CULTURA
Good bye, festival
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org)
- La vigésima quinta edición del
Festival del Nuevo Cine Latinoamericano cerró
sus cortinas y su conclusión es que fue
más de lo mismo. El público cubano,
cinéfilo por naturaleza y tradición,
colmó las salas de cine en un caleidoscopio
de celuloide donde los días no alcanzaron
para ver todo lo que se ofertó. Total,
el cine es de los entretenimientos más
baratos y que aportan cultura y distracción.
El Gran Premio Coral de este año no resultó
una sorpresa para nadie. El laureado y polémico
filme Suite Habana del director Fernando Pérez
recibió el máximo galardón
en justa decisión a un largometraje que
cuenta cinco historias que reflejan parte de lo
que vive el cubano común, y que la prensa
oficial cataloga como "estremecedora y optimista".
Aunque como es lógico suponer, no todos
vean el optimismo de la misma forma.
De nada han valido las explicaciones del director
desmintiendo interpretaciones que algunos críticos
han hecho de su obra. En una entrevista al cantautor
Silvio Rodríguez, hace ya bastante tiempo,
se le preguntó si se había inspirado
en el presidente Castro para componer su célebre
canción Ojalá, y dijo que no, que
su fuente había sido una mujer. Pero todos
sentimos que ése no puede ser otro, y entonces
su canción sería abiertamente anticastrista.
En todo caso, el que decide es el espectador,
y los aplausos que ha arrancado esta obra de parte
de todos en las salas donde se ha exhibido, marcan
un optimismo de cambios para un pueblo que los
desea y necesita.
El filme más perseguido por los cinéfilos
no fue Suite Habana ni ningún otro latinoamericano.
Tocó este año a una película
alemana con el sugestivo nombre de Good Bye Lenin.
Se planificó su exhibición en el
cine 23 y 12, en el Vedado, una de las de menor
capacidad para público, por razones obvias.
La aglomeración fue tan grande, que se
podía pensar que estaban cambiando pesos
cubanos por dólares a razón de uno
por uno. La primera función tuvo que ser
suspendida, el público llegó a romper
las vidrieras del Photo Service que está
al lado, y sólo con la enérgica
presión de la policía pudo ser vista
en la segunda y única tanda de la jornada.
Días más tarde se exhibió
en la sala Glauber Rocha, también de pequeña
capacidad y ubicada en la sede de la Fundación
del Nuevo Cine Latinoamericano, en el reparto
La Coronela. A pesar de que no era fácil
llegar por la lejanía y carencia de transporte
público, contó con igual participación
de público esperanzado en verla.
¿Qué narra Good Bye Lenin? Es la
historia de una mujer alemana en octubre de 1989,
poco tiempo antes de la caída del Muro
de Berlín, cuyo esposo la había
abandonado para emigrar y ella se había
dedicado a defender con vehemencia su socialismo
real y a su adorado dirigente Hoenecker. En una
de las manifestaciones de esos difíciles
días, su hijo cae preso y ella sufre un
infarto que la mantiene en coma ocho meses, inconsciente.
Cuando vuelve en sí, ya su socialismo no
existe, pero su hijo decide mantenerla, por su
delicado estado de salud, en la creencia de que
no han ocurrido cambios. El trabaja en una tele
emisora y le pone videos de la desaparecida RDA,
y si ella quiere comer pepinos de una marca que
ya no existe, él busca en los basureros
pomos viejos de marcas socialistas, los reenvasa
y ella los degusta con satisfacción, en
la creencia de que su socialismo no sólo
ha vencido, sino que también ha mejorado
la calidad de sus productos. Así, hasta
que su corazón, herido de muerte, no sobrevive.
El público presente, y el que no pudo
verla pero que sí conoció su trama,
apreció algo que es muy sensible para el
pueblo cubano, los traumas que se han vivido y
que se vivirán en los cambios políticos
ocurridos y por ocurrir.
Este tema, este tipo de obra, no es permitido
a este pueblo por los censores del pensamiento.
El filme, que venía como parte de la muestra
germana, no podía ser secuestrado, pero
llegó a unos pocos afortunados que pudimos
pasar en medio de una aberrante manifestación
humana, ávida de ver, pensar y soñar
con algo que desean que ocurra.
Una demostración más de lo necesitado
de este pueblo de obras que lo ayuden a pensar
y a proyectarse hacia un futuro incierto, pero
que obligatoriamente tiene que ser mejor. Para
ver cosas así bien vale la pena un festival,
pese a los apretones, pisotones y empujones que
cuestan alcanzar esa meta.
Veamos que nos trae el festival venidero, y con
una sonrisa y la esperanza de decir Good Bye no
sólo a Lenin, sino también a otros
más que inevitablemente seguirán
ese camino, decimos Good Bye Festival. cnet/27
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