PRENSA INDEPENDIENTE
Diciembre 15, 2003

CULTURA
Good bye, festival

LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - La vigésima quinta edición del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano cerró sus cortinas y su conclusión es que fue más de lo mismo. El público cubano, cinéfilo por naturaleza y tradición, colmó las salas de cine en un caleidoscopio de celuloide donde los días no alcanzaron para ver todo lo que se ofertó. Total, el cine es de los entretenimientos más baratos y que aportan cultura y distracción.

El Gran Premio Coral de este año no resultó una sorpresa para nadie. El laureado y polémico filme Suite Habana del director Fernando Pérez recibió el máximo galardón en justa decisión a un largometraje que cuenta cinco historias que reflejan parte de lo que vive el cubano común, y que la prensa oficial cataloga como "estremecedora y optimista". Aunque como es lógico suponer, no todos vean el optimismo de la misma forma.

De nada han valido las explicaciones del director desmintiendo interpretaciones que algunos críticos han hecho de su obra. En una entrevista al cantautor Silvio Rodríguez, hace ya bastante tiempo, se le preguntó si se había inspirado en el presidente Castro para componer su célebre canción Ojalá, y dijo que no, que su fuente había sido una mujer. Pero todos sentimos que ése no puede ser otro, y entonces su canción sería abiertamente anticastrista.

En todo caso, el que decide es el espectador, y los aplausos que ha arrancado esta obra de parte de todos en las salas donde se ha exhibido, marcan un optimismo de cambios para un pueblo que los desea y necesita.

El filme más perseguido por los cinéfilos no fue Suite Habana ni ningún otro latinoamericano. Tocó este año a una película alemana con el sugestivo nombre de Good Bye Lenin. Se planificó su exhibición en el cine 23 y 12, en el Vedado, una de las de menor capacidad para público, por razones obvias. La aglomeración fue tan grande, que se podía pensar que estaban cambiando pesos cubanos por dólares a razón de uno por uno. La primera función tuvo que ser suspendida, el público llegó a romper las vidrieras del Photo Service que está al lado, y sólo con la enérgica presión de la policía pudo ser vista en la segunda y única tanda de la jornada.

Días más tarde se exhibió en la sala Glauber Rocha, también de pequeña capacidad y ubicada en la sede de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, en el reparto La Coronela. A pesar de que no era fácil llegar por la lejanía y carencia de transporte público, contó con igual participación de público esperanzado en verla.

¿Qué narra Good Bye Lenin? Es la historia de una mujer alemana en octubre de 1989, poco tiempo antes de la caída del Muro de Berlín, cuyo esposo la había abandonado para emigrar y ella se había dedicado a defender con vehemencia su socialismo real y a su adorado dirigente Hoenecker. En una de las manifestaciones de esos difíciles días, su hijo cae preso y ella sufre un infarto que la mantiene en coma ocho meses, inconsciente. Cuando vuelve en sí, ya su socialismo no existe, pero su hijo decide mantenerla, por su delicado estado de salud, en la creencia de que no han ocurrido cambios. El trabaja en una tele emisora y le pone videos de la desaparecida RDA, y si ella quiere comer pepinos de una marca que ya no existe, él busca en los basureros pomos viejos de marcas socialistas, los reenvasa y ella los degusta con satisfacción, en la creencia de que su socialismo no sólo ha vencido, sino que también ha mejorado la calidad de sus productos. Así, hasta que su corazón, herido de muerte, no sobrevive.

El público presente, y el que no pudo verla pero que sí conoció su trama, apreció algo que es muy sensible para el pueblo cubano, los traumas que se han vivido y que se vivirán en los cambios políticos ocurridos y por ocurrir.

Este tema, este tipo de obra, no es permitido a este pueblo por los censores del pensamiento. El filme, que venía como parte de la muestra germana, no podía ser secuestrado, pero llegó a unos pocos afortunados que pudimos pasar en medio de una aberrante manifestación humana, ávida de ver, pensar y soñar con algo que desean que ocurra.

Una demostración más de lo necesitado de este pueblo de obras que lo ayuden a pensar y a proyectarse hacia un futuro incierto, pero que obligatoriamente tiene que ser mejor. Para ver cosas así bien vale la pena un festival, pese a los apretones, pisotones y empujones que cuestan alcanzar esa meta.

Veamos que nos trae el festival venidero, y con una sonrisa y la esperanza de decir Good Bye no sólo a Lenin, sino también a otros más que inevitablemente seguirán ese camino, decimos Good Bye Festival. cnet/27



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