SOCIEDAD
Cien
años de soledad
PINAR DEL RÍO, agosto (www.cubanet.org)
- Al viejo le prepararon una buena fiesta de cumpleaños.
Son pocas las personas que cumplen 100 años
de vida. Por eso el viejo merecía una buena
fiesta. Nadie sabe quién fue el de la idea
de la celebración. Es lo de menos. Lo que
importa es que casi todo el mundo en el barrio
puso algo para la fiesta del centenario del viejo
Leoncio Paredes. Un vecino dulcero se encargó
de hacer la torta de cumpleaños.
El dulcero se esmeró preparando el cake
para colocarle las 100 velitas encendidas que
representaban cada año del viejo. Leoncio
vive solo. La familia abandonó la Isla
y vive en el exilio, aunque el viejo ha sobrevivido
a unos cuantos familiares.
La tarde de la celebración fueron a buscarlo
al hogar de ancianos donde pasa todo el día
hasta que regresa a la casa en horas de la noche.
Un grupo de vecinos nos encargamos de ir a buscarlo.
Se hicieron bromas que lo alegraron durante el
camino de regreso. Ya en su casa lo noté
triste y nos sentamos debajo de un limonero que
él mismo había sembrado hace mucho
tiempo. Le pregunté sobre la tristeza que
lo embargaba. Me respondió con la claridad
que aún conserva su mente de centenario.
- Tengo que estar triste. De mis cien años
me ha tocado pasar los últimos solo. No
tuve valor para dejar Cuba y salirme de aquí
con los míos. Mi único biznieto
vivía conmigo y eso me ayudaba a no darme
cuenta de mi soledad. Luego vino la desgracia
y todos los silencios me cayeron encima de golpe.
Me viene a la memoria aquella mañana en
que el viejo vino a decirme que el biznieto había
salido junto a otros hombres hacia la costa, que
tenían la idea de irse al exilio en una
balsa. Lo importante era llegar a Florida. El
biznieto del viejo Leoncio se había quedado
con el abuelo, y más tarde decidió
unirse a los suyos en el extranjero.
Ya las cosas se habían puesto bien difíciles
para salir de Cuba. La salida se produjo en el
año 1994, cuando la estampida de balseros
aquel verano memorable. Lo triste del caso es
que nunca se supo más del grupo que escapó
de la Isla en aquella balsa de mala muerte. A
partir de ahí el viejo no fue el mismo.
Más tarde solicitó su ingreso al
asilo de ancianos.
Entonces llamaron para cortar el cake. Le dije
que pidiera un deseo antes de apagar las velas,
pero que no podía confesar a nadie su pedido
porque así lo exige la tradición.
Lo vi con su tristeza, parado delante del cake
y apagó todas las velas. Luego se repartió
el dulce y algo de bebida refrescante a los invitados.
Yo fui el último en salir. Ya en la puerta
el viejo me dijo:
- ¿Quieres que te diga el deseo que pedí
antes de apagar las velitas, periodista?
Le dije que si uno cuenta el deseo que pidió
no se le concede. El viejo respiró profundo,
y me dijo:
- De la vida ya nada me interesa, por eso le
pedí a la cabrona muerte que viniera a
recogerme y me quitara de una vez esta soledad
de cien años que no me abandona. cnet/06
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