PRENSA INDEPENDIENTE
Diciembre 2, 2003

HISTORIA
¿Es Santa Clara la ciudad de Marta o del Che?

SANTA CLARA, diciembre (www.cubanet.org) - Sin penas ni glorias pasó este 13 de noviembre para Santa Clara. La fecha identifica una de las efemérides más importantes para la ciudad porque ese día pero del año 1845, en el seno de un hogar opulento de la calle Sancti Spíritus, hoy Juan Bruno Zayas #47, nacía Marta Abreu Arencibia.

Hija de Pedro Nolasco González-Abreu y Rosa Arencibia, pasó su niñez y juventud en una villa de apenas 8 mil habitantes, sin casinos, sin paseos públicos, sin ferrocarriles, sin periódicos, sin alumbrado público, porque para ese entonces sólo las familias más pudientes utilizaban el farol de aceite. Marta no conoció las mil y una maneras de pasar el tiempo que trajo después el progreso. Solía verse paseando por las polvorientas y accidentadas calles de la villa en una volanta.

En 1869, cuando Marta tenía 24 años, la familia Abreu-Arencibia se muda para la calle Prado y Trocadero en La Habana. Desde muy joven recorrió el mundo. Conoció el progreso y la vida de la alta sociedad. Puso sus pies en países de América y Europa especialmente en la moderna Francia y desde entonces aprendió a amar la libertad y el progreso.

Sin la anuencia de sus padres, en la ciudad que la vio nacer, a los 29 años, mientras corría el mes de mayo de 1874 y en la Iglesia Mayor, se casó con el joven matancero Don Luis Estévez- Romero, quien más tarde fuera un ilustre abogado y profesor de la Universidad de La Habana, y en 1902 llegaría a ser el vicepresidente de la naciente República.

Marta desde temprana edad se dedicó a ayudar a los necesitados, pero no fue hasta la madurez que se consagró a las actividades benéficas ayudada por su esposo y sus dos hermanas; Rosa Beatriz y Rosalía Paula.

En Santa Clara construyó obras artísticas, educacionales y benéficas entre las que se encuentran los colegios San Pedro Nolasco para varones y Santa Rosalía para hembras. También fundó el colegio Gran Cervantes para niños negros y el asilo San Vicente de Paúl, destinado a albergar a pobres sin techo.

Construyó el teatro La Caridad, con un costo superior a los 150 mil pesos, cuatro lavaderos en las márgenes del río Bélico y el Cubanicay, para que los grupos más humildes de mujeres tuvieran donde lavar gratis. Obra suya fue también la primera planta eléctrica de la ciudad; creó el dispensario El Amparo para niños pobres. Cedió terreno y local para construir la escuela de Buen Viaje, sufragó los gastos del viaje por el mundo del naturalista Don Carlos de la Torre, para que ampliara sus conocimientos, repartió grandes sumas de dinero a los desamparados, la atención a las escuelas, hospitales, asilos, etc. y entre sus demás aportes a Santa Clara, las mujeres de aquí agradecieron las máquinas de coser que les envió desde Francia.

Calificada como la primera y más sobresaliente de las cubanas, en su doble cualidad de incansable filántropa y ferviente patriota, se calcula que donó a la lucha independentista más de medio millón de pesos, aunque la cifra podría ser aún mayor. Desde París, donde residía, giró grandes sumas de dinero al Partido Revolucionario Cubano que radicaba en New York, siempre identificada como el ciudadano Ignacio Agramonte. Jamás los patriotas le solicitaron ayuda porque ella lo hacía espontáneamente.

Con el advenimiento de la República, siendo la segunda dama del país, continuó su dadivosa faena en el aspecto social. Los hijos de Santa Clara lo saben muy bien. Cuando su esposo renunció al cargo de vicepresidente de la República en 1905, regresaron a vivir a Santa Clara por un tiempo, para después mudarse definitivamente para París el 16 de julio de ese año.

Víctima de un ataque de peritonitis a pocos días de haber sido intervenida quirúrgicamente, en la tarde del 2 de enero de 1909 fallecía en París, rodeada de sus seres queridos, pero lejos de su amada patria.

En Cuba todos los periódicos publicaron la triste noticia, recordando encomiásticamente sus virtudes filantrópicas y ciudadanas. En Santa Clara, donde no se sabía nada de la enfermedad que la aquejaba, la noticia llegó en la tarde del día siguiente. La conmoción fue tremenda. El dolor común invadió a todos los corazones. El ayuntamiento municipal en sesión extraordinaria, declaró 3 día de duelo oficial y la suspensión de toda función en lo adelante, ese día en el teatro La Caridad. Un mes después llegaba la noticia de la muerte de Don Luis, quien ante la ausencia de la amada, decidió quitarse la vida como "el mayor tributo que un hombre ofrenda a una mujer".

Lastimosamente sus restos no yacen en Santa Clara. El 20 de febrero de 1920, llegaron a La Habana los restos de Marta Abreu y de Luis Estévez, transportados por el vapor Flandres. Su traslado al cementerio Colón fue un acto sencillo, sin pompa. En 1926 se inauguró la estatua de la excelsa dama santaclareña en el Parque Vidal de la ciudad que la vio nacer y crecer. En esa ocasión su hijo Pedro remitió a la comisión gestora de la obra la suma de 100 mil pesos para que fuesen distribuidos entre los pobres de la localidad, para así perpetuar el santo recuerdo de la madre y un motivo para que los indigentes la recordaran una vez más.

Quizás si este 13 de noviembre, hubiera estado relacionado con algún hecho de la revolución, los actos de recordación no hubiesen faltado. Tampoco los grandes titulares en la prensa plana, radial o televisiva. Posiblemente el narrador deportivo de la emisora local o la directiva del gobierno y el partido municipal, no conozcan totalmente esta historia, ya que repiten constantemente la frase "Santa Clara la cuidad del Che".

Los más adultos se asombran al escuchar cómo las autoridades usurpan la pertenencia de Santa Clara a Abreu de Estévez. Para ellos Santa Clara seguirá siendo "la ciudad de Marta". cnet/46



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