PRENSA INDEPENDIENTE
Diciembre 1, 2003

OLA REPRESIVA
El cumpleaños de Patricia

LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - Patricia acaba de cumplir su primer año de vida. Ella, como la mayoría de los niños que arriban a esa edad, tuvo un día de fiesta y alboroto en la celebración de su cumpleaños. La pequeña no podrá atesorar en su mente los momentos de alegría de este día. Solo conservará el testimonio de las fotos que guardarán para el mañana la impresión de su rostro en múltiples gestos.

Quedará en el papel o en la grabación, la presencia de familiares y de pequeños vecinos que han compartido su festividad. Algunos rostros ya le resultan familiares y los irá reconociendo en las imágenes archivadas a medida que vaya creciendo. Pero quedará plasmada en las imágenes de ese día una ausencia que ella no habrá notado aún, por su corta edad. Su padre no aparecerá en las secuencias gráficas de ese agasajo al primer año.

Es un triste hecho que ocurre también con otros niños. La muerte, los trabajos que obligan con el deber, las separaciones que conllevan divorcio de las esposas y de los hijos, o simplemente la falta de responsabilidad ante el fruto de una relación fortuita o sin compromisos asumidos, donde muchas veces el padre ignora o no reconoce a la criatura.

Finalmente entre las causas de la ausencia paterna está también la prisión, que arranca del seno familiar al que la sufre. Y es precisamente esta última razón por la que cuando Patricia Rodríguez sea capaz de identificar a las personas que aparecen en sus fotos, siempre va a encontrar un espacio vacío en el lugar donde debe estar ubicado su papá.

El padre de Patricia, Omar Rodríguez Saludes, se encuentra cumpliendo la larga condena de 27 años en las cárceles cubanas por ejercer el periodismo independiente. Desde que su hija tenía apenas tres meses de nacida, se encuentra encerrado y alejado de sus seres queridos. Ellos, y de manera particular sus hijos, han sido condenados también por las leyes intolerantes e inmisericordes del actual sistema político. La pena que sufren es la de vivir lejos del amor de su padre.

Este drama es el mismo que protagonizan otras muchas familias, esposas, hijos y padres, condenados a soportar las consecuencias de una separación forzada y lo que es peor, injusta. Porque si duro resulta para quienes desgraciadamente cumplen el castigo por delitos cometidos y de cuya responsabilidad ellos son conscientes, más cruel resulta cuando se conoce que el motivo de esa ruptura de la vida normal es producto de concepciones políticas e ideológicas ante las cuales las realidades humanas del hombre no cuentan para nada, perdiéndose conceptos como los de la misericordia, la aceptación y la tolerancia.

Omar no ha matado a nadie, ni ha robado. Ni siquiera ha puesto en peligro integridad alguna, aunque esto sea afirmado de manera rotunda por sus acusadores. Vale preguntarse cómo pueden 75 personas ser peligrosas para la independencia de una nación, cuando lo que ellas hacen es emitir criterios, actuar de manera abierta en la sociedad, sin máscaras y con sus nombres a plena luz, para ejercer su derecho individual al pensamiento. Qué crítica o criterio político emitido puede justificar una condena de 27 años tras las rejas, y ser separado de aquellos seres que nos son esenciales en la vida.

Pero lo más triste de todo es que los condenados en estas causas son hombres maduros en su mayoría. Están en peligro de ver extinguir el resto de sus días sin conocer el amor de sus hijos y nietos. De cumplirse la sentencia dictada hasta la última intención de la letra, Patricia y sus hermanos están siendo condenados a ver a su padre libre cuando éste sea un anciano y ellos personas adultas. No hay justificación para tamaña injusticia. Se puede decir que esto ya se ha vivido en Cuba por anteriores generaciones del presidio político, pero es duro constatar que después de más de 40 años tengamos que seguir asumiendo ese dolor.

Hoy todos han estado preocupados porque Patricia pase un lindo día. Todos conocen el drama. Sólo queda dejar lugar a la esperanza. Esperanza de que las rejas se abran permitiendo la libertad a estas personas y de que nunca más se cierren tras otras en las mismas circunstancias. Esperanza en que los hombres, en su afán de imponerse a través de leyes carentes de piedad, no sean los causantes de la separación de padres e hijos. En fin, esperanza en que la sonrisa de estos niños sea un canto al amor y a la reconciliación que tanto necesita el mundo y nuestra Patria en particular. cnet/43

 



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