PRENSA INDEPENDIENTE
Diciembre 10, 2003

CULTURA
Lecuona In Memoriam

LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - El 29 de noviembre pasado se cumplieron cuarenta años de la muerte del destacado músico y compositor cubano Ernesto Lecuona. Es preocupante ver cómo este aniversario pasó inadvertido o no se le dio relieve suficiente en los medios audiovisuales de la Isla, y apenas se destacó el legado que significa su obra para la música cubana.

En la iglesia de La Merced se ofreció la misa del día por el eterno descaso del alma de Lecuona, cuyos restos permanecen sepultados lejos del suelo patrio, a voluntad expresa del compositor. Desde el año 1964 se vienen realizando estas misas en el templo católico de la capital.

Cuando el maestro Rendón se acercó al presbítero Raúl Núñez para solicitar el servicio religioso por el primer aniversario de la desaparición física del autor de Siboney, el sacerdote le dio la idea de hacer algo más en homenaje al fallecido. Fue así que al finalizar la misa se daba un concierto en el que muchos artistas cubanos interpretaban las creaciones del maestro. Esther Borja, Rosa Fornés, Candita Quintana, Margarita Díaz, entre otros acudieron a estos homenajes. Apoyados por el también sacerdote Paúl Alfredo Enríquez y posteriormente por Carlos Bernal, cada 29 de noviembre se desarrolló fielmente este programa, pero el desinterés de algunos a quienes el nombre de Lecuona les decía poco o nada, provocó la irregularidad en las celebraciones y con ello el alejamiento de los fieles cultivadores de sus creaciones.

Este año, a pesar de que se anunció la celebración eucarística y el concierto, no hubo asistencia de artistas y seguidores de la obra del genial compositor cubano. Realizada dentro de la misa diaria, la intención por la persona especifica del homenajeado se diluyó en la larga lista de difuntos que a diario se leen en La Merced. Al acto sólo acudió la soprano Margarita Díaz, quien según asegura su representante Juan Lima, atesora el patrimonio de la obra de Lecuona y es una de sus últimas recreadoras. Una vez concluida la celebración litúrgica la cantante interpretó la composición "El Jardinero". En eso y en las palabras del padre Raúl dedicadas al fallecido, quedó todo el proyecto conmemorativo del cuarenta aniversario de la muerte de un grande de la cultura cubana. Ese gesto también fue el único que pude apreciar ese día como testimonio de respeto a la memoria de Ernesto Lecuona.

Fue Esther Borja con aquel "Álbum de Cuba", mantenido contra viento y marea en la pantalla chica durante infinitos años, la que hizo perdurar la presencia de las composiciones del desaparecido compositor en las generaciones más nuevas. También se han interpretado en teatro y en conciertos de destacados pianistas del patio. Algunos más favorecidos que otros por la promoción, pues el maestro Uveral Herrera es, a juicio de muchos entendidos en la materia, quien mejor interpreta al piano las piezas del insigne guanabacoense, y apenas es divulgado como tal.

Pero lo preocupante es que con el decursar de los años se va perdiendo cada vez más el conocimiento de la música de Ernesto Lecuona entre sus compatriotas. Aunque en reducidos círculos de la música lírica en Cuba, se siga recreando las inspiraciones materializadas de manera incomparable por aquel artista nuestro, se observa falta de interés en divulgarla y conservarla en la memoria popular. ¿Por qué no hacer un festival anual que acoja a los ejecutores de la música lecouniana? ¿Por qué no promover creadores de ese género musical, cuando se quieren salvar otros quizás, de menor cuantía? Y finalmente por qué no tener presente en primera línea de los compositores contemporáneos cubanos a este hombre, quien no ha podido ser relegado por la calidad de su obra, pero a quien se la ha regateado ese lugar. Dicen que al enterarse de que en Cuba había triunfado la Revolución, decidió esperar el rumbo que ella tomaba para regresar a su patria, pero que al decretarse el régimen de tipo socialista, prefirió continuar en España. En Santa Cruz de Tenerife le sorprendió la muerte a finales del otoño de 1963.

Sería bueno rescatar esa casi tradicional celebración litúrgica en memoria del músico, donde se celebre su partida al encuentro con el Creador y se le recuerde en la música que nos dejó como presencia perenne. Ojalá muchos nuevos artistas acudan a ofrecer la interpretación de su legado. Pero también sería edificante que el tributo fuera organizado a lo largo de la Isla que se ha enorgullecido con este hijo suyo. Y que un día sus restos queden definitivamente guardados en el lugar donde vio por primera vez la luz de la vida. cnet/43



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