PRENSA INDEPENDIENTE
Diciembre 2, 2003

SOCIEDAD
Desde el siglo pasado no como carne de res

LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - Comer carne de res en cualquiera de las variadas formas y diferentes platos en que los cubanos la elaboran se ha convertido en un deseo casi imposible de satisfacer en Cuba, y para los residentes de la capital es un acto tan poco frecuente que muchos ni se acuerdan del sabor del producto vacuno.

Por el sistema de racionamiento o libreta de productos alimenticios, símbolo de la ineficiencia y las restricciones propias del sistema socialista, los cubanos no recibimos ni una onza de este tipo de carne desde el pasado siglo. Dicho de otra manera, desde hace más de cuatro años el gobierno no distribuye este producto alimenticio a la población. Sólo unos pocos afortunados tienen acceso a la carne de res, sea por el privilegio de poder adquirirla en las pocas unidades que la expenden en dólares, y por supuesto los dirigentes de las esferas gubernamentales para los que se mantiene una cuota especial.

Quienes residen en el interior del país, básicamente en las zonas rurales, a riesgo de sufrir altas condenas que van desde cinco hasta quince años de privación de libertad, tienen al menos la posibilidad de comprar carne de vaca en el mercado negro.

Cuando el actual gobierno tomó el poder existía, según las estadísticas, una cabeza de ganado por habitante. Hoy las cifras oficiales -y no confiables- señalan la existencia de tan solo una res por cada cuatro cubanos. Cuando se recorren las carnicerías de La Habana lo primero que a uno le viene a la mente es la pregunta de por qué se sigue llamando así a estos establecimientos. El ministerio de Comercio Interior debería rebautizar a estas unidades con otro nombre, ya que en ellos se efectúan por lo general las entregas de una libra de pollo al mes y media libra de picadillo de soya cada cuarenta y cinco días.

La pasada semana, mientras pasaba frente a una de estas "carnicerías", pude escuchar a una anciana que expresaba con melancolía el deseo que tenía de comerse un bistec con papas fritas, lo cual no podía hacer desde el pasado siglo XX. Otro cliente que se encontraba en el sitio le contestó, que en su opinión, ella iba a morirse con esas ganas. Continué mi caminar con el apremio de llegar a la casa donde sabía me estaba esperando a la mesa un huevo con arroz, festín para un banquete en cualquier hogar modesto de la Cuba actual. cnet/21



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