PRENSA INDEPENDIENTE
Agosto 27, 2003

SOCIEDAD
Como la cucarachita Martina

SANTA CLARA, agosto (www.cubanet.org) - "No tenemos jabón de baño, ni grasa para la comida", me dijo mi esposa una mañana reciente. Y enfatizó: "Necesitas una máquina de afeitar, no hay carnes, ni viandas…"

Dirijo mis pasos hacia la "shooping" más cercana y hago el cambio de moneda, con uno de esos jóvenes que discretamente dicen "dólares", cuando pasas por su lado. Ahora poseo sólo 55 centavos de dólar dentro de mi mano derecha. Entro en la tienda y voy revisando los precios: jabones de baño 0.35, máquinas de afeitar 0.50, aceite vegetal 1.95 el litro, pollo 2.25 el kilogramo. ¡Ni pensarlo! Saco cuentas. Resuelvo quedarme sin rasurar. Compro un jabón y con los 20 centavos restantes, no puedo adquirir nada más.

Salgo. Llamo al vendedor de la moneda dura. Los 20 centavos debían representar 6 pesos nacionales, pero menuda sorpresa:

- No, señor -dice. Vendemos a 1.50 y compramos a uno.

"¡Que bien!", exclamo y pienso que son éstos los fundamentos del mercado.

A la placita de la esquina hacía meses que no venía nada, pero a media mañana, un camión de Acopio trajo plátanos fruta, plátanos burros y guayabas. ¿Qué podría adquirir con sólo cuatro pesos? No obstante, hago la cola. Al menos dos libras de guayaba a 1.50 podría llevar a casa. Era mi turno y pido las guayabas, cuando detrás de la cola se escucha la voz de Violeta, -una vecina de pared con pared, de ésas que son como familia- que dice: "Ridículo, toma estos 10 pesos y cómprale platanitos a tu hija".

Los colores corrieron por mi rostro y el concepto de "hombría", me hizo sentirme ridículo ante el vecindario. ¡Una mujer tenerme que prestar dinero! Conozco la escena de la cola, pero debemos aprovechar cuando viene algo al mercado, es una de esas pruebas por la que tiene que pasar el hombre una y otra vez, en un país como el mío, donde el cubano está atado de pies a cabeza. No soporto las colas, porque es como rebajarse a los más bajo de la existencia, como pedir limosnas o estar atado a un narigón de "alguien" que te ofrece los alimentos a cuentagotas y cuando él quiere.

¿Hasta cuando estaremos soportando esta infamia y sumisión? Ya vamos por más de cuatro décadas y no se vislumbra en la distancia, un futuro luminoso con este sistema. Es la penuria, donde las necesidades se agolpan alrededor de la familia, obligándote a salir a la calle en busca del "pan nuestro de cada día".

Hace algún tiempo, un amigo me hizo la anécdota del "modus operandi" de Stalin. Dijo que en cierta ocasión, alguien se le acercó al mandatario soviético para recordarle que el pueblo se estaba quejando de los problemas que existían en el país. El mandatario con absoluta frialdad le contestó que eso era bueno, lo malo sería que el pueblo no tuviera preocupaciones.

Hice rápida abstracción y trasladé ese principio de dirección partidista a otra época, otro continente, otro país, otra cultura. En la Cuba actual, son pocos los que no tienen que preocuparse ante las necesidades diarias del hogar; la mayoría pertenece a la alta nomenclatura y la otra, a la pequeña burguesía que ha ido apareciendo con la tenencia del dólar. Ahora, esa gran masa uniforme, que vive con el estómago vacío o semivacío y mantiene la dentadura lista para morder algún alimento, aunque sea de pésima calidad y estética, es la que se ve obligada a recordar todos los días los nombres de la máxima dirección del país.

Es precisamente esa multitud, la que masivamente asiste a las marchas públicas, a las tribunas abiertas; es la que grita consignas revolucionarias, es ella la que millonariamente firma el proyecto de modificación de la Constitución. Pero es también ella la que sueña abandonar el país, la que critica entre paredes todas las medidas que se dictan desde arriba…

Sumido en mis pensamientos, apenas sin darme cuenta, ya estaba de regreso en casa:

A la hora del almuerzo, arroz y frijoles colorados con un pedazo de pan. Del baño salimos olorosos al estrenar el jabón. En la comida, se repetían el arroz con los grandes frijoles, pero eran nuevos los platanitos de fruta maduros. Sentados los tres a la mesa, sabíamos que teníamos guayabas frescas de postre. Pero, en acto infantil, con toda la ingenuidad del mundo, Nayi me dice: "Papito, tienes que afeitarse porque así luces muy mal…"

Le respondí con un sí seco. Me agaché sobre ella y le di un beso en la frente. La madre y yo nos miramos. Sabíamos que mañana al igual que hoy, no tendremos aceite, ni plato fuerte, ni…. Un nudo se apoderó de mi garganta al recordar que hoy mi billetera se había quedado vacía y poseo una deuda de 10 pesos. ¡Y eso que dicen que soy un asalariado del imperio! cnet/46


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