SOCIEDAD
Las fiestas navideñas (I)
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org)
- La Navidad era aquella época del año
en que la realidad cubana parecía inmersa
en una aureola de luz cuyos fulgores invitaban
al amor, sugerían esperanzas y llenaban
el paisaje de alegría. En realidad, el
ambiente se permeaba de un aroma distinto, diferente.
No es que en ello hubiera una manifestación
de la naturaleza obediente a los designios de
Dios. A tal pensamiento podría oponerse
el hecho de que el 25 de diciembre no es considerado
por los estudiosos y especialistas como el día
de la natividad de Jesucristo. Tal día
no está definido y es objeto de investigaciones,
pero se adoptó el 25 como sustituto de
la fiesta pagana al nacimiento del sol en el siglo
IV.
Pero puesto que en la Navidad se evidenciaba
lo mejor del hombre y el llamado al amor hacía
difundir tal sentimiento en el ambiente, la presencia
de lo divino se hacía realidad. La Navidad
estaba en Dios y Dios estaba en la Navidad. Dañarla
equivalía a dañar lo mejor y más
noble del corazón cubano.
Por eso, Cuba pudo haber tenido gobiernos deficientes,
pero aún los que pudiéramos calificar
de malos gobernantes supieron respetar y promover
las festividades navideñas. Nadie jamás
en la república osó atentar contra
la Navidad. Tal conducta hubiese sido tenida por
monstruosa.
Por estar tan profundamente arraigada en el corazón
de este pueblo y porque casi cinco siglos de celebraciones
afianzaban sus raíces en lo más
profundo de nuestras tradiciones, nadie pensó
nunca que un día el cubano fuera despojado
de la Navidad.
¿Cuándo dejó de celebrarse
o cuándo fue prohibida? A estas dos preguntas,
tan frecuentes, no es posible responder de modo
directo.
Las Navidades nunca murieron del todo porque
siempre vivieron en el sentimiento de no pocos
cubanos, muchos de los cuales las siguieron celebrando,
aunque fuera en silencio. La quisieron ir matando
poco a poco de forma taimada y sutil. El primer
golpe, y quizás el más fuerte de
todos fue el que resultó de aquella campaña
emprendida contra la Iglesia (principalmente la
católica) expresada en mítines de
repudio contra los sacerdotes católicos.
Contra ellos se lanzaron las multitudes fanatizadas
y manipuladas por el gobierno al grito de "paredón
para los curas traidores". Ello sucedía
en fecha tan temprana como finales de 1960 y duraría
hasta los años siguientes; hasta que el
daño infringido a la Iglesia la hizo "inofensiva"
a los ojos de los nuevos dueños del poder
político.
Las instituciones docentes-religiosas eran confiscadas;
algunos templos clausurados y centenares de sacerdotes
obligados a abandonar el país.
Las Navidades, que por su naturaleza cristiana
abarcaban una etapa del año litúrgico
católico, se iniciaban el 25 de diciembre
y finalizaban el 13 de enero con el Día
del Bautizo del Señor, después de
pasar por las fiestas del primero de enero o Día
de Santa María madre de Dios, y la Epifanía
o Día de los Reyes Magos que tienen lugar
el 6 de enero de cada año.
El período en que se celebraban las Navidades
fue el argumento que sirvió de pretexto
al gobierno para anunciar en 1970 la cancelación
del 25 de diciembre como día feriado, ya
que se argumentó que estas celebraciones
coincidían con el período más
crítico de la zafra azucarera y que por
tanto representaban un escollo, un entorpecimiento
al buen ritmo de la principal actividad económica
de la nación. Tales razones se reforzaron
con el propósito gubernamental de producir
10 millones de toneladas de azúcar en aquel
año de 1970.
Pero no puede tomarse esta fecha como aquélla
en que dejó de celebrarse la Navidad. Ya
por aquel entonces eran pocos los que la celebraban,
y quienes lo hacían era de forma clandestina.
Porque en los diez primeros años del castrismo
ya la Iglesia había sido diezmada.
Los golpes más demoledores contra la Navidad
no estuvieron representados por las confiscaciones
de escuelas, instituciones, cierre de iglesias,
éxodo de sacerdotes y otros; sino por una
labor coercitiva e intimidatoria, sucia y repugnante,
mediante la cual el ciudadano de filiación
religiosa era discriminado, marginado, impedido
del progreso y la superación personal;
marcado por el estigma de "desafecto",
y en caso de ser jóvenes, confinados a
los predios de las Unidades Militares de Ayuda
a la Producción (UMAP), verdaderos campos
de trabajo forzado. cnet/03
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