OLA
REPRESIVA
El cumpleaños de Patricia
LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org)
- Patricia acaba de cumplir su primer año
de vida. Ella, como la mayoría de los niños
que arriban a esa edad, tuvo un día de
fiesta y alboroto en la celebración de
su cumpleaños. La pequeña no podrá
atesorar en su mente los momentos de alegría
de este día. Solo conservará el
testimonio de las fotos que guardarán para
el mañana la impresión de su rostro
en múltiples gestos.
Quedará en el papel o en la grabación,
la presencia de familiares y de pequeños
vecinos que han compartido su festividad. Algunos
rostros ya le resultan familiares y los irá
reconociendo en las imágenes archivadas
a medida que vaya creciendo. Pero quedará
plasmada en las imágenes de ese día
una ausencia que ella no habrá notado aún,
por su corta edad. Su padre no aparecerá
en las secuencias gráficas de ese agasajo
al primer año.
Es un triste hecho que ocurre también
con otros niños. La muerte, los trabajos
que obligan con el deber, las separaciones que
conllevan divorcio de las esposas y de los hijos,
o simplemente la falta de responsabilidad ante
el fruto de una relación fortuita o sin
compromisos asumidos, donde muchas veces el padre
ignora o no reconoce a la criatura.
Finalmente entre las causas de la ausencia paterna
está también la prisión,
que arranca del seno familiar al que la sufre.
Y es precisamente esta última razón
por la que cuando Patricia Rodríguez sea
capaz de identificar a las personas que aparecen
en sus fotos, siempre va a encontrar un espacio
vacío en el lugar donde debe estar ubicado
su papá.
El padre de Patricia, Omar Rodríguez Saludes,
se encuentra cumpliendo la larga condena de 27
años en las cárceles cubanas por
ejercer el periodismo independiente. Desde que
su hija tenía apenas tres meses de nacida,
se encuentra encerrado y alejado de sus seres
queridos. Ellos, y de manera particular sus hijos,
han sido condenados también por las leyes
intolerantes e inmisericordes del actual sistema
político. La pena que sufren es la de vivir
lejos del amor de su padre.
Este drama es el mismo que protagonizan otras
muchas familias, esposas, hijos y padres, condenados
a soportar las consecuencias de una separación
forzada y lo que es peor, injusta. Porque si duro
resulta para quienes desgraciadamente cumplen
el castigo por delitos cometidos y de cuya responsabilidad
ellos son conscientes, más cruel resulta
cuando se conoce que el motivo de esa ruptura
de la vida normal es producto de concepciones
políticas e ideológicas ante las
cuales las realidades humanas del hombre no cuentan
para nada, perdiéndose conceptos como los
de la misericordia, la aceptación y la
tolerancia.
Omar no ha matado a nadie, ni ha robado. Ni siquiera
ha puesto en peligro integridad alguna, aunque
esto sea afirmado de manera rotunda por sus acusadores.
Vale preguntarse cómo pueden 75 personas
ser peligrosas para la independencia de una nación,
cuando lo que ellas hacen es emitir criterios,
actuar de manera abierta en la sociedad, sin máscaras
y con sus nombres a plena luz, para ejercer su
derecho individual al pensamiento. Qué
crítica o criterio político emitido
puede justificar una condena de 27 años
tras las rejas, y ser separado de aquellos seres
que nos son esenciales en la vida.
Pero lo más triste de todo es que los
condenados en estas causas son hombres maduros
en su mayoría. Están en peligro
de ver extinguir el resto de sus días sin
conocer el amor de sus hijos y nietos. De cumplirse
la sentencia dictada hasta la última intención
de la letra, Patricia y sus hermanos están
siendo condenados a ver a su padre libre cuando
éste sea un anciano y ellos personas adultas.
No hay justificación para tamaña
injusticia. Se puede decir que esto ya se ha vivido
en Cuba por anteriores generaciones del presidio
político, pero es duro constatar que después
de más de 40 años tengamos que seguir
asumiendo ese dolor.
Hoy todos han estado preocupados porque Patricia
pase un lindo día. Todos conocen el drama.
Sólo queda dejar lugar a la esperanza.
Esperanza de que las rejas se abran permitiendo
la libertad a estas personas y de que nunca más
se cierren tras otras en las mismas circunstancias.
Esperanza en que los hombres, en su afán
de imponerse a través de leyes carentes
de piedad, no sean los causantes de la separación
de padres e hijos. En fin, esperanza en que la
sonrisa de estos niños sea un canto al
amor y a la reconciliación que tanto necesita
el mundo y nuestra Patria en particular. cnet/43
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