SOCIEDAD
La despedida de Cristóbal
LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org)
- Mañana será la despedida de Cristóbal.
Este entrañable vecino se apresta a emprender
un corto, pero a la vez largo viaje. Le recuerdo
cuando llegó al barrio siendo apenas un
adolescente. Aquí ha vivido la mayor parte
de sus cuarenta años. Se casó en
la zona, tuvo su familia y crío a sus dos
hijas. No es raro que en la vecindad sean muchos
los que acudirán a la despedida de Cristóbal.
No sé si su tocayo, el de las carabelas
y los espejitos de cristal para cambiar por oro
a los indígenas, tendría iguales
muestras de afecto a su partida de Palos. El de
Génova preparó su viaje y se jugó
la lotería sin saber lo que le depararía
el destino. El Cristóbal del Cerro se ha
ganado otra lotería, pero sí sabe
a donde va. Ciertamente no va en busca de especias,
pero sí de algo que no encuentra aquí.
La distancia y los medios no tienen mucho en común.
Apenas 180 kilómetros y usando un avión
para cruzar el charco.
La despedida de Cristóbal definitivamente
no tenía nada que ver con las de aquellos
años sesenta y setenta, cuando se pensaba
que más nunca volverían los que
se marchaban. Los que entonces vieron partir a
familiares y amigos lo hacían con la conciencia
de que difícilmente les verían de
nuevo. Han pasado años desde entonces y
paradójicamente aunque el gobierno sigue
siendo el mismo, ahora necesita del dinero de
los que están allá, de aquéllos
que se pensaba no regresarían más.
Pero si el tiempo es otro, la política
de salida definitiva no ha cambiado. En su esencia
sigue siendo la misma. Es una especie de castigo
para aquéllos que deciden renunciar al
"paraíso terrenal" para acogerse
a las tentaciones del infierno capitalista. Y
es que muchos cubanos desean buscar un bienestar
que no han podido encontrar en su patria después
de más de cuarenta años de la proclamación
del mejor sistema del mundo. Es la razón
de la división que aqueja a la familia
cubana.
Llega la noche de la despedida y cada cual hace
un aporte para la fiestecita que se organizó.
Bocaditos, refrescos, croquetas caseras, ron y
alguna ensalada fría. Esta última
parte también fue aporte de los vecinos,
porque Cristóbal se va dejando roto desde
hace meses su entrañable refrigerador marca
Westinghouse. "Y total, para qué repararlo
si lo que te dan para comer casi te lo comes en
el mismo día", dice jocosamente el
viajero.
Hasta Joseíto el del Comité ha
venido a despedir con afectos a Cristobalito,
como le dice el reconocido chivatiente, otrora
lanzador de huevos contra los que se disponían
a emprender idénticas partidas. Pero ya
lo dije, las cosa cambian. Hoy no hay gritos de
"escoria" ni de "que se vaya la
gusanera". Abrazos y deseos de un feliz viaje
y un no te olvides de nosotros demasiado insinuador,
que se puede traducir en: siempre que puedas acuérdate
de este viejito que está pasando el Niágara
sin bicicleta por acá.
Entre chistes, bailes y recuerdos, logramos pasar
un rato donde no faltaron las evocaciones del
barrio. El amanecer encontrará a este Cristóbal,
que quizás nunca hubiera deseado ser un
émulo de Colón, camino al aeropuerto.
La vivencia de esta noche pasada, la última
en su tierra, se irá con él. Eso
y el hecho de ser nuestro vecino de años,
no hay sistema que se lo pueda arrebatar. cnet/21
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