¿Dónde
estará Fidel, en Venezuela?
Ernesto F. Betancourt. El
Nuevo Herald, diciembre 07, 2003.
Desde que estuvo desbarrando por cinco horas
en la clausura de la reunión de la FLACSO
en La Habana, ocasión en que llamó
Celestina a José María Aznar, Fidel
está desaparecido. Por cierto, el texto
completo de ese discurso no ha sido publicado.
La única aparición pública
de Castro reportada en Granma en un mes es la
entrevista que sostuvo con el director de la Organización
Mundial de Comercio.
Fidel brilló por su ausencia en la recién
concluida reunión sobre biotecnología
en La Habana, donde Cuba presentó los resultados
de sus investigadores ante centenares de científicos
de todo el mundo. Esta ausencia es muy rara. El
régimen ha invertido más de mil
millones de dólares en esta industria.
Dada su importancia económica, el que está
directamente bajo su supervisión, y la
controversia sobre armas biológicas en
Cuba, era lógico esperar que Castro aprovechara
esta ocasión para hablar sobre el tema.
Una posible explicación es que Fidel está
atravesando una etapa depresiva dada la enfermedad
de su hermano Raúl, quien se rumora está
muy grave y no ha hablado en actos públicos
recientemente. Inclusive, Raúl no asistió
al acto por el aniversario de la fundación
de las fuerzas armadas revolucionarias el 2 de
diciembre. El acto fue presidido por el comandante
Guillermo García Frías. No hay lugar
a dudas de que no poder contar con su hermano
para la sucesión le complica seriamente
a Fidel sus planes de que la revolución
prevalezca más allá de su muerte.
Además, la pérdida de Raúl
afectaría la psiquis de Fidel posiblemente
tanto como cuando falleció Celia Sánchez.
Así que no se puede descartar esa tesis.
La otra posible explicación puede ser
que Fidel ha estado envuelto a tiempo completo
en la crisis venezolana. En el pasado, Castro
manejó desde Cuba las operaciones militares
en Angola, lo que produjo serios desacuerdos con
el general Arnaldo Ochoa, quien lo ignoraba; dirigió
la lucha contra Somoza en Nicaragua, habiendo
seleccionado a los hermanos Ortega para sus cargos
respectivos; igualmente, dirigía desde
La Habana la guerra civil en El Salvador, llegando
hasta designar a Joaquín Villalobos como
comandante supremo del FMLN; y, finalmente, estuvo
dirigiendo la resistencia en Granada hasta que
se cortaron las comunicaciones, aunque el coronel
Tortoló ignoró las órdenes
de pelear hasta morir.
Venezuela es un peón demasiado importante
para la supervivencia de Castro para que deje
el manejo del día a día a un tonto
como Hugo Chávez. Por tanto, es razonable,
en base al récord histórico de Castro
en el manejo de sus satélites, partir de
la premisa de que Fidel se ha volcado a plenitud
a manejar a su satélite venezolano. Tal
vez por eso Chávez, según información
publicada en El Nacional del 27 de noviembre,
ha prestado a Castro el avión Falcón
900, serie 2000, de PDVSA. Así puede viajar
a los encuentros discretos que tienen cada 15
días en la Orchila con mayor seguridad
que volando en los viejos Ilyushin soviéticos.
El carisma de Castro dentro de Cuba se basa en
alto grado en la imagen de sus victorias internacionales.
Por eso ha invertido fuerzas cubanas considerables
en apuntalar a Chávez. El despacho reciente
de El Universal de Caracas en donde se detallaba
que en un mes habían entrado a Venezuela
11,530 cubanos por el aeropuerto de Maiquetía
y que estaban allí figuras como el general
Julio Casas Regueiro y el jefe del Equipo de Coordinación
y Apoyo del Comandante en Jefe, Guillermo López
Rodríguez, reflejan el nivel del compromiso
del régimen con el desenlace en Venezuela.
En lo económico, recientemente se reveló
que, de acuerdo con información de PDVSA,
Venezuela estaba embarcando 92,000 barriles diarios
a Cuba, 29,000 más de lo previsto en el
convenio petrolero. O sea, perder Venezuela significa
dejar de recibir más o menos US$700 millones
anuales, entre lo que se consume y lo que se reexporta,
ya que Cuba no paga ese petróleo en dólares.
Por eso, no es de sorprenderse que Castro haya
hecho sondeos con figuras de la oposición
venezolana sobre la posibilidad de sacrificar
a Chávez si le garantizan el suministro
de petróleo.
El fin de Chávez, como se perfila con
el exitoso reafirmazo, 3.6 millones de firmas,
tiene implicaciones fatales para Fidel, no tan
sólo en lo político, sino también
en lo económico. Castro se juega el todo
por el todo en Venezuela. Su fracaso allí
sólo le dejaría la opción
apocalíptica.
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