CULTURA
Lecuona In Memoriam
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org)
- El 29 de noviembre pasado se cumplieron cuarenta
años de la muerte del destacado músico
y compositor cubano Ernesto Lecuona. Es preocupante
ver cómo este aniversario pasó inadvertido
o no se le dio relieve suficiente en los medios
audiovisuales de la Isla, y apenas se destacó
el legado que significa su obra para la música
cubana.
En la iglesia de La Merced se ofreció
la misa del día por el eterno descaso del
alma de Lecuona, cuyos restos permanecen sepultados
lejos del suelo patrio, a voluntad expresa del
compositor. Desde el año 1964 se vienen
realizando estas misas en el templo católico
de la capital.
Cuando el maestro Rendón se acercó
al presbítero Raúl Núñez
para solicitar el servicio religioso por el primer
aniversario de la desaparición física
del autor de Siboney, el sacerdote le dio la idea
de hacer algo más en homenaje al fallecido.
Fue así que al finalizar la misa se daba
un concierto en el que muchos artistas cubanos
interpretaban las creaciones del maestro. Esther
Borja, Rosa Fornés, Candita Quintana, Margarita
Díaz, entre otros acudieron a estos homenajes.
Apoyados por el también sacerdote Paúl
Alfredo Enríquez y posteriormente por Carlos
Bernal, cada 29 de noviembre se desarrolló
fielmente este programa, pero el desinterés
de algunos a quienes el nombre de Lecuona les
decía poco o nada, provocó la irregularidad
en las celebraciones y con ello el alejamiento
de los fieles cultivadores de sus creaciones.
Este año, a pesar de que se anunció
la celebración eucarística y el
concierto, no hubo asistencia de artistas y seguidores
de la obra del genial compositor cubano. Realizada
dentro de la misa diaria, la intención
por la persona especifica del homenajeado se diluyó
en la larga lista de difuntos que a diario se
leen en La Merced. Al acto sólo acudió
la soprano Margarita Díaz, quien según
asegura su representante Juan Lima, atesora el
patrimonio de la obra de Lecuona y es una de sus
últimas recreadoras. Una vez concluida
la celebración litúrgica la cantante
interpretó la composición "El
Jardinero". En eso y en las palabras del
padre Raúl dedicadas al fallecido, quedó
todo el proyecto conmemorativo del cuarenta aniversario
de la muerte de un grande de la cultura cubana.
Ese gesto también fue el único que
pude apreciar ese día como testimonio de
respeto a la memoria de Ernesto Lecuona.
Fue Esther Borja con aquel "Álbum
de Cuba", mantenido contra viento y marea
en la pantalla chica durante infinitos años,
la que hizo perdurar la presencia de las composiciones
del desaparecido compositor en las generaciones
más nuevas. También se han interpretado
en teatro y en conciertos de destacados pianistas
del patio. Algunos más favorecidos que
otros por la promoción, pues el maestro
Uveral Herrera es, a juicio de muchos entendidos
en la materia, quien mejor interpreta al piano
las piezas del insigne guanabacoense, y apenas
es divulgado como tal.
Pero lo preocupante es que con el decursar de
los años se va perdiendo cada vez más
el conocimiento de la música de Ernesto
Lecuona entre sus compatriotas. Aunque en reducidos
círculos de la música lírica
en Cuba, se siga recreando las inspiraciones materializadas
de manera incomparable por aquel artista nuestro,
se observa falta de interés en divulgarla
y conservarla en la memoria popular. ¿Por
qué no hacer un festival anual que acoja
a los ejecutores de la música lecouniana?
¿Por qué no promover creadores de
ese género musical, cuando se quieren salvar
otros quizás, de menor cuantía?
Y finalmente por qué no tener presente
en primera línea de los compositores contemporáneos
cubanos a este hombre, quien no ha podido ser
relegado por la calidad de su obra, pero a quien
se la ha regateado ese lugar. Dicen que al enterarse
de que en Cuba había triunfado la Revolución,
decidió esperar el rumbo que ella tomaba
para regresar a su patria, pero que al decretarse
el régimen de tipo socialista, prefirió
continuar en España. En Santa Cruz de Tenerife
le sorprendió la muerte a finales del otoño
de 1963.
Sería bueno rescatar esa casi tradicional
celebración litúrgica en memoria
del músico, donde se celebre su partida
al encuentro con el Creador y se le recuerde en
la música que nos dejó como presencia
perenne. Ojalá muchos nuevos artistas acudan
a ofrecer la interpretación de su legado.
Pero también sería edificante que
el tributo fuera organizado a lo largo de la Isla
que se ha enorgullecido con este hijo suyo. Y
que un día sus restos queden definitivamente
guardados en el lugar donde vio por primera vez
la luz de la vida. cnet/43
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