POLITICA
Yo,
el Suprimo
LA HABANA, Cuba, agosto - Qué lúcido
eres, Augusto. Ver en Cuba la tierra firme de
nuestra América cuando todos en el mundo
la señalan como una balsa madre es una
clara señal de que aún conservas
20-20 en tus cansados ojos.
Qué inmensa fe al declarar la existencia
de "la religión de una revolución"
en la que todos practican el ateísmo.
Nadie como tú para valorar la idiosincrasia
de un Hijo de Hombre, cuando por ésa y
otras razones tuviste que exiliarte alrededor
de seis décadas, mientras que los cubanos
que se consideraban, por su procedencia y pensamientos,
tus iguales, sólo llevan cuarenta y cuatro
años fuera de su tierra. Y se quejan.
Muchos malagradecidos y miopes que viven dentro
de la Isla dicen hacerlo contra su voluntad, por
sentirse prisioneros, y no precisamente del alba.
Ni hablar de tu demoledora pintura del prototipo
de dictador latinoamericano en tu obra Yo, el
Supremo, tomando como modelo a José Gaspar
Rodríguez de Francia, quien se ha quedado
corto con los juanes, pedros y compañía
nacidos y añejados en Haití, República
Dominicana, Chile, Cuba, Uruguay, entre otros
países del continente.
Pero aquí lo importante no es hablar del
pasado, sino de un presente glorioso donde los
descendientes de tus ancestros guaraníes
-bajo el modelo de sistema cubano- podrán
posar junto al lago de Ypacarai, si no se hace
necesario, para el bien de ellos mismos, habilitarlo
sólo para extranjeros.
Pero llegado el caso, nadie se quedará
sin su pedacito de suelo ni de cielo patrio. Se
abrirán campismos populares en las riberas
del Paraná y el Paraguay, además
de ofertarse excursiones en moneda nacional a
las cordilleras de Amambay y Caaguazú,
con merienda fuerte incluida en las sierras de
Las Quince Puntas, y hamacas y pimpampunes en
Villa Rica, donde se les dará el mate a
los excursionistas.
Y cientos de cuñátaí podrán
elevar su suave canto en busca de un español,
un alemán o un irlandés que las
lleve a Europa y las dejen allá, aunque
sea en un puticlub regenteado por una cubana fogueada
en los trajines de la revolución, y dirigida
tras bambalinas por los irredentos exportahímenes
del socialismo tropical.
No será necesaria la hipocresía
ni la doble moral, porque al tener dos lenguas
en tu nación -mejor dicho, dos idiomas:
el castellano y el guaraní- podrán
emplearse, respectivamente, para las relaciones
públicas -es decir, centros de trabajo,
escuelas, encuentros sociales, obras de arte-
y para el consumo interno del hogar, donde se
dirá lo contrario de lo expresado para
el consumo de otros.
Nadie podrá criticarte por este borrón
y cuenta nueva que has impreso a tus pasos, y
mucho menos cuestionar una postura que se aviene
con tus principios juveniles de solidarizarte
con los de abajo, pues ya en la senectud representas
a todos los que no pueden disfrutar con los de
arriba.
Venir a Cuba con los ojos vendados no es tu culpa,
pues oír o leer tantas mentiras sobre miles
de personas que huyen de la libertad resulta imposible
de creer, además de desconocido, ya que
por desgracia tu país no tiene costas y
la guerra del Chaco fue un gran fiasco que los
condenó a refrescarse en los caudalosos
ríos de tu país.
Nada te hará creer que existen alrededor
de 300 prisioneros políticos en esta Isla,
los últimos 75 sorprendidos en una conspiración
con una potencia extranjera y pertrechados con
armas de exterminio masivo como revistas, computadoras,
cámaras fotográficas, equipos de
fax, poemas y otros engendros de la civilización
para subvertir el orden patriarcal cubano.
Para ti se acabaron el Tirano Banderas, el Señor
Presidente, descritos por Ramón del Valle
Inclán y Miguel Angel Asturias, ya que
Arturo Uzlar Pietro, con sus Lanzas Coloradas,
y basándose en el Recurso del Método
de Carpentier, vaticinó el Otoño
del Patriarca a través de un Gabriel García
Márquez que, como tú, intentan escribir
a cuatro manos un Yo, el Suprimo, toda alusión
a dictaduras en épocas de democracia y
totalitarismos dulces y complacientes.
Bienvenido a casa, Roa Bastos. Si la revolución
cubana perdió dos hijos -a Saramago en
el año de la muerte de Ricardo Reis y a
Eduardo Galeano el aciago día de marzo
en que las autoridades cubanas pusieron al mundo
patas arriba- necesitábamos llenar la plantilla
de afiliados, pues aunque no lo creas, a veces
escasean los visionarios como tú.
Nada, que la pases feliz en nuestra Isla, y conozcas
lugares recreativos, sitios consagrados a la magnífica
atención de la salud, la cultura, el deporte
y tantas obras más construidas para el
disfrute del pueblo y luego, antes de irte, nos
cuentes cómo son, en qué lugar están,
pues no tenemos tiempo para averiguarlo.
Pero recuerda, Augusto, detrás de cada
medalla que te pongan en el pecho habrá
un indio, un prisionero cubano, cualquier hijo
de hombre agazapado en espera de que tu voz amiga
los defienda, porque a veces -dicen las malas
lenguas- enmudeces o hablas un dialecto extraño
muy lejos del guaraní o del castellano
en que te expresas ¿o expresabas? frente
a los violadores de cualquier tipo de libertad.
cnet/09
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