) y en 2003, La escritura
de la independencia, un estudio sobre la literatura
política de México antes, durante
y después de la independencia, entre 1808
y 1830.
''Esas son mis investigaciones académicas'',
aclara. ''Pero todo lo de Cuba que yo he hecho,
la mayoría, de ensayo literario, político
e histórico, corresponde al perfil de un
intelectual público''. ¿Qué
es un intelectual público? Rojas explica
que concibe su misión como la de un investigador
formado en las humanidades que no se ciñe
al formato de la producción académica.
"Como sabes, la formación académica
tiene una serie de principios y de reglas, el
rigor de la exposición tiene sus propios
rituales, que son la cita y la autorización.
Tienes que estar informado sobre todo lo que se
produce, y actualizado, para que no te acusen
de plagio. El intelectual público se sale
de la academia y trata de buscar un lugar en la
opinión pública desde el cual emitir
juicios y dar opiniones''.
Hay una fina línea que define la neutralidad
valorativa. La moral, la ideología y la
política se eliminan de la literatura y
de los asuntos académicos. ''Aunque hay
literaturas'', dice, "que se asumen como
moralmente desafiantes, como son los casos de
Jean Genet o de Henry Miller y Anaís Nin;
son literaturas de irreverencia moral, y en la
literatura cubana, el caso de Zoé Valdés
y Pedro Juan Gutiérrez, o antes, el propio
Virgilio Piñera''.
Entre los escritos en que abandona la neutralidad
del discurso académico se encuentran: Isla
sin fin (Universal, Miami, 1998); El arte de la
espera (Colibrí, Madrid, 1998); José
Martí: la invención de Cuba (Colibrí,
Madrid, 2000), y el más reciente, La política
del adiós (Universal, 2003), donde el título
se explica sólo en la introducción.
''Hay una idea implícita: que el lector
me vea a mí desde mi política del
adiós'', acota. Rojas, que salió
a México en 1991, y al principio viajaba
a Cuba, ya no tiene permiso de entrada, y es cada
vez más un exiliado, y cada vez menos parte
de la diáspora o emigración, lo
que se percibe claramente en sus ensayos.
''Yo soy un exiliado, porque es así como
me veo, aunque no desconozco el fenómeno
de la diáspora'', replica. ''Me siento
exiliado, por saber que soy un opositor público,
que no tengo derecho a visitar mi país'',
aclara. "Estar fuera es un acto de oposición
a un régimen que consideras injusto; yo
me siento deportado por mi posición''.
En La política del adiós menciona
por lo menos en cinco ensayos el tema de la permanencia
del gobernante cubano en el poder por casi medio
siglo. Eso le interesa comentarlo, dice, porque
es para él capital en la situación
cubana. "Hay ejemplos monárquicos
de muchos años que fueron exitosos, como
el de Francisco José y el de la reina Victoria,
pero el problema de Cuba y de los países
americanos, es que de Estados Unidos para abajo,
menos Canadá, que es provincia autónoma
de Gran Bretaña, todos se basan en el pacto
republicano. Son estados desprendidos de antiguas
monarquías que se constituyen como repúblicas,
donde los poderes representativos y el poder ejecutivo
son elegidos. Es una autoridad revocable, la del
ejecutivo, porque no se basa en el poder dinástico.
La soberanía viene del pueblo. Pero el
único país en América donde
el poder ejecutivo no es elegido es Cuba''.
En la primera parte de La política del
adiós, la historia de Cuba aparece bajo
un signo revisionista inspirado en su maestro
ex cátedra Manuel Moreno Fraginals, que
trata en Nuevo pasado cubano, donde se cuestionan
todos los hechos que se daban por aceptados, como
el de que Cuba tuviera un definido sentido de
la nacionalidad durante la colonia, cuando ni
siquiera lo tuvo al principio de la República.
Los temas del autonomismo y el separatismo se
presentan en exquisito discurso narrativo, porque
toda esta sección es una especie de novela
histórica bajo la nueva óptica de
Rojas. Pero hay muchos temas recomendables en
las otras dos secciones, como La filosofía
del 'como si', La repatriación de la diáspora,
Amnistía sin amnesia y El anticastrismo
explicado a los niños.
''Eso es para explicar que el castrismo no es
serio, no es académico, no tiene espesor
teórico'', explica Rojas. 'Me he encontrado
en los medios académicos de Estados Unidos
y de Miami, en Europa y en la América Latina,
una reticencia a hablar de Fidel Castro como un
actor clave del sistema político cubano.
Es lo que yo llamo la filosofía del 'como
si', que es tratar de explicar a Cuba como si
no existiera Castro, como si no acumulara en su
persona la mayor capacidad de decisión
que hay en ese gobierno. Se creen que él
es el medio de un sistema de ideas muy bien organizado
que se realiza en esa isla''.
Rojas se formó con las lecturas de Francois
Fouret, Raymond Aron, y el orteguiano José
Gaos, del Colegio de México, entre otros.
Hijo del doctor en medicina Fernando Rojas, rector
de la Universidad de La Habana, de 1980 a 1992,
explica que la facultad de Filosofía y
Letras, donde él estudió, estaba
dirigida, no por el rectorado, sino por el departamento
ideológico, ya que allí se estudiaba
marxismo, y sólo tuvieron acceso a lo escrito
antes de Marx y Engels. Pero pronto encontró
amigos afines que deseaban explorar la historia
moderna de la filosofía occidental.
''Eramos Iván de la Nuez, Emilio Ichikawa,
Ernesto Hernández Busto, Emilio García
Montiel y Antonio José Ponte'', cuenta
Rojas. "Creamos el grupo Paideya, asociación
intelectual independiente, y nos interesamos en
los escritores de la posmodernidad, como Foucault,
Derrida y Lyotard. Los leímos antes que
a Nietzche y a Heiddeger, y hubo que rehacer la
historia de la filosofía que no conocíamos
a partir de la filosofía posmoderna. Había
una tertulia, y de hecho, bibliotecas, la primera
biblioteca independiente de la isla, que estaba
en el departamento de Ernesto, en la Calle O.
José Manuel Prieto era parte del mismo
grupo, pero él estaba en Rusia''.
Añade que fundaron una revista que se
llamaba Naranja Dulce, de la que salieron tres
números.
Eran los escritores que se definirían
como generación por su producción
en la década de los 90. Todos menos uno
han tenido que salir de Cuba. Habían asumido,
como Rojas, la posición del intelectual
público.
olconnor@bellsouth.net
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