SOCIEDAD
Desde el siglo pasado no como carne de res
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org)
- Comer carne de res en cualquiera de las variadas
formas y diferentes platos en que los cubanos
la elaboran se ha convertido en un deseo casi
imposible de satisfacer en Cuba, y para los residentes
de la capital es un acto tan poco frecuente que
muchos ni se acuerdan del sabor del producto vacuno.
Por el sistema de racionamiento o libreta de
productos alimenticios, símbolo de la ineficiencia
y las restricciones propias del sistema socialista,
los cubanos no recibimos ni una onza de este tipo
de carne desde el pasado siglo. Dicho de otra
manera, desde hace más de cuatro años
el gobierno no distribuye este producto alimenticio
a la población. Sólo unos pocos
afortunados tienen acceso a la carne de res, sea
por el privilegio de poder adquirirla en las pocas
unidades que la expenden en dólares, y
por supuesto los dirigentes de las esferas gubernamentales
para los que se mantiene una cuota especial.
Quienes residen en el interior del país,
básicamente en las zonas rurales, a riesgo
de sufrir altas condenas que van desde cinco hasta
quince años de privación de libertad,
tienen al menos la posibilidad de comprar carne
de vaca en el mercado negro.
Cuando el actual gobierno tomó el poder
existía, según las estadísticas,
una cabeza de ganado por habitante. Hoy las cifras
oficiales -y no confiables- señalan la
existencia de tan solo una res por cada cuatro
cubanos. Cuando se recorren las carnicerías
de La Habana lo primero que a uno le viene a la
mente es la pregunta de por qué se sigue
llamando así a estos establecimientos.
El ministerio de Comercio Interior debería
rebautizar a estas unidades con otro nombre, ya
que en ellos se efectúan por lo general
las entregas de una libra de pollo al mes y media
libra de picadillo de soya cada cuarenta y cinco
días.
La pasada semana, mientras pasaba frente a una
de estas "carnicerías", pude
escuchar a una anciana que expresaba con melancolía
el deseo que tenía de comerse un bistec
con papas fritas, lo cual no podía hacer
desde el pasado siglo XX. Otro cliente que se
encontraba en el sitio le contestó, que
en su opinión, ella iba a morirse con esas
ganas. Continué mi caminar con el apremio
de llegar a la casa donde sabía me estaba
esperando a la mesa un huevo con arroz, festín
para un banquete en cualquier hogar modesto de
la Cuba actual. cnet/21
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